LOTO: La consciencia política de los mexicanos
Política
Por: Valentina Tolentino Sanjuan - 11/03/2025
Por: Valentina Tolentino Sanjuan - 11/03/2025
Las y los mexicanos traemos heridas profundas; psíquicas, espirituales, identitarias, culturales y muchas más. Nuestro contexto social, político y económico tiene la fuerte huella de las luchas por buscar autonomía, independencia; por liberarnos del asedio que, parece ser, también es y ha sido parte de la condición de los pueblos en el mundo.
Desde los conflictos políticos y territoriales de los pueblos originarios en la antigüedad, asentados en lo que hoy conocemos como México, pasando por el largo y álgido proceso de invasión y choque cultural; hasta llegar a la idea de liberación con las pugnas independentistas hace más de dos siglos, ciertamente es difícil hablar de una madurez o consolidación de nuestra idea de sistema político.
¿Acaso eso será posible?, ¿Existirá en el globo algún gobierno que haya logrado ya la implementación de los mecanismos que garanticen el bienestar en general de la población?, ¿sin depender necesariamente de que tal o cual bandera, partido o ideología ocupe el poder? De haberlo logrado, la idea que estaría detrás sin duda sería la del despojo del uso personal del poder, tan difícil de alcanzar en el ámbito político, para dirigirlo hacia la buena gobernanza.
En nuestro país las cosas son mucho más complicadas y no se resuelven de un plumazo o con el intercambio de partidos en el poder. Eso nos está quedando claro. Por un lado, tenemos en frente la decadencia de un partido que hunde sus raíces en el hito que supuso la revolución mexicana. Caída abrupta que se dio por sus excesos, abusos, corrupción, robo, nepotismo. Y, concretamente, a ese partido le debemos la noción y práctica de la cultura política heredada hasta nuestros días. Porque, de hecho, no se salva de ello el partido que le alternó recién comenzado el siglo XXI, así como tampoco muchas de las personas vestidas ahora con colores guinda. La repetición de escándalos, corrupción, nepotismo y ejercicio despótico del poder vuelven a ser noticia; emulando esa desesperante sensación de raíz nietzscheana con el eterno retorno.
Pero quiero acotar algo que me parece importante destacar ante esta sofocante repetición: se dice que cuando la consciencia avanza no vuelve a retroceder más. La única vía que le sigue o bien es el estancamiento o el avance, pero nunca el regreso a un estado menor.
Quisiera pensar que eso sucede con la consciencia colectiva mexicana, si es que ella existe. Y quizás es algo que está ignorando la clase política, en general. Sea del partido que sea.
Para quien esté tan seguro de que el partido que actualmente está en el poder lo retendrá por al menos medio siglo, como dando a entender que la historia del partido tricolor se repetirá, quizás primero tendría que considerar las circunstancias sociales bajo las que se dio el reemplazo: hartazgo, pobreza, corrupción, endeudamiento, falta de acceso a servicios de salud, en fin. La lista es larga.
Todas esas cicatrices están en el tejido social de nuestra población. Es difícil pensar que, de tan hondas heridas, se espere el pronto olvido. El compromiso, por tanto, es colosal. Curarlas para poder “regenerar” a la nación exige mucho más que actos propagandísticos y fotografías vacías. Requiere lograr un bienestar sostenido, un cambio en las estructuras, es decir, de fondo; y definitivamente alejarse de prácticas de cacique, que muchos de sus miembros siguen repitiendo.
Lo que hizo de manera atinada López Obrador fue justamente, recoger las demandas de esa población lastimada. La súplica por un cambio que se conjugó a la perfección con el repunte de su figura como líder carismático. Como decía el sociólogo Max Weber, la aparición de un líder no es cosa aislada. Tienen que darse las condiciones sociales para que aquel surja. Y AMLO, como líder, supo traducir esas necesidades en la formación de un cuadro político. Pero ello no quiere decir que esa población y sus dolencias se hayan borrado de un plumazo.
Esa población mexicana se comprobó a sí misma que puede quitarle el poder a quien le falle. Ahora sabe que tiene capacidad de acción. De modo que, tanto el partido en el poder como aquel que quiera incursionar en estas arenas deberá tener siempre presente que la sociedad observa, evalúa y es capaz de decidir. Ha tomado consciencia, pues.
Y como quedara asentado de manera magistral por aquel filósofo alemán, Hegel, la condición para que la consciencia se despliegue no es otro más que el camino de la experiencia y su consecuente síntesis. En ese sentido, es difícil, casi imposible, pensar que el pueblo mexicano quiera volver a recorrer aquellos tormentosos caminos que, aunque no fueron una eternidad, setenta años de olvido sí lo parecieron.