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Observar conjuntos y constelaciones de frutas y verduras encierra un disfrute enigmático, probablemente autista, pero en suma distinto a los viejos videos de gatitos

Hace unos días descubrimos este video de Shon Arieh-Lerer acerca de su fascinación por los videos de fábricas de comida en YouTube: lo que empezó como una forma menor de curiosidad se transformó poco a poco en una obsesión, y por qué no, en una estética. No se trata de denunciar las malas prácticas empresariales contra los tomates, el desgaste de los empleados que laboran empacando quesos, ni las condiciones de las mujeres embarazadas en plantas de extracción de leche de vaca en India: se trata de la galvanizante melodía de la máquina, la naturaleza y el absurdo.

Así como existen placeres muy particulares al navegar en YouTube o páginas de videos (desde gatitos hasta récords deportivos, pasando por el ASMR), hay otros de los cuáles es difícil enterarse: los videos de procesamiento de comida están producidos exclusivamente para audiencias corporativas y suelen formar parte del discurso de capacitación, ventas o de identidad corporativa de una empresa. 

Pero aunque no estén hechos para salir al mundo, estos videos tienen un encanto muy especial: no es solamente la música que parece de película porno de los 80 (y que conste que no tenemos nada contra la música del porno, todo lo contrario), sino el radiante placer de la máquina en su hipnotizante función: es un placer semejante a ver un GIF, un jardín zen o el vuelo de las aves en el horizonte.

¿Qué decir de la épica de los tomates?

 

Una sinfonía de quesos:

¿O la extracción de pulpa de mango?