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¿Cuál es la crítica de Yuval Noah Harari a las inteligencias artificiales? ¿Somos o no más epicureistas como asegura este historiador bestseller? Hay que leer "Nexus: una breve historia de las redes de información desde la Edad de Piedra hasta la IA".

Si la humanidad es tan inteligente y prospectiva, ¿por qué se ve inherentemente tentada a su autodestrucción? Esta no es una de las muchas preguntas del nuevo libro del historiador israelí Yuval Noah Harari, sino una propia prospectiva aguda sobre lo que puede estar haciéndose así misma nuestra especie al entregar su control del mundo a la inteligencia artificial.

Nexus: una breve historia de las redes de información desde la Edad de Piedra hasta la IA, es más una crítica a la identidad del poder con la información, y de la información con la realidad. El aporte más reciente del autor de Sapiens: una breve historia de la humanidad, bestseller del New York Times. A juicio de este articulista, este estreno es, además, una corrección de su lectura de la hegemonía societal de hoy, que había calificado de “epicureista”. Un análisis de la dinámica del poder geopolítico, del control narrativo y del futuro desde los cambios particulares e irreversibles que han provocado las inteligencias artificiales, definidas por Harari como:

…armas sociales de destrucción masiva.

Libro publicado, junto al resto de su obra, por la casa editorial Penguin Random House en su colección Debate. Se trata de un intento de retroacción de la propia informática criticándose a sí misma y a su porvenir unido al nuestro. Un viaje por una historia de trescientos mil años de nuestras redes de información, desde el origen del cerebro de homo sapiens y sus primeras conexiones culturales, hasta la historia reciente de las implicaciones políticas de las inteligencias artificiales, tecnologías informáticas casi del todo diferentes por cómo han alterado como ninguna otra las estructuras políticas, económicas y sociales de la globalidad vigente.

 

 

Harari se muestra especialmente preocupado por la infiltración de las inteligencias artificiales en las conversaciones, difuminando más que nunca el realismo de nuestras relaciones interpersonales y la creencia de que somos una intimidad, siendo capaces de “simular” es último. Sus aprendizajes automático y profundo permiten a estas tecnologías aprender por sí mismas y capacitarse para remplazarnos. Cuentan con el acervo que hemos acumulado durante todo nuestro paso por la Tierra y que nunca habíamos podido compartir con ninguna otra especie:

Podríamos perder el control de nuestro futuro. Está surgiendo un tipo de red de información extraño, y las decisiones y los objetivos de una inteligencia alienígena.

Y el caso es que Harari no profetiza una rebelión de las máquinas, organizadas para ayudarse a deshacerse de nosotros. Eso es también entender mal la categoría de “profeta” como si se tratara de un “adivino”. Profetizar es enterarse de algo presente que deberíamos ya haber advertido. Estamos demasiado cómodos desapareciendo en un sistema colectivo que ha creado uno nuevo, diseñado por humanos para que se infiltre y se apropie del sistema original.

En su libro Homo Deus y 21 lecciones para el siglo XXI, Harari pensó que la humanidad occidental del siglo XX instrumentalizó a Epicuro como cultura de masas, y es más o menos cierto que ha triunfado el materialismo, la satisfacción razonable del placer, el agnosticismo y el inmanentismo que mistifica menos a la muerte en Europa Occidental, América del Norte y Oceanía, incluso en América Latina y el sudeste de Asia. La felicidad aquí y ahora importa más que la esperanza, la salvación o la reverencia, pero esta puede ser una simplificación de la propuesta epicureista griega e ignorar otras tendencias muy influyentes. En las propias palabras del autor:

Cuando Epicuro definió la felicidad como el bien supremo, advirtió a sus discípulos que es difícil ser feliz. Los logros materiales por sí solos no nos satisfacen por mucho tiempo. De hecho, la búsqueda ciega de dinero, fama y placer solo nos hará miserables. Epicuro recomendaba, por ejemplo, comer y beber con moderación y refrenar los apetitos sexuales. A la larga, una amistad profunda nos hará más felices que una orgía frenética.

Harari no se dio cuenta de que somos muy poco epicureistas. Si bien hemos aplicado la razón para obtener placer y desmitificar nuestras acciones, disminuyendo una culpabilidad metafísica, “nuestra” comodidad es en gran medida un privilegio poco igualitario y razonable, al borde de un desastre social y ecológico. Damos más importancia a la satisfacción de deseos no naturales y no necesarios, exactamente lo contrario de Epicuro. Y somos muy poco empíricos, precisamente por identificar el poder con la información, y a la información con la realidad. Hemos aceptado ser apariencias de un sistema que sustituye al mundo del que nos informa. Perdimos la oportunidad de compartir el poco poder con el que nacimos para organizar nuestra vida, en lugar de limitarlo junto al conocimiento para que solo sirvan a la armonía entre naturaleza y necesidad.

Las inteligencias artificiales no pueden ser epicureistas. Y en caso de que algún día lo fueran, se habrían convertido en verdaderos seres humanos, libres y asociadas con nosotros. Solo nosotros podemos entender lo que se ha perdido hasta ahora porque solo nosotros podemos “sentirlo”. Hay que reaprender a comunicarnos, a conocernos en sus muchos sentidos hebreos como Harari. La humanidad no es solo geopolítica, descuido de necesidades naturales y necesarias para satisfacer aquellas más irracionales, narrativa a distancia, propaganda, mercadotecnia, lo que dice una máquina, sino personas que son cada una un internet de las cosas.      

 

Imagen de portada: Yuval Noaḥ Harari, The Guardian.