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La instauración de la democracia como la conocemos ha sido un proceso de transformación que tuvo como punto inicial la caída de la tiranía y el fortalecimiento del poder popular a través de derecho a elegir y ser elegidos

Entendida desde hace siglos como el gobierno del pueblo y para el pueblo, la democracia se ha impulsado a través de la participación de los ciudadanos y la representación de los funcionarios o servidores públicos. Sin embargo, esta representación en los sistemas legislativos, sugiere actualmente una diferencia sobre cuál es el lugar que ocupa cada ciudadano o ciudadana dentro de las esferas de poder. 

Esa visión dista mucho de la primera forma en la que los antiguos griegos solían elegir a sus representantes y es que, el político ateniense que introdujo la Democracia en la “Hélade” pretendía que cualquier persona perteneciente al pueblo helénico, pudiera ser elegible mediante un sorteo y ejercer así funciones políticas. Se trata de Clístenes de Atenas, que nació en el seno de la aristocracia de los Alcmeónidas, una familia conocida por su abierta oposición a la tiranía. 

Durante la tiranía de Hipias, Clístenes se había desempeñado como arconte, es decir, un gobernante; sin embargo, tras el exilio del tirano, el campo quedó libre para que alguien más asumiera un nuevo liderazgo el cual se disputaba junto con Iságoras, hijo de Tisandro, ambos representantes de dos facciones importantes dentro de la ciudad, pero con ideas completamente opuestas sobre cómo se debería gobernar a la ciudadanía ateniense. 

Por un lado, Iságoras mantenía la postura de mantener el poder de la aristocracia, una posición contraria a la de Clístenes, quien buscó el apoyo de la plebe y propuso una serie de reformas de corte democrático, lo que le hizo ganar varias voces a favor. Iságoras, preocupado por el aumento en la popularidad de su rival político, recurrió al rey espartano, Cleómenes para que intercediera y eliminara a Clístenes, una maniobra política que de momento, lo hizo abandonar la ciudad. A pesar de ello, las ideas y propuestas del “primer demócrata” ateniense resonaban en los oídos de los ciudadanos, lo que provocó que la llegada de los espartanos fuera mal vista y por lo tanto, los expulsaran de la Acrópolis. 


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Los primeros pasos a la democracia

Junto con los soldados de Esparta, Iságoras también fue desterrado de Atenas y el regreso de Clístenes se convirtió en el primer paso del camino hacia los sistemas democráticos, pues una de sus principales ideas no era cambiar una tiranía por otra, sino expandir los derechos y la participación del pueblo en la vida pública de la ciudad. 

A través de la isonomía (Isos, que significa “igual” y nomos, que significa “ley”), Clístenes asentaba las bases para la igualdad en la construcción de leyes y reformas. También, la instauración del gobierno democrático comenzó por la ley del ostracismo, es decir, por  el destierro de las personas que ejercieron un mal gobierno o desempeño público.

Curiosamente el ostracismo, sí se realizaba mediante el voto o consulta popular y se escribía en una vasija hecha de barro o en el caparazón de una tortuga, el nombre de aquellos ciudadanos que habían sido condenados al destierro. 

Otra de las reformas institucionales que logró Clístenes, fue la ampliación de los miembros de la Boulé o Consejo, que estaba compuesta por 400 ciudadanos divididos en cuatro tribus; sin embargo Clístenes aumentó el número a 500 y dividió a las tribus en 10 partes a fin de que cada una de ellas tuviera una representación en la asamblea de 50 miembros. Esta acción de dividir a las tribus y aumentar el número de representantes, fue con la intención de aumentar la participación de la ciudadanía en la toma de decisiones de la vida
pública.

Aunque varias de las reformas impulsada por Clístenes no lograron materializarse, lo cierto es que con el paso de los años, el sistema democrático logró fortalecerse cada vez más, hasta convertirse en lo que conocemos hoy como uno de los sistemas políticos con mayor relevancia de la historia occidental y que ha podido –para bien o mal– poner como gobernantes a personajes tan disímbolos pero igualmente populares como por ejemplo, Donald Trump y Javier Mujica, en Uruguay. 

Este último presidente habló sobre el político griego durante el Curso Internacional “Estado, política y democracia en América Latina” al mencionar que “Clístenes decide darles la libertad a los esclavos por deuda. Pero ellos, piden que se les dé algo para poder vivir. Clístenes sabía que ese ‘algo’ había que sacárselo a la oligarquía de su tiempo. Sin embargo, decidió darles una cosa: el voto en la Asamblea. Les empezó a dar poder político”.

Así la democracia, además de fortalecer al brazo ciudadano con una armadura participativa y representativa tiene como objetivo una máxima prioridad: combatir la desigualdad en todos sus niveles. 


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