El universo holográfico y la conciencia: una interpretación no-dual de la física cuántica
Ciencia
Por: Luis Alberto Hara - 01/06/2025
Por: Luis Alberto Hara - 01/06/2025
David Bohm, físico teórico y filósofo, ofreció una interpretación revolucionaria de la realidad que desafía la fragmentación del pensamiento convencional. Su modelo del universo holográfico propone que toda la existencia está interconectada, que cada parte contiene la información del todo, y que la conciencia juega un papel fundamental en este entramado universal.
Bohm desarrolló su teoría del Orden Implicado como una alternativa al paradigma mecanicista de la física clásica. Según esta visión, el universo visible (el "Orden Explicado") es solo una manifestación superficial de una realidad más profunda e indivisible, el "Orden Implicado". Este último puede entenderse como un océano subyacente de energía y potencialidad infinita.
La percepción humana de un mundo fragmentado, donde sujeto y objeto, mente y materia, parecen separados, no es más que un reflejo de un pensamiento fragmentado. Bohm argumenta que nuestras categorías lingüísticas y gramaticales, desde la lógica aristotélica hasta el dualismo cartesiano, perpetúan esta fragmentación. Sin embargo, en el nivel fundamental de la realidad, no hay separación: el observador y lo observado están entrelazados en un flujo indivisible.
Si el hombre piensa en la totalidad como compuesta por fragmentos independientes, su mente tenderá a operar de esa manera. Pero si puede incluir todo de manera coherente y armónica en un todo que es indiviso, sin fronteras, su mente también tenderá a moverse de esa forma, y de ello fluirá una acción ordenada dentro del todo.
Bohm utilizó el holograma como metáfora para ilustrar la unidad del universo. Un holograma, al ser iluminado por un rayo láser, genera una imagen tridimensional; lo fascinante es que cada fragmento del holograma contiene toda la información del todo. Esto refleja la idea de que en cada partícula del universo está codificada la totalidad de la realidad.
En el contexto del universo holográfico, las partículas que observamos no son entidades aisladas, sino manifestaciones locales de un todo no localizado. Por ejemplo, un electrón no es un "objeto" individual, sino un conjunto enfoldado que se despliega en un lugar específico cuando lo observamos.
Cuando algo está organizado holográficamente, toda apariencia de ubicación se desvanece. Decir que cada parte de una película holográfica contiene toda la información del todo es otra manera de decir que la información está distribuida de manera no local” ( Micheal Talbot, 1991)
Bohm llevó esta visión aún más lejos al sugerir que la conciencia no es una entidad separada de la materia, sino un aspecto del mismo flujo universal. Mente y materia no son sustancias distintas, sino expresiones de un movimiento único y continuo.
La física cuántica, con fenómenos como el entrelazamiento, apoya esta perspectiva. Si las partículas subatómicas pueden influirse mutuamente instantáneamente, independientemente de la distancia, esto sugiere que el universo opera como una totalidad integrada. En este marco, la conciencia podría entenderse como una onda-partícula que interactúa con el Orden Implicado, desvelando y reflejando la realidad. Bohm explica: “La mente y la materia no son sustancias separadas, sino aspectos diferentes de un movimiento único y continuo”
La visión holográfica de Bohm encuentra resonancia en tradiciones como el budismo mahayana y la filosofía hindú. El concepto de maya, que describe el mundo fenomenológico como una ilusión, y la noción de sunyata (vacío), se asemejan al mar subyacente de potencialidad del que habla Bohm. La idea de que cada partícula contiene la totalidad del universo también evoca la intuición mística de William Blake:
“Ver el mundo en un grano de arena, y el cielo en una flor salvaje, sostener el infinito en la palma de la mano y la eternidad en una hora.” (Blake, Auguries of Innocence).
En última instancia, el modelo holográfico no solo ofrece una nueva forma de entender la realidad física, sino que sugiere que la conciencia misma es primordial, ubicua y fundamental para la estructura del universo. En este marco, el universo no es una colección de fragmentos aislados, sino una entidad viva y consciente, en la que cada uno de nosotros participa como una manifestación del todo.