Se cumplen cien años de la novela de Thomas Mann 'La Montaña Mágica'
Libros
Por: Alejandro Massa Varela - 12/11/2024
Por: Alejandro Massa Varela - 12/11/2024
Se cumplen cien años de La Montaña Mágica de Thomas Mann, para algunos, la novela filosófica por excelencia y la síntesis de la consciencia de la primera mitad del siglo XX.
Publicada nuevamente en español por la casa editorial Penguin Random House en su colección Debolsillo, esta obra puso en las manos de su autor el Premio Nobel de literatura 1929 y sirve como una “güija” alegórica para contactar fantasmas que no sobrevivieron a sus ideologías y creencias. En Pijama Surf te contamos cuál es la importancia de La Montaña Mágica para la narrativa universal y para la confesión penitente del pensamiento moderno:
Hay tantos tipos distintos de estupidez, y la inteligencia es uno de los peores.
En su biografía de 1950 Mi tiempo, el escritor alemán asegura que la última dimensión e intencionalidad de su novela es la de un “libro de la humanidad” y de “reflexión humanística” en el que se despliega “toda la dialéctica de Occidente” para enfrentarse a sí mismo. Procedimentalmente, empieza como un ejemplo de “Bildungsroman”, género literario propio de la tradición germana sobre la evolución psicológica y ética de la niñez a la edad adulta.
El joven ingeniero Hans Castorp realiza una visita a su primo, confinado en un sanatorio en lo alto de los Alpes para tratarse el mal de la tuberculosis. Un aislamiento en algún lugar cerca de Davos entre la nieve, donde es débil el bullicio del mundo, y mucho más lento el ritmo de la vida. Las finas líneas del acontecer de rituales diarios como medir la temperatura corporal. Siguiéndolas, el protagonista conocerá a una serie de personajes brillantes:
Settembrini, un escritor y masón que aboga por el progreso ilustrado; Nafta, un jesuita y místico que insiste en el valor de las tradiciones; Peppercorn, un magnate hedonista que tiene una aventura con una paciente rusa; el Dr. Behrens, un científico que ataca la metafísica y defiende el materialismo; y Madame Shosha, atracción amorosa de varios pacientes:
Apasionado, eso significa vivir por el mero hecho de vivir. Pero uno sabe que todos ustedes viven por el mero hecho de vivir. Pasión, eso es olvido de sí mismo.
La alternada aproximación a la mente de cada uno de estos personajes principales le permite a Hans medirse con el poder y los límites del Logos de su civilización, de formas de pensar que intentaron ser “la totalidad de lo real” como pensaba Hegel. Sus vacaciones de tres semanas terminarán alargándose durante siete años, hasta la disrupción del relámpago de la guerra mundial que encendió la sombra de nubes sobre aquella Europa culta.
La Montaña Mágica es una gélida atmósfera con las luces estables de la Belle Epoque, llena de discusiones sobre conceptos abstractos, de sexo escapista y furtivo, y de experimentos espiritistas. Una espejismo que solo disipa el memento mori de la violencia y el dolor que se nutren lenta y secretamente en lujares oscuros de las consciencias.
El libro tiene siete capítulos, al igual que los siete días que Elohim utilizó para crear el mundo y descansar, y que esos siete años de ilusión de Hans entre la magia de los Alpes.
Para los diálogos entre los personajes de su novela, Mann debió mucho al sentido trágico, tanto de las ideas escépticas del vitalismo de Nietzsche, como de la insistencia psicoanalítica de Freud en las fuerzas irracionales inherentes a la psique humana:
Un hombre no vive solo su vida personal, como individuo, sino también, consciente o inconscientemente, la vida de su época y de sus contemporáneos. Puede considerar los fundamentos generales e impersonales de su existencia como definitivamente establecidos y dados por sentados, y estar tan lejos de asumir una actitud crítica hacia ellos como realmente lo estuvo nuestro buen Hans Castorp; sin embargo, es muy concebible que pueda, no obstante, ser vagamente consciente de las deficiencias de su época y encontrarlas perjudiciales para su propio bienestar moral. Toda clase de objetivos personales, esperanzas, fines, perspectivas, flotan ante los ojos del individuo, y de ellos deriva el impulso a la ambición y el logro. Ahora bien, si la vida que lo rodea, si su propia época parece, por estimulante que parezca, estar en el fondo vacía de ese alimento para sus aspiraciones; Si en su fuero interno reconoce que es desesperanzadora, desvalida, impotente, y que solo opone un silencio hueco a todas las preguntas que el hombre se plantea, consciente o inconscientemente, pero de algún modo se plantea, sobre el sentido final, absoluto y abstracto de todos sus esfuerzos y actividades; entonces, en tal caso, es inevitable que se produzca una cierta parálisis de la personalidad, tanto más inevitable cuanto más recto sea el carácter en cuestión; una especie de parálisis, por así decirlo, que puede extenderse desde su parte espiritual y moral hasta su parte física y orgánica. En una época que no ofrece una respuesta satisfactoria a la eterna pregunta de “¿Por qué?”, “¿Con qué fin?”, un hombre capaz de lograr algo más que el mínimo esperado debe estar dotado o de una distancia moral y una determinación que son raras y de molde heroico, o bien de una vitalidad excepcionalmente robusta.
Pero, quizá, la reflexión sobre el tiempo es la gran apuesta del escritor alemán, siendo La Montaña Mágica una novela “histórica, en el sentido de que intenta crear la imagen interior de una época, el período europeo de preguerra”, que pronto se convierte en una filosofía sobre el “tiempo puro” convertido en “sujeto” o protagonista. En esto es clara la influencia de la teoría de la relatividad de Einstein como revelación muy reciente hacia 1924:
Lo que se te revela como la verdadera forma del ser es un presente expansivo.
La tuberculosis y la “paz armada” de Europa fueron tragedias particulares, pero que parecen retornar, reencarnar o insistir como el Covid y la Tercera Guerra Mundial del siglo XXI, no anunciada al día de hoy. Y La montaña mágica sigue vigente no solo como testimonio del fracaso del pensamiento de hace cien años, sino como protagonismo del tiempo, un concepto que sigue acaparando papeles en la obra de la humanidad moderna, incluido el que le corresponde a la muerte. Quizá esto explica las palabras de la escritora estadounidense Susan Sontag:
Ningún otro libro ha sido tan importante en mi vida como La Montaña Mágica.