Rosalind Franklin: cómo midió la arquitectura del ADN con rayos X
Ciencia
Por: Mateo León - 11/08/2025
Por: Mateo León - 11/08/2025
La historia de la biología del siglo XX suele contarse con nombres rutilantes, pero pocas veces con la precisión experimental que los hizo posibles. Rosalind Franklin fue esa precisión encarnada: una científica que convirtió la paciencia en método y el dato en argumento. Su trabajo no fue una nota al pie del hallazgo de la doble hélice; fue el marco de referencia que obligó a que la estructura del ADN respetara la evidencia.
Antes del ADN, Franklin ya había hecho ciencia dura. En su etapa con carbones y coques, aplicó difracción de rayos X para entender porosidad, adsorción y grafitización. Parece un tema árido, pero de ahí salieron clasificaciones industriales, mejores filtros y una intuición central: la materia oculta su arquitectura en patrones que exigen medición fina. Ese músculo metodológico la acompañaría siempre.
En 1951 llega al King’s College de Londres. Allí, junto con Raymond Gosling, perfecciona el trabajo con fibras húmedas y secas de ADN: forma B (alta humedad) y forma A (más deshidratada). El resultado: patrones nítidos, controlados, repetibles. La célebre “Foto 51” —expuesta durante decenas de horas— muestra la X inconfundible de una hélice, pero sobre todo fija parámetros geométricos: el paso helicoidal, la distancia entre planos y la ubicación externa de los fosfatos. Sin esos números, cualquier modelo sería un dibujo bonito; con ellos, la doble hélice deja de ser intuición para volverse solución válida.

La narrativa popular suele reducir su papel a una imagen “tomada prestada”. Es injusto por dos razones. Primero, porque Franklin publicó y presentó datos que imponían restricciones cuantitativas a cualquier propuesta estructural; segundo, porque su virtud fue mucho más amplia: estandarizó el rigor de la difracción de fibras, ajustó humedad y temperatura, y demostró que variaciones mínimas alteran patrones y conclusiones. Esa pedagogía del control experimental es parte del legado que hoy sostiene la biología estructural.
Tras dejar King’s, Franklin no se quedó anclada en el ADN. En Birkbeck, con el grupo de J. D. Bernal, aplicó su pericia a los virus vegetales, en especial el virus del mosaico del tabaco (TMV). Ahí su equipo aportó algo tan elegante como contundente: el ARN discurre a lo largo de la cara interna del canal central del TMV y la cápside proteica sigue una simetría helicoidal precisa. Con esa combinación de geometría y biología, Franklin ayudó a mover el foco de la genética molecular hacia la arquitectura de los ensamblajes: cómo proteínas y ácidos nucleicos construyen máquinas vivas.

Si algo unifica sus tres etapas —materiales carbonosos, ADN y virus— es la misma ética del dato: medir antes que especular, controlar variables antes que narrar. En tiempos de titulares fáciles sobre “genios” y “descubrimientos”, Franklin obliga a una corrección de enfoque: la ciencia progresa cuando la imaginación se somete a la verificación. Por eso su figura importa tanto hoy, en plena era de la crio-EM, la IA para análisis de estructuras y las terapias basadas en ARN: seguimos necesitando límites cuantitativos que nos digan qué es posible y qué no.
Cabría pensar que su legado es reivindicar autorías. Lo es, pero también es otra cosa: rescatar la cultura de laboratorio que hace confiable a la ciencia. La “Foto 51” no es solo un icono; es la prueba de que una imagen puede ser argumento cuando está sostenida por un protocolo y por la humildad de repetir hasta despejar la duda. Esa es la lección incómoda y luminosa de Franklin: no basta con tener razón; hay que demostrarla con una claridad que resista el tiempo.
¿Quién fue Rosalind Franklin? Científica británica que aplicó difracción de rayos X a materiales, ADN y virus; sus mediciones fijaron parámetros clave de la doble hélice.
¿Qué revela la “Foto 51”? El patrón en X del ADN B, que permitió estimar paso helicoidal, distancia entre planos y fosfatos externos.
¿Qué aportó al estudio de virus? Demostró que el ARN del TMV discurre a lo largo del canal interno de la hélice proteica.
¿Por qué es relevante hoy? Su rigor experimental sustenta la biología estructural moderna (de crio-EM a terapias de ARN).
¿Publicó más allá del ADN? Sí: trabajos sobre carbón, coque y grafitización que siguen citándose en ciencia de materiales.