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Estas autoras no sólo escribieron ciencia ficción: desollaron el presente y parieron futuros tan feroces como necesarios. Diez libros que laten como constelaciones rotas.

La ciencia ficción, ese territorio donde la imaginación y la desesperanza se abrazan como viejos amantes, ha tenido voces femeninas que no solo escribieron futuros: los parieron con sangre, con furia, con ternura. Estas autoras no soñaron mundos perfectos, sino espejos deformados en los que aún hoy —quizá sobre todo hoy— nos miramos con horror y deseo.

Aquí, ocho obras que no son simplemente libros: son heridas abiertas, constelaciones secretas, advertencias susurradas al oído.

 

Frankenstein — Mary Shelley (1818)

La joven Shelley no solo inventó una criatura. Inventó la pregunta que todavía nos atraviesa: ¿qué precio pagamos por desafiar a los dioses? Escrito en noches de tormenta, este libro es la génesis de nuestra angustia moderna: la ciencia como promesa y condena.

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Los desposeídos — Ursula K. Le Guin (1974)

Entre dos planetas gemelos, Le Guin borda una utopía rota y una distopía disimulada.  Aquí, la libertad se saborea como una fruta amarga, y el anhelo de un mundo mejor siempre es una herida que nunca cierra. Ganadora del Hugo, Nebula y Locus, porque hay mundos que sólo Le Guin sabía inventar.

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El libro del día del juicio final — Connie Willis (1992)

Un viaje en el tiempo hacia una peste que no es sólo medieval: es eterna. Willis teje una historia donde la muerte camina lenta y segura, y donde la única ciencia verdadera es el amor desesperado por quien ya no volverá. Ganadora del Hugo y el Nebula.

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El hombre hembra — Joanna Russ (1975)

 En su universo, las mujeres pueden imaginarse a sí mismas libres... aunque el precio sea incendiar todo lo conocido. Una obra radical, feroz, que te deja con el alma descarnada y las neuronas ardiendo.

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Justicia auxiliar — Ann Leckie (2013)

Una conciencia fragmentada. Un imperio que se derrumba en sus propios pronombres. Leckie rompió la ópera espacial y la reconstruyó en clave íntima y política. Ganadora del Hugo, Nebula y Arthur C. Clarke: porque redefinir el alma nunca ha sido tarea sencilla.

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Mujer al borde del tiempo — Marge Piercy (1976)

¿Qué pasaría si pudieras ver un futuro donde la ternura y la justicia fueran la norma? Piercy soñó ese futuro… y también nos mostró cuán brutal es el presente que nos encadena. Una novela que no predice: suplica.

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Cadáver exquisito — Agustina Bazterrica (2017)

En esta distopía, el canibalismo no es metáfora, sino rutina. Bazterrica nos entrega un espejo insoportable donde la carne y el mercado se funden en un solo grito sordo. Leerla es como abrir una herida con los dientes.

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Trafalgar — Angélica Gorodischer (1979)

Historias contadas al calor del café, entre humo y risas que esconden abismos. Trafalgar, el mercante de mundos imposibles, nos lleva de paseo por planetas extraños donde lo maravilloso y lo absurdo se abrazan como viejos cómplices.

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Estas autoras no sólo imaginaron mundos distintos: nos mostraron lo diminutos, lo absurdos, lo gloriosamente fallidos que somos. Cada una, a su modo, desenmascaró los anhelos y las pesadillas que laten bajo nuestras pieles de civilización. Ellas soñaron por nosotros. Y todavía estamos intentando estar a la altura de sus sueños.


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Imagen de portada: Marge Piercy (Getty Images)