Toy Story es el primer largometraje animado totalmente por computadora, y en noviembre se cumplen 30 años de su estreno; una película que nos marcó e influyó en muchos sentidos a los millenials; porque, ¡no podemos negarlo! Todas y todos quisimos descubrir cómo nuestros juguetes cobraban vida cuando no los veíamos.
Pero más allá de la fantasía, Pixar nos mostró la realidad de la posguerra en occidente y la promesa de un milenio que nos llenaba de esperanza. Toy Story es el conflicto entre las prioridades de dos verdades: un juguete de tela, pintado a mano que simboliza el conservadurismo y otro, con alas de amalgama de carbono de terilio que simboliza un futuro que no podía (ni pudo) volar.
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Woody es un juguete de colección, exclusivo, artesanal, valioso, “el vaquero más grande, valiente y guapo de toda la historia”; Woody vivía muy bien y con lujos, todo poseía, gobernaba a sus anchas y la verdad le pertenecía.
Porque como dice el filósofo y profesor argentino Diego Singer, “poseer un acceso privilegiado al ámbito de lo verdadero, sirvió siempre como herramienta de fuerza para organizar de modo más sólido un tipo de gobierno o de dominio”, es decir, poseer la verdad te permite gobernar.
Al comisario Woody le era sencillo mantener su gobierno porque le tenía sin cuidado la verdad de los otros juguetes, no le representaban ninguna amenaza. Por ejemplo: Rex se esforzaba por ser un dinosaurio intimidante, pero Woody sólo “le daba su avión”; tenía algunas resistencias con El Señor Cara de Papa y Ham, pero reafirmaba su poder con el apoyo incondicional del Perro Slinky, y los otros juguetes simplemente aceptaban su gobierno.
Poseer la verdad, le brindó a Woody un confort desde que Andy estaba en el kínder, hasta que un juguete con la realidad bien distorsionada le quitó su lugar, y eso fue posible porque Buzz no cuestionó la verdad de Woody, ni intentó convencer a nadie, simplemente los otros juguetes aceptaron su verdad: él era un guardián espacial que podía volar, aún si Woody no le creía.

No hay problemas nuevos en la filosofía, pero sí nuevos enfoques para esos cuestionamientos; la verdad es algo que nos ha interesado como humanidad desde el principio de la cultura; bajo la búsqueda e imposición de la verdad, se han hecho guerras, ideologías, modos de vida, tradiciones, religiones y en el mundo de Toy Story no es la excepción.
Contrario a Woody, Buzz era un juguete producido en masa, vendido en todas las jugueterías Al’s Toys en el área, un juguete tecnológicamente atractivo que lo único que le faltaba era volar. Ligthyear representa la era espacial, la promesa de un mundo fuera de los límites terrestres; la humanidad soñaba con olvidar sus raíces en un planeta que subsistía (hasta hoy) entre amenazas nucleares y un bloque comunista sobajado. El mundo vivía en negación, igual que Buzz Ligthyear.
El escritor y dramaturgo Steve Tesich, usó el término post-truth por primera vez en 1992 —tres años antes del estreno de Toy Story — en su ensayo Un gobierno de mentiras para la revista The Nation, afirmó que “llegamos a equiparar verdad con malas noticias y ya no queríamos malas noticias, sin importar cuán ciertas o vitales fueran para nuestra salud como nación. Miramos a nuestro gobierno para que nos protegiera de la verdad.”
Mientras el mundo salía de la guerra fría con la caída de la Unión Soviética, las heridas de la segunda guerra mundial, la bomba atómica y el holocausto se depositaban en Vietnam, la guerra del Golfo, los golpes de estado y guerrillas en Latinoamérica y una crisis institucional en las principales democracias mundiales; los juguetes de Andy vivían con la amenaza de ser remplazados, el estrés de una mudanza y un vecino que destruía juguetes por diversión.
No es extraño que la humanidad y los juguetes hayan elegido vivir en sociedades basadas en sus emociones y creencias en lugar de los hechos objetivos; era más fácil creerle a Buzz que podía volar, que a Woody que les exponía los datos y hechos en sus juntas semanales con el Señor Deletrador, porque los juguetes (igual que nosotros) buscaban un gobierno que les protegiera de la verdad.
Cuando Buzz y Woody quedan varados en la gasolinera, el vaquero le dice a Buzz (palabras más, palabras menos), “si tú no hubieras llegado en tu tonta navecita de cartón para quitarme todo lo importante para mí, esto no hubiera pasado”. Por otro lado, el guardián espacial le responde, “no me hables de lo importante, por tu culpa la seguridad de todo el universo está en peligro”.
Dario Sztanjnzrajber en Facultad Libre expone que “todo poder necesita ejercerse haciéndose pasar como si fuese la forma natural en la que se desenvuelven los acontecimientos, por lo tanto, necesita su legitimidad en el saber (…) el saber no es parte del poder, son parte de lo mismo”. Buzz y Woody se enfrentan por quién puede legitimar su saber y por lo tanto, cuál de sus problemas tiene mayor prioridad al del otro; por eso, como dije más arriba: Toy Story es el conflicto entre las prioridades de dos verdades; la verdad no es única, por muy naturalizada que la creamos.
La posverdad no es más que el conflicto milenario que la filosofía a intentado resolver desde el inicio de consciencia humana; la verdad unifica causas y desprestigia lo que está fuera de su dominio y sus símbolos, así como no aceptar que eres un juguete, a pesar de tener todas las pruebas delante de tus ojos, hasta que un día es inevitable no verla, te encuentras con un comercial en televisión, porque la posverdad es la unificación entre lo político y lo mediático.
De forma simplista, la posverdad es creer en lo que me conviene, lo que satisface y es compatible con mis emociones y creencias, sin importar si realmente soy un guardián espacial, el vaquero más valiente y guapo o el dinosaurio más intimidante, porque la posverdad no es simplemente una mentira, sino una forma de poder simbólico que transforma la verdad en un producto emocional.
Buzz es un personaje que vive en constante negación, a tal punto que busca terminar con su existencia porque sus creencias no son compatibles con los hechos, por otro lado, Woody, ejerce el poder a través de esos hechos y símbolos como la lealtad, amistad y coherencia, intentando brindar esperanza y soluciones; dos realidades que priorizan sus acciones desde puntos contrarios hasta que ambos ceden: Buzz acepta que es un juguete y no por eso deja de tener valor su existencia y Woody a ceder el control más allá de su verdad para darle espacio a sus emociones y creencias personales de manera auténtica, tanto que termina besuqueándose con Betty cuando al principio de la película no se lo permitía.