Murió Eduardo Lizalde, poeta de la sensualidad, el amor y el tierno desencanto
Arte
Por: José Robles - 05/25/2022
Por: José Robles - 05/25/2022
Este 25 de mayo falleció en la ciudad de México Eduardo Lizalde, conocido como “el Tigre”, a la edad de 93 años.
Lizalde fue uno de los poetas más destacados de la segunda mitad del siglo XX en México, contemporáneo de una generación destacada en la que se encontraron otros como Octavio Paz, Rubén Bonifaz Nuño y, más tardíamente, José Emilio Pacheco. También frecuentó a otros grandes de las letras mexicanas como José Luis Martínez y Juan José Arreola (con quien compartió la pasión por el ajedrez).
En su poesía, Lizalde abordó especialmente el tema del amor, pero expuesto desde una perspectiva muy singular, a medio camino entre la sensualidad, la ternura y el desencanto. Varios de los poemas del Tigre se podrían ubicar en la intersección de esos tres enfoques, relacionados con la experiencia amorosa: la experiencia de los sentidos al amar, la experiencia emocional y la experiencia de referir todo ello una vez que lo vivido ha pasado por los tamices de la memoria y la razón, que no son del todo amables con el amor. Además, con su talento verbal, Lizalde tejió con su obra un léxico del amor deslumbrante, preciso, excelso por momentos, y en todo caso, un léxico más que digno para el amor.
Por ejemplo, como en este poema, un fragmento de “Retrato hablado de la fiera” (El tigre en la casa, 1970):
Que tanto y tanto amor se pudra, oh dioses;
que se pierda
tanto increíble amor.
Que nada quede, amigos,
de esos mares de amor,
de estas verduras pobres de las eras
que las vacas devoran
lamiendo el otro lado del césped,
lanzando a nuestros pastos
las manadas de hidras y langostas
de sus lenguas calientes.
Como si el verde pasto celestial,
el mismo océano, salado como arenque,
hirvieran.
Que tanto y tanto amor
y tanto vuelo entre unos cuerpos
al abordaje apenas de su lecho, se desplome.
Que una sola munición de estaño luminoso,
una bala pequeña,
un perdigón inocuo para un pato,
derrumbe al mismo tiempo todas las bandadas
y desgarre el cielo con sus plumas.
Que el oro mismo estalle sin motivo.
Que un amor capaz de convertir al sapo en rosa
se destroce.
Que tanto y tanto, una vez más, y tanto,
tanto imposible amor inexpresable,
nos vuelva tontos, monos sin sentido.
Que tanto amor queme sus naves
antes de llegar a tierra.
Es esto, dioses, poderosos amigos, perros,
niños, animales domésticos, señores,
lo que duele.
Lizalde también fue ensayista y tuvo actividad en el campo de la difusión cultural. Su voz firme y portentosa era asimismo una característica importante suya, la cual aprovechó para realizar grabaciones de su poesía en voz alta y para trabajar en la radio.
Cabe mencionar que en su juventud coqueteó con volverse cantante lírico, por lo cual contaba con la formación para dar a sus lecturas y sus intervenciones radiofónicas un toque distintivo. En la radio tuvo al final de su vida un programa sobre ópera, campo que también conocía muy bien y sobre el cual conversaba a veces con el gran erudito Ernesto de la Peña, otro de sus grandes amigos.
Descanse en paz, Eduardo Lizalde (1929-2022).