Caminar siendo mujer: la ciudad como un mapa del miedo… y la exigencia
Sociedad
Por: Carolina De La Torre - 03/08/2025
Por: Carolina De La Torre - 03/08/2025
Camina al espejo, encuentra en tu reflejo la imagen que no se anteponga a la vista del agresor, avanza a la salida y voltea entre las luces esperando que nadie te mire; recorre la oscuridad a paso rápido pero firme, endereza tu postura y refleja que ese latente miedo no está ahí, mantén tus sentidos alerta. ¿Te tocaron? No, creo que solo fue un roce involuntario. Te están mirando. ¿Qué significa esa mirada? Mejor lo miro suponiendo que, como yo, se sentirá intimidado. Pero no lo hace. Y entonces apresuras el paso, trazas una ruta mental, calculas cada movimiento. Ya no es solo caminar, es sobrevivir al trayecto.
La ciudad, con sus luces y sus calles interminables, no es la misma para todas las personas. Para las mujeres, cada tramo, cada vuelta de esquina, se convierte en una ruta mental cuidadosamente trazada. Hay lugares que no se pisan de noche, pasos que se aceleran al sentir una sombra, llaves que se aprietan entre los dedos como si fueran un amuleto contra lo inevitable.
La geografía del miedo no es visible, pero existe. Es un mapa íntimo en el colectivo que las mujeres construyen a partir de advertencias, de experiencias propias o ajenas, de mensajes que dicen "Avísame cuando llegues", "No tomes esa calle sola" o “No te pongas eso si vas sola”. Es un ejercicio constante de vigilancia y alerta, que desde edad temprana te acompaña en las primeras palabras y consejos nacientes de tu madre, abuela o hermana. La libertad de moverse, de caminar la ciudad sin temor, es un derecho que debería pertenecer a todos, pero mientras para algunos el peligro es una posibilidad, para las mujeres es una amenaza constante. Lo que para otros es un riesgo ocasional, para la mujer es una alerta perpetua, un miedo aprendido, heredado en el código sanguíneo que se renueva con cada historia que nunca debió ser.
¿Cuántas veces has dejado de ser, de estar, de ir, por el miedo a las calles y la noche? Por el miedo a existir sabiendo que cualquiera de esas miradas que te cruzas podría abalanzarse hacia ti y perpetuar en ti los años de violencia que se han marcado en los cuerpos de otras que, como tú, creían que iban a llegar a su destino.
El 8M no es una celebración: es una exigencia para que un día las ciudades dejen de ser laberintos de peligro y se conviertan en espacios donde las mujeres puedan caminar sin trazar rutas de supervivencia, donde las ausencias no sólo se recuerden, sino que se griten y en donde el miedo, por –¿un día?– no dicte el camino.