El juicio lapidario de Nabokov sobre algunos de los mejores escritores de la historia
Libros
Por: Alejandro Massa Varela - 03/22/2024
Por: Alejandro Massa Varela - 03/22/2024
El buen gusto de Vladimir Nabokov puede ser puesto en duda por críticos y lectores, pero para sí mismo no era nada menos que una confianza existencial y una certeza casi religiosa. Un agnóstico indiferente puede tener religión, ese escrúpulo que separa lo profano de lo sagrado, lo puro de lo impuro, al discriminar obsesivamente un ejercicio de competencias con genio, de la mediocridad disfrazada e intolerable. La seguridad personalísima de Nabokov creía verse justificada por un conocimiento hábil de la poética que sería torpe de subestimar. También por un desarrollo riguroso como traductor desde la adolescencia, tan fuera de serie que, a los quince años, ya había leído y releído a Tolstoi en ruso, a Shakespeare en inglés y a Flaubert en francés. Fue un tecnicista que asumía diferencias entre escritores como si unos escribieran como cocineros y otros como gastrónomos, ignorantes o conocedores de la física de los elementos, el tiempo de cocción de la prosa, el “umami” sutil del poema. Solo reconocía:
…la excitación de la ciencia y la paciencia de la poesía.
Pero este novelista y poeta también era un egoísta, y por eso mismo gozaba solo de libros similares a su propio estilo. Su biografía es una admirable y solitaria dedicación de Nabokov a Nabokov, erudito, conferencista, traductor trilingüe, experto en ajedrez y “lepidopterista” o coleccionista de mariposas. Aunque maduró en Berlín, Cambridge, Cornell y Montreux, su origen aristocrático en San Petersburgo pudo haberlo privado de interés y opiniones complejas sobre problemas sociales. Para sus detractores, su perspectiva no ha envejecido demasiado bien. Fue en gran medida un indiferente privilegiado que identificó su vista y oído con imágenes bellas y sonoridades melodiosas. Por eso detestaba la culpa y la incomodidad existencial de Dostoievski. Más todavía la intencionalidad trasformadora de Marx y de escritores comprometidos como Bertolt Brecht, lo nulidad absoluta para alguien como el autor de Lolita y Pale Fire. Nabokov solo estaba convencido de las revelaciones más intransferibles, algo que obliga al escritor a falsear su verdad para poder contarla. Quizá por eso su amor por las mariposas, seres extremadamente vulnerables al tacto, a la menor agencia sobre su naturaleza, siendo lo único apropiado disecar su belleza o tocarlas solo con la mirada:
Desde los cinco años, todo lo que sentía en relación con un rectángulo de luz solar enmarcado estuvo dominado por una única pasión. Si mi primera mirada de la mañana fue hacia el sol, mi primer pensamiento fue hacia las mariposas que engendraría.
Para ser un buen novelista y poeta, suprimió cualquier resquemor hacia la crítica, lo que no era otra cosa que crear a “Nabokov” como una verdad y una técnica para decir mentiras precisas. Como crítico literario fue por eso exageradamente contundente. Calificó a Ernest Hemingway de escritor de libros para niños, aunque con sus momentos, y a Oscar Wilde como un moralista de rango. T. S. Eliot estaba ciertamente sobrevalorado, y Jean Paul Sartre no era más que filósofo de café cansadamente fracasado. Condenó a Saul Bellow como una mediocridad ridícula, y al Quijote de Cervantes como un libro viejo y malo.
A pesar de esta indigestión, no sé decir si del crítico o de quienes leemos sus descalificaciones, Nabokov también podía ser acomedido. Sobre los autores que marcaron su crecimiento, confesó que Henri Bergson y Gustave Flaubert eran sus favoritos ya desde joven. William Shakespeare podía ser la mejor textura verbal jamás vista, y Alexander Pushkin o John Milton genios absolutos. Reconoció los amplios laberintos y el talento infinito de Jorge Luis Borges, y en Salinger no menos que uno de los mejores talentos del siglo XX. Las obras maestras de su tiempo, en primer lugar, Ulises de James Joyce, en segundo, La Metamorfosis de Franz Kafka, y en tercero, San Petersburgo de su compatriota ruso Andrei Bely.
Destaca en ese sentido lo difícil que resulta fijar una cierta "regularidad" en el gusto y el criterio literarios de Nabokov. Las obras vanguardistas del Oulipo francés o del nouveau roman le emocionan, pero no así otro tipo de experimentos literarios aun más extremos como el Finnegan's Wake de Joyce. Igualmente siempre se le reprochará su juicio tajante en contra del Quijote, obra que, según algunos, no alcanzó a apreciar debido a la baja calidad de las traducciones existentes en su época de la máxima novela cervantina. ¿Y qué pensar del desprecio tajante que expresa en contra de Marx y de Freud, cuya importancia para la historia del pensamiento humano fue decisiva pero quienes, además, también destacaron ya en su época por su talento literario (de Freud se dice incluso que estuvo considerado para ganar el Premio Nobel de Literatura, por la calidad con que manejó la lengua alemana, y aunque quizá esto fue sólo anécdota y especulación, sí recibió sin embargo en 1930 el Premio Goethe, otorgado por la ciudad de Frankfurt a personas de notable labor intelectual).
Odiemos o apreciemos desacomplejadamente a Nabokov, era consciente de su propia verdad necesitada de la mentira y de la belleza. En sus propias palabras:
La literatura no nació el día en que un niño que gritaba "lobo, lobo" salió corriendo del valle de Neandertal con un gran lobo gris pisándole los talones; La literatura nació el día en que llegó un niño gritando "lobo, lobo" y no había ningún lobo detrás de él.
Compartimos a continuación la lista de algunas de esas "opiniones contundentes", tomadas del libro de Nabokov titulado precisamente así. Veamos.
Auden, W. H. No estoy familiarizado con su poesía, pero sus traducciones contienen errores deplorables.
Austen, Jane. Genial.
Balzac, Honoré de. Mediocre. Finge realismo con tópicos fáciles.
Beckett, Samuel. Autor de hermosas novelas y desdichadas obras de teatro.
Borges, Jorge Luis. Uno de los favoritos. ¡Con qué libertad se respira en sus maravillosos laberintos! Lucidez de pensamiento, pureza de poesía. Un hombre de talento infinito.
Brecht, Bertolt. Una nulidad, no significa absolutamente nada para mí.
Camus, Albert. No me gusta. De segunda categoría, efímero, engreído. Una nulidad, no significa absolutamente nada para mí. Horrible.
Carroll, Lewis. Siempre me ha gustado. Uno quisiera haber filmado sus picnics. El mejor escritor de cuentos infantiles de todos los tiempos.
Céline, Louis-Ferdinand. De segunda categoría. Un tipo de escritura tensa pero en realidad muy floja.
Cervantes, Miguel de. Don Quijote: Un viejo libro cruel y crudo.
Cheever, John. "The Country Husband": Un favorito particular. Coherencia satisfactoria.
Chejov, Anton. Un favorito entre los 10 y los 15 años, y después. Talento, pero no genialidad. Lo quiero mucho, pero no puedo racionalizar ese sentimiento.
Chesterton, G. K. Favorito entre los 8 y los 14 años. Esencialmente un escritor para gente muy joven. Romántico en sentido amplio.
Conan Doyle, Arthur. Un favorito entre los 8 y los 14 años, pero ya no. Esencialmente un escritor para gente muy joven. Romántico en sentido amplio.
Conrad, Joseph. Uno de los favoritos entre los 8 y los 14 años. Esencialmente un escritor para gente muy joven. Ciertamente inferior a Hemingway y Wells. Intolerable estilo de tienda de recuerdos, clichés romanticistas. Nada que me hubiera gustado escribir a mí. En mentalidad y emoción, irremediablemente juvenil. Romántico en sentido amplio. Ligeramente falso.
Dostoievski, Fyodor. No me gusta. Un sensacionalista barato, torpe y vulgar. Un profeta, un periodista de pacotilla y un cómico de pacotilla. Algunas de sus escenas son extraordinariamente divertidas. Nadie se toma en serio su periodismo reaccionario.
Emerson, Ralph Waldo. Su poesía es deliciosa.
Faulkner, William. No me gusta. Escritor de crónicas agrícolas. Considerarlas obras maestras es un delirio absurdo. Una nulidad, no significa absolutamente nada para mí.
Freud, Sigmund. Una figura divertida. Lo detesto. Engaño vil. La interpretación freudiana de los sueños es un disparate charlatán y satánico.
Gogol, Nikolai. Nadie se toma en serio su didactismo místico. En sus peores momentos, como en su obra ucraniana, es un escritor inútil; en los mejores, es incomparable e inimitable. Aborrezco su sesgo moralista, me deprime y desconcierta su incapacidad para describir a las mujeres jóvenes, deploro su obsesión por la religión.
Gorki, Maxim. Una mediocridad formidable.
Hawthorne, Nathaniel. Un escritor espléndido.
Hemingway, Ernest. Escritor de libros para niños. Ciertamente mejor que Conrad. Al menos tiene voz propia. Nada que me hubiera gustado escribir. En mentalidad y emoción, irremediablemente juvenil. Detesto sus obras sobre campanas, pelotas y toros.
James, Henry. Me desagrada bastante, pero de vez en cuando sus palabras me provocan una especie de cosquilleo eléctrico. Desde luego, no es un genio.
Joyce, James. Genial. Un favorito entre los 20 y los 40 años, y después. Que la gente me compare con Joyce por todos los medios, pero mi inglés es mero entretenimiento comparado con el nivel de campeonato de Joyce. Un genio.
Ulises: Una obra de arte divina. La mayor obra maestra de la prosa del siglo XX. Por encima del resto de la escritura de Joyce. Noble originalidad, lucidez única de pensamiento y estilo. El monólogo de Molly es el capítulo más flojo del libro. Me encanta por su lucidez y precisión. Retrato del artista adolescente: Nunca me gustó. Un libro débil y parlanchín. Finnegans Wake: Una masa informe y aburrida de folclore falso, un pudín frío de libro. Convencional y monótono, redimido de la insipidez absoluta sólo por fragmentos infrecuentes de entonaciones celestiales. Lo detesto. Un crecimiento canceroso de tejido de palabras de fantasía apenas redime la espantosa jovialidad del folclore y la alegoría fácil, demasiado fácil. Indiferente a ella, como a toda la literatura regional escrita en dialecto. Un fracaso trágico y un aburrimiento espantoso.
Kafka, Franz. La Metamorfosis: La segunda mejor obra de la prosa del siglo XX.
Mann, Thomas. No me gusta. De segunda categoría, efímero, inflado.
Maupassant, Guy de. Ciertamente no es un genio.
Maugham, W. Somerset. Mediocre. Finge realismo con tópicos fáciles. Desde luego, no es un genio.
Melville, Herman. Me encanta. Uno quisiera haberlo filmado en el desayuno, dándole de comer una sardina a su gato.
Marx, Karl. Lo aborrezco.
Milton, John. Un genio.
Pound, Ezra. Definitivamente de segunda categoría. Un farsante total. Un venerable fraude.
Proust, Marcel. Un favorito entre los 20 y los 40 años, y después. En busca del tiempo perdido: La primera mitad es la cuarta mejor obra de la prosa del siglo XX.
Queneau, Raymond. Ejercicios de estilo: Una emocionante obra maestra, uno de los mejores relatos de la literatura francesa. Zazie: Muy aficionado.
Rimbaud, Arthur. Un favorito entre los 10 y los 15 años, y después.
Robbe-Grillet, Alain. Genial. Un favorito. ¡Qué libremente se respira en sus maravillosos laberintos! Lucidez de pensamiento, pureza de poesía. Magníficamente poético y original.
Rolland, Romain. Una mediocridad formidable.
Salinger, J. D. Con mucho, uno de los mejores artistas de los últimos años.
Sartre, Jean-Paul. Aún más terrible que Camus.
Shakespeare, William. Leí sus obras completas entre los 14 y los 15 años. Uno quisiera haberlo filmado en el papel del Fantasma del Rey. Su textura poética verbal es la más grande que el mundo ha conocido, e inmensamente superior a la estructura de sus obras como obras. Lo importante es la metáfora, no la obra. Un genio.
Sterne, Laurence. Lo amo.
Tolstoi, León. Un favorito entre los 10 y los 15 años, y después. Leer las obras completas entre los 14 y los 15 años. Nadie se toma en serio su moralismo utilitarista. Un genio.
Wells, H. G. Favorito entre los 10 y los 15 años, y después. Un gran artista, mi escritor favorito cuando era niño. Sus reflexiones sociológicas pueden ser ignoradas, pero sus romances y fantasías son soberbios. Un artista mucho mejor que Conrad. Un escritor por el que siento la más profunda admiración.
Wilde, Oscar. Moralista y didactista de rango. Uno de los favoritos entre los 8 y los 14 años. Esencialmente un escritor para gente muy joven. Romántico en sentido amplio.