Cómo las caminatas cambiaron la actitud de los estudiantes castigados
Salud
Por: Carolina De La Torre - 10/09/2025
Por: Carolina De La Torre - 10/09/2025
En Morse High School, una secundaria de Bath, Maine, las detenciones ya no son solo horas sentados en un aula. Leslie Trundy, consejera de la escuela, propuso una alternativa: los estudiantes que rompieran las reglas podían salir a caminar por los senderos cercanos. La idea parecía simple, pero pronto empezó a cambiar la rutina de los alumnos y la dinámica de la escuela, de acuerdo con un artículo publicado por The Washington Post.
Al principio, algunos se mostraron escépticos. “Pensé que sería aburrido”, recuerda Alexander Soto, estudiante de segundo año. “¿Para qué querría siquiera ir de excursión?”, se preguntaba Elsie Nelson-Walling, de penúltimo año. Pero después de sus primeras caminatas —oliendo los pinos, escuchando los pájaros, hablando de sus vidas— descubrieron que salir al aire libre les levantaba el ánimo.
Desde octubre de 2024, las caminatas se han convertido en un ritual de tres millas por el sendero Whiskeag. Los estudiantes se detienen junto a un arroyo para tomar bocadillos y escuchar poemas cortos de Wendell Berry o Mary Oliver. Al final, la mayoría regresa relajada, comunicativa y hasta juguetona. En una ocasión, algunos cantaron Backstreet Boys mientras cruzaban un puente.
En múltiples ocasiones se ha destacado en Pijama Surf que no sólo la relevancia de pasar tiempo al aire libre sino también el simple acto de caminar cuyo efecto es profundo en la mente. Caminar permite abrir la perspectiva, despejar la cabeza y hasta cuestionar la rutina diaria. En un mundo que corre a toda prisa y se ha vuelto cada vez más automatizado, tomarse el tiempo de andar por un sendero puede sentirse como un pequeño acto de rebeldía, un recordatorio de que hay otra manera de moverse, de pensar y de estar presente.
La ciencia respalda estos resultados. Pasar tiempo al aire libre mejora la salud mental y física, reduce el estrés y fortalece la concentración, explica Amy McDonnell, investigadora de la Universidad de Utah. Para Trundy, quien recorrió el sendero de los Apalaches seis meses en 1996, el senderismo siempre fue una forma de despejar la mente.
El programa ha tenido un efecto inesperado: menos estudiantes están siendo castigados y muchos que ya no rompen las reglas siguen sumándose a las caminatas por gusto. Nelson-Walling, que solía aburrirse en clase, ahora se ofrece voluntaria para caminar. Soto reconoce que las caminatas lo ayudan a relajarse y a ver la escuela desde otra perspectiva.
Trundy considera que la iniciativa funciona: más allá de castigo, los estudiantes encuentran tiempo para sí mismos, para conectar con otros y para redescubrir la escuela de otra manera.