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Ecolife: el proyecto que combate la pobreza energética y la contaminación en comunidades rurales de México

Ecosistemas

Por: Carolina De La Torre - 06/26/2025

Más de 20 millones de personas en México cocinan con leña, poniendo en riesgo su salud y el medio ambiente. Ecolife Conservation instala estufas limpias, reduce emisiones y transforma vidas en zonas vulnerables como Michoacán y el Estado de México.

En algunas regiones de México, cocinar sigue siendo una actividad de riesgo. Aunque parezca cotidiano, el simple acto de encender una fogata en casa puede costar salud, años de vida e incluso la conexión con los propios hijos. Porque el humo no solo arde en los ojos: también aísla, enferma, separa. Y eso lo viven, todos los días, millones de mujeres.

Más de 20 millones de personas en México siguen utilizando leña y fogones tradicionales para cocinar. Una práctica que no solo impacta el medio ambiente, sino que deja huellas profundas en la salud y el tejido social. Las enfermedades pulmonares y oculares, el deterioro de las condiciones de vida, y una muerte silenciosa —más de 3.2 millones al año a causa de la contaminación por combustión— forman parte de esta realidad poco visibilizada.

Pero en medio de ese humo, hay quienes están encendiendo otro tipo de fuego.

Desde 2017, Ecolife Conservation trabaja en México con una visión clara: mitigar el cambio climático a través de acciones profundas, sostenibles y, sobre todo, empáticas. Su sede está en Morelia, Michoacán, pero su impacto se extiende por comunidades rurales de Michoacán, Estado de México y Querétaro. Ahí donde más se necesita.

El enfoque de Ecolife tiene tres pilares: tecnología limpia, educación comunitaria y participación activa. Pero detrás de esos conceptos hay algo más potente: una intención real de poner en el centro a las personas. De entender que no se trata solo de salvar bosques, sino de proteger los cuerpos que los habitan.

A través del proyecto Tsasú —que en mazahua significa “proteger” o “cuidar”— han instalado 14,950 estufas Patsari, construidas con materiales locales y diseñadas para ser más eficientes y mucho menos contaminantes. El humo sale por una chimenea, la leña se utiliza mejor, y se reduce en un 40% el consumo de combustible. Cada estufa tiene una vida útil de 5 a 10 años, y cada una es, en sí misma, una historia de cambio.

De hecho, algunas mujeres viudas o sin ingresos constantes aseguran que estas estufas les han permitido no solo cocinar con dignidad, sino sostenerse.
El impacto va más allá de lo ambiental: las cocinas vuelven a ser espacios de convivencia. Los niños regresan. El humo deja de ser amenaza. El hogar respira.
Pero el cambio no termina ahí. Ecolife también trabaja con las infancias para crear conciencia desde temprano. Les enseñan por qué es importante proteger los recursos naturales, cómo el humo contamina el aire que respiran, y cómo ellos mismos pueden ser parte de una solución duradera.

Hasta ahora, el trabajo de campo avanza con un equipo reducido: 6 a 8 personas construyen unas 150 estufas al mes, con el apoyo de técnicos y personal administrativo. A este ritmo, lograr una cobertura completa de su zona de trabajo tomará hasta 2037. La meta de Ecolife es mucho más ambiciosa: alcanzar al menos el 75% de la región para 2030. Y para eso necesitan aliados.

Como parte de su estrategia de sostenibilidad, están apostando por la venta de créditos de carbono. Cada crédito representa una tonelada de CO₂ que no se libera al ambiente. Actualmente tienen más de 120 mil toneladas en stock por vender. Con esa venta, podrían ampliar su equipo, acelerar la construcción de estufas y expandir el proyecto hacia otros estados con vulnerabilidad social y ambiental.

Ecolife sabe que el cambio climático no se combate solo desde la teoría ni desde las grandes cumbres. Se combate, también, desde una cocina rural, donde una mujer deja de cocinar entre humo, y empieza a cocinar en paz.

Porque a veces, transformar el mundo empieza por algo tan simple —y tan vital— como volver a respirar.

Lo que hace Ecolife no es solo instalar estufas: es reconstruir vínculos. Es sembrar posibilidades donde parecía no haberlas. Es recordar que la justicia ambiental empieza cuando se escucha a quienes han sido invisibilizados por años. Y que un cambio profundo, verdadero, no llega desde afuera, sino cuando las comunidades se reconocen como protagonistas de su propio destino. En cada cocina que se transforma, en cada niño que aprende a cuidar el bosque, en cada mujer que ya no cocina sola entre humo, Ecolife está encendiendo algo más que fuego. Está encendiendo el futuro.


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