Reino Unido prohíbe hervir langostas vivas y reconoce el dolor en especies marinas
Sociedad
Por: Carolina De La Torre - 12/26/2025
Por: Carolina De La Torre - 12/26/2025
El Reino Unido ha dado un paso que redefine su política de bienestar animal y, con ello, la relación entre la industria alimentaria y ciertas especies marinas. El gobierno británico anunció la prohibición de hervir langostas vivas, una práctica común en la gastronomía, como parte de una estrategia más amplia que reconoce legalmente la capacidad de crustáceos y cefalópodos para experimentar dolor.
La medida, impulsada por el actual gobierno laborista, se apoya en evidencia científica reciente que señala que animales como langostas, cangrejos y pulpos no solo reaccionan a estímulos, sino que pueden sufrir. Este reconocimiento marca un punto de inflexión en los estándares legales del país y coloca al Reino Unido a la vanguardia de una discusión que ya atraviesa fronteras.
La prohibición se enmarca en la Ley de Bienestar Animal de 2022, que por primera vez reconoció a los crustáceos decápodos y a los cefalópodos como seres sintientes. Aunque aquella legislación sentó las bases, dejó fuera prácticas específicas como la ebullición en vida. La nueva normativa llega para cerrar ese vacío y establecer límites claros sobre los métodos de sacrificio considerados inhumanos.
Desde Downing Street, el gobierno ha descrito esta estrategia como la más ambiciosa en una generación. El objetivo, explican, es alinear la legislación con prácticas que ya han comenzado a adoptar algunos supermercados y cadenas de distribución, bajo la premisa de que un mayor bienestar animal también se traduce en alimentos de mejor calidad.
🇬🇧 | En Gran Bretaña se prohibirá hervir cangrejos y langostas vivos como parte de una ofensiva del Partido Laborista en defensa de los derechos de los animales. pic.twitter.com/oQYI7VnmNE
— Alerta Mundial (@AlertaMundoNews) December 24, 2025
La decisión ha sido celebrada por organizaciones defensoras de los derechos de los animales. Crustacean Compassion, uno de los colectivos que más presionó para este cambio, considera que la medida reconoce una realidad largamente ignorada en la industria alimentaria. Su director ejecutivo, Ben Sturgeon, ha subrayado que existen alternativas más humanas, como el aturdimiento eléctrico previo al sacrificio, que podrían aplicarse a lo largo de la cadena de suministro.
Para los activistas, el punto central es el sufrimiento. Estudios citados por estas organizaciones indican que cuando crustáceos vivos son introducidos en agua hirviendo, pueden experimentar varios minutos de dolor intenso antes de morir. Una encuesta de YouGov refuerza esta postura: el 65% de los adultos británicos se manifiesta en contra de hervir mariscos vivos, lo que sugiere un respaldo social amplio a la regulación.
Sin embargo, el consenso se rompe cuando entra en escena el sector marisquero y la restauración. Restaurantes y asociaciones del rubro advierten que la implementación de métodos alternativos podría implicar costos elevados y cambios operativos difíciles de asumir, especialmente para pequeños negocios. Algunos chefs y propietarios cuestionan la viabilidad real del aturdimiento eléctrico en cocinas profesionales y señalan que la práctica dista de ser sencilla o accesible.
Desde la Shellfish Association of Great Britain, su director ejecutivo, David Jarrad, ha advertido que el costo de los equipos necesarios podría empujar a muchos establecimientos a optar por mariscos congelados importados, lo que alteraría la dinámica actual del mercado. Según su visión, el consumidor que busca mariscos vivos valora justamente esa condición, y un producto sacrificado previamente podría perder atractivo comercial.
La preocupación no se limita a restaurantes. Agricultores, sindicatos y asociaciones del sector alimentario temen que el endurecimiento de los estándares coloque a los productores británicos en una posición vulnerable frente a importaciones de países con normativas más laxas. Para ellos, el bienestar animal no puede desligarse de políticas comerciales que eviten una competencia desigual.
El gobierno ha respondido con una promesa clara: no se firmarán acuerdos comerciales que permitan la entrada de productos que incumplan los estándares nacionales de bienestar animal. Incluso se contempla la imposición de restricciones a ciertas importaciones para proteger a los productores locales y mantener la coherencia entre la legislación interna y el comercio exterior.
Más allá del caso de las langostas, la estrategia de bienestar animal abarca otros frentes. Incluye la eliminación progresiva de jaulas para gallinas y cerdas, la prohibición de la caza con perros y el uso de trampas, así como un mayor control sobre la cría y el transporte de mascotas. El mensaje es claro: elevar los estándares donde aún son bajos y reforzar su aplicación efectiva.
Emma Reynolds, secretaria de Medio Ambiente, ha señalado que el enfoque del gobierno combina regulación más estricta con trabajo conjunto con los sectores involucrados, ofreciendo apoyo a quienes deberán adaptarse a las nuevas reglas. La intención, dice, es que el bienestar animal deje de ser una excepción y se convierta en un criterio transversal.
La prohibición de hervir langostas vivas no solo transforma una práctica culinaria, sino que refleja un cambio más profundo en la forma en que una sociedad decide relacionarse con otras formas de vida. El debate sigue abierto, entre la ética, la economía y la tradición, pero el Reino Unido ya ha marcado una postura que podría influir en futuras regulaciones internacionales.