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Un análisis crítico sobre el papel histórico de la guerra como expresión del imperialismo, sus vínculos con el desarrollo tecnológico y el riesgo existencial que plantea en la actualidad. Frente a ello, emergen nuevas formas de conciencia colectiva y cooperación como alternativa al colapso.

Desde tiempos inmemoriales ha existido la guerra como práctica de dominación, de invasión y despojo entre pueblos y luego naciones.  Por ejemplo, guerras antiguas como las médicas (499-449 a.C.), en donde se enfrentaron los imperios persa en contra de las ciudades estado griegas; las guerras púnicas (264-146 a.C.), con las que el imperio romano pudo extenderse hacia territorios en el Mediterráneo, etc. Los motivos de estas y muchas otras afrentas se debían al robo del territorio, de los recursos, y también se ocasionaban por motivos religiosos. Las milicias desde entonces han jugado un papel fundamental. 

De modo que, junto con el desarrollo de estrategias militares, uso y confección de armas, hasta las cruciales cuestiones logísticas, se ha implicado el desarrollo de todo tipo de tecnología. Recordemos que el internet tiene como antecedente ARPANET, modelo de red creado como proyecto militar por el ejército de Estados Unidos; cuya finalidad era mejorar la comunicación entre las partes involucradas contra sus oponentes. 

Sería en los años 70 cuando este modelo de red se utilizara como base de la conexión global, y hasta la década de los años 90 cuando se creara, sobre esta misma base, la World Wide Web para navegación y uso de sitios web. Un origen similar tuvo la bomba atómica, nacida bajo el proyecto Manhattan de Estados Unidos, en el marco de la segunda guerra mundial. Todas y todos sabemos acerca de su fatídico uso en Hiroshima y Nagasaki, en 1945. 

De las últimas guerras, donde nuestro vecino del Norte ha tenido un rol a veces protagónico, a veces tras bambalinas -como ha acostumbrado llevar a cabo en cuanto a intervenciones en pueblos latinoamericanos- podemos destacar que dentro de los principales motores que le impulsan a sostener su ideología bélica son tanto su empecinamiento imperial y expansionista del manejo de poder, como su marcada intención de convertir a todo el mundo en su sostén económico sin importar la sangre que corra. Un mercado mundial con su ideología de libre mercado y de supuestas libertades que, a estas alturas, nos consta que quedan nada más que para justificar su voracidad. Esto se traduce en la expansión del sistema económico e ideológico capitalista.

Sin embargo, y hay que decirlo con toda la fuerza de la expresión que tenga lugar, esta concepción bélica nacida bajo un paradigma de robo, muerte, expropiación y saqueo, si bien tuvo sus orígenes en lo que fuera la progresiva transformación del mundo y el nacimiento de los estados nación, hasta la conformación de las naciones que hoy conocemos, no tiene más lugar si deseamos que la humanidad perviva. La humanidad en general, sí. En primera instancia por lo siguiente: la creación y uso de tecnología militar llegó a su punto máximo con la invención de la tecnología nuclear; lo que quiere decir, como ya quedó demostrado en la segunda guerra mundial, que si a estas alturas de la escalada de conflictos mundiales a alguna nación se le ocurriera utilizar armamento nuclear esto podría significar el fin de pueblos enteros, sino es que de la humanidad que habita este planeta. 

Así, el peligro fundamental es la tecnología nuclear y otras generadas con el mismo potencial destructivo, como la bomba de hidrógeno, etc., pero también los dirigentes que siguen el esquema de dominación imperialista y caduco, anacrónico, que implica el paradigma del imperialismo y de la guerra. 

Ha quedado ya demostrado que el mundo se encuentra en crisis: el colapso económico, el desastre medioambiental, el recrudecimiento de la violencia, la cooptación que el crimen organizado ha hecho de pueblos enteros, como es el caso de gran parte del territorio mexicano; la cultura de la corrupción, el nepotismo y la rapacidad de mandatarios y dirigentes. Todo ello ha sumido por completo a un sistema de supervivencia a enormes capas de la población. No se diga en estos momentos de la atrocidad genocida de la franja de Gaza y el pueblo palestino, y de las redadas antiinmigrantes en Estados Unidos.

De modo que, considero, no puede ser de otra manera: hoy todos estos eventos nos están mostrando que tanto el sistema rapaz de comercio, explotación, saqueo y violencia no puede sostenerse más si no queremos perecer. Tal parece que, como en la premisa de aquellos teóricos aceleracionistas, se cumple que el propio sistema se está llevando a su límite, a su acabose. 

¿Qué es lo que está surgiendo en cambio? Paradójicamente, hoy existe una mayor toma de consciencia respecto del cambio al que debe reconducirse el estado de cosas. Hoy tenemos prácticas situadas desde pueblos originarios, como el auge de teorías y filosofías, por ejemplo, las del sur, o bien, el feminismo; ciertos preceptos y prácticas espirituales que se han extendido a toda la población y han dejado de ser conocimientos herméticos -aunque siempre se corre un riesgo y en este último caso tenemos al New Age-; alejados desde luego de cualquier doctrina religiosa.

Lo cierto es que, continuando con esta paradoja, hoy existen ya las herramientas de pensamiento y acción que pueden mover a las sociedades hacia un esquema antibélico. Estamos, si el tiempo lo permite, presenciando un cambio de paradigma y el derribo del modelo de pensamiento que antes fuera la única salida posible para la supervivencia humana en esos términos de adhesión territorial y saqueo. Quienes se abanderan con ese esquema rancio, tal parece, están llegando a niveles de prácticas demenciales; está el buen ejemplo de todo lo que sucede con el mandatario estadunidense Donald Trump y el caos que está ocasionando en su propia nación y en el mundo.

Del cambio de dirección ya están al tanto personas, colectivas/os y naciones. Son precisamente quienes están fomentando esquemas de cooperación y alejándose del conflicto en términos del exterminio y la violencia. El escenario hoy se torna radical: la cooperación entre personas, pueblos y naciones completas debe de ser una que impulse la inclusión y construcción de esquemas y prácticas para la transformación del pensamiento y la toma de consciencia. Solo con ello esto que conocemos como humanidad podrá continuar en su camino del autoconocimiento. Lo otro, el camino de siempre, el de las guerras, solo nos puede conducir hacia la extinción inmediata.


Valentina Tolentino Sanjuan es socióloga y Maestra en Filosofía por la UNAM, doctorante en Humanidades (línea Filosofía Moral y Política, UAM) y editora en Viceversa. Investiga sobre subjetividad a partir del cambio tecnológico; también sobre feminismos y literatura. Es miembro activo de la Red Mexicana de Mujeres Filósofas y miembro de la Revista de filosofía Reflexiones Marginales Saberes de la Frontera de la UNAM. 


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Imagen de portada: FPG