Si eso le pasó a la presidenta… ¿Qué nos espera a nosotras?
Sociedad
Por: Alejandra Montes de Oca - 11/07/2025
Por: Alejandra Montes de Oca - 11/07/2025
Hace unos días, la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, vivió un hecho que para muchas mujeres podría parecer cotidiano. Algo que sucede todos los días: en la calle, en el transporte público, en el trabajo, en la escuela… incluso dentro de casa. Porque tristemente, el único “requisito” para vivir una situación de acoso o abuso parece ser, simplemente, ser mujer.
Y no, no se trata de minimizar lo ocurrido. Se trata de subrayar que esto es un problema generalizado, profundo, que no hemos logrado erradicar. Lo sucedido a la presidenta lo deja claro: no importa tu edad, tu nivel socioeconómico, ni tu cargo. Puedes ser presidenta o una simple mortal como yo. En cualquier momento y a cualquier hora, un hombre puede creer que tiene derecho, o permiso, para invadir tu cuerpo, tu intimidad, tu espacio.
Pero lo más indignante vino después: la revictimización.
A pesar de existir un video que muestra con claridad el acoso, uno que todos vimos con nuestros propios ojos, la gente se atrevió a ponerlo en duda. Dijeron que era un montaje. Que ella exageraba. Que se reía. Que “no hizo nada”. Que “por qué no habló en ese momento”. Que “por qué se tardó en denunciar”.
Y una no puede evitar pensar: Si a la presidenta de México no le creyeron, pese a haber pruebas claras y públicas, ¿qué nos espera a las demás?
¿Qué le espera a esa niña o adolescente que se atrevió a contarle a su madre que un familiar la tocó, pero no tiene pruebas? ¿A esa mujer que en el transporte sintió un cuerpo ajeno rozándola, pero no alcanzó a grabar? ¿A todas las que, en medio del miedo y el asco, solo pudieron guardar silencio porque sabían que su palabra no bastaría?
Porque hoy quedó claro que ni siquiera con un video basta para creerle a una mujer.
Entonces, ¿qué nos queda? Hasta hace poco creíamos que una prueba visible podría abrirnos la puerta a la justicia, que mostrar el hecho bastaría para que nos creyeran. Pero ahora sabemos que no. Que seguimos desprotegidas ante un sistema y una sociedad que aún nos ve como objetos que se pueden manipular, tocar y dudar.
Si no le creyeron a la presidenta, nuestra palabra vuelve a quedar enterrada.