En posts anteriores hemos hablado sobre la importancia ideológica que las películas de Hollywood, en general, y de Disney, en particular, tienen para el sistema dominante. De Marx a Zizek, han sido muchos los pensadores e intelectuales que han escrito sobre la necesidad que tiene un sistema de sujetos con una manera específica de pensar, personas que, por decirlo de alguna manera, vengan precargadas con un software afín a un mundo regido por la producción, el consumo, la acumulación, la explotación, etc.
Como demostrando involuntariamente que, en esencia, las películas de Disney son siempre lo mismo, la repetición calculada de una fórmula definida, la diseñadora gráfica Karen Graw realizó un ejercicio sencillo pero inesperadamente elocuente al visualizar los rasgos de los dibujos animados al aspecto fisionómico real.
El resultado es sumamente expresivo, pues aun a primera vista y salvo por un par de excepciones obvias, destaca la homogeneidad de los rostros, en varios sentidos, desde la dominación de las características caucásicas (tez blanca, ojos claros, nariz afilada), hasta la correcta adecuación de los rasgos a los ideales de belleza que Occidente ha encumbrado (los labios abultados en el caso de las mujeres, la cara triangular, el cabello lacio).
¿Sorpresivo? ¿Previsible?