El 8 de marzo no es un día de festejo sino de conmemoración. El 8 de marzo de 1857, un grupo de obreras textiles salió a las calles de Nueva York para protestar por las condiciones miserables en las que trabajaban. 40 mil mujeres hicieron huelga; en respuesta, los dueños las encerraron e iniciaron un incendio donde murieron 129 mujeres.
Años después, en 1911, las mujeres socialistas establecieron esta fecha para reivindicar la lucha de las mujeres trabajadoras alrededor del mundo.
El 8 de marzo está fuertemente vinculado con los feminismos. Con el paso del tiempo, los discursos del feminismo se han multiplicado. Ni el movimiento ni el pensamiento feminista son homogéneos. Cada propuesta responde a contextos y situaciones particulares. Y son las propuestas que se establecen al margen del feminismo más institucionalizado las que tienen la posibilidad de hacer distinto, de pensar, de ser críticas con ellas mismas, más allá de posicionarse en un lugar que dicta qué se debe hacer, cómo debe hacerse, o qué es ser mujer.
Vivimos en un mundo caótico, cada vez más incierto, en constantes crisis económicas, políticas y sociales. Las condiciones actuales no son las mejores para la gran mayoría de las personas. No podemos negar el gran contexto de violencia hacia las mujeres, en especial en países como México, en donde cada día se asesina a 10 mujeres.
Días como hoy pueden crear la falsa ilusión de que se piensa que los problemas de las mujeres son los únicos que merecen ser reconocidos. En días como hoy las redes se inundan de frases, datos, estadísticas, historia, recomendaciones y noticias. Pero también se llenan de comentarios de odio, cuestionamientos inútiles, ofensas y palabras vacías sólo fomentan el odio y confirman que las mujeres ocupamos lugares en los que no se nos escucha ni se nos toma en cuenta.
La conmemoración del 8 de marzo no niega en absoluto que otras vidas también importan (todas las vidas importan). Pero hoy, el centro de la reflexión lo ocupamos quienes nos asumimos como mujeres.
Como hemos dicho en otros espacios, desviar la atención hacia lo que rodea a un día como hoy no permite hacernos las preguntas que verdaderamente importan.
¿Sabemos de qué tratan los feminismos? ¿Cómo definimos las prácticas violentas? (entre hombres, entre mujeres, entre diferentes sexos, etc.). ¿Qué podemos hacer como individuos para reflexionar y cambiar nuestras prácticas?
En un mundo cada vez más complejo, es importante detenernos y escuchar a la diferencia. El 8 de marzo no es un día en el que las mujeres quieran el protagonismo y los reflectores (aunque por supuesto habrá quienes gocen de él). Para quienes quieren poner atención, este es un día perfecto para guardar silencio, observar y escuchar lo que nos dicen aquellas personas que se asumen como mujeres, sus luchas, sus rabias y sus propuestas.
El 8 de marzo debería ser un día en el que se abran los espacios para dialogar con quienes encarnan formas de ver y entender el mundo que no son iguales a las nuestras. No es un día para la exclusión, ni para silenciar a todas aquellas personas que de una u otra manera han sufrido violencia. El 8 de marzo es el día en el que quienes se asumen como mujeres ocupan el centro de las reflexiones, las cuales tienen como punto de partida la vida. ¿Qué significa la vida para nosotras? ¿Qué significa ser mujer?
Las respuestas a estas preguntas no se encuentran viéndonos sólo a nosotras mismas. Cómo definimos la vida y el ser mujer es producto del tipo de relaciones que establecemos en las sociedades en las que vivimos: familiares, de pareja, de amistad, laborales, de cuidado, de ocio y diversión.
No hay recetas para definir la vida ni lo que significa ser mujer. Por eso, los días como hoy son tan importantes para abrirse al diálogo y para dar cuenta de que no hay una forma correcta de ser ni actuar desde lo femenino. Hoy debe haber espacio para la pluralidad; para quienes deciden salir a las calles y para quienes no; para quienes deciden cuidar, trabajar, ser madres o no; para quienes eligen cambiar sus prácticas en la inmediatez y para quienes eligen vías institucionales; para quienes han perdido a mujeres queridas y para quienes eligen solidarizarse aunque sus condiciones sean otras.