Tormenta solar G4: una erupción del Sol provocó una aurora boreal en Nuevo León
Ciencia
Por: Mateo León - 11/12/2025
Por: Mateo León - 11/12/2025
El cielo del norte de México se volvió irreal. Durante la noche del martes, habitantes de los municipios de García (Nuevo León), Ciudad Juárez (Chihuahua) y otros en el norte captaron un resplandor rojizo y verdoso que se extendía entre las montañas: una aurora boreal. El fenómeno, casi imposible de observar en estas latitudes, fue consecuencia directa de una tormenta geomagnética severa que alcanzó la Tierra.
Las imágenes, tomadas desde zonas rurales alejadas de la contaminación lumínica, muestran un espectáculo que parecía reservado al Ártico, pero que en esta ocasión descendió hasta el corazón de México. Según la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA), el fenómeno fue provocado por una eyección masiva de plasma solar que impactó el campo magnético terrestre.
🌌 Aurora boreal visible desde México.
— UNAM (@UNAM_MX) November 12, 2025
El fenómeno se debe a una tormenta geomagnética provocada por la actividad del Sol.
Se han registrado avistamientos en el norte del país y podría repetirse esta noche con una nueva oleada solar.
El Servicio de Clima Espacial México… pic.twitter.com/ye4ypl4JcA
La NOAA confirmó que el Sol liberó dos llamaradas de clase X, las más intensas que existen, los días 9 y 10 de noviembre de 2025. Estas explosiones de energía —provenientes de la región activa AR4274— arrojaron enormes nubes de radiación y partículas cargadas hacia el espacio. Una parte de ese material viajó a más de 1.5 millones de kilómetros por hora y chocó con la magnetosfera terrestre entre el 11 y el 12 de noviembre.
La primera llamarada, con una magnitud de 1.7, fue seguida por otra de 1.2. Ambas generaron una tormenta geomagnética de categoría G4 —considerada severa—, una de las más poderosas registradas en los últimos años. Cuando estas partículas energéticas alcanzan la Tierra, comprimen su campo magnético y lo hacen “vibrar”, provocando que las moléculas de oxígeno y nitrógeno en la atmósfera emitan luz: la danza de las auroras.
Así se ven las auroras boreales desde Ciudad Juárez. https://t.co/SLA7iKMoO6 pic.twitter.com/eszSEa63Al
— Sergio Andrade-Ochoa (@Rat_Inside) November 12, 2025
Normalmente visibles sólo en las regiones polares, las auroras boreales se manifestaron esta vez desde el norte de Canadá y Estados Unidos hasta el norte de México y el sur de Europa. Los cielos de Nuevo León, Coahuila y Chihuahua mostraron destellos rojos y violetas que dejaron atónitos a los observadores.
Para los científicos, se trató de una oportunidad excepcional para estudiar la interacción entre el viento solar y la magnetosfera. Para los testigos, una experiencia casi espiritual: ver cómo el cielo se enciende de color por obra del mismo Sol que da vida a la Tierra.
Aunque las auroras son inofensivas, las tormentas solares que las provocan pueden tener consecuencias prácticas. La NOAA advirtió que los efectos de esta actividad solar podrían causar interferencias en las telecomunicaciones, alteraciones en los sistemas GPS y posibles fluctuaciones en la red eléctrica.
Las tormentas solares más intensas —como la famosa Tormenta de Carrington de 1859— han llegado a interrumpir el funcionamiento de telégrafos y redes eléctricas completas. Hoy, en una sociedad dependiente de los satélites y la conectividad constante, un evento de esa magnitud sería más que un fenómeno astronómico: sería una vulnerabilidad global.
En términos científicos, estas tormentas son el resultado de la relación íntima entre el Sol y la Tierra. Cada once años, nuestro astro entra en un ciclo de máxima actividad solar, con manchas, erupciones y eyecciones de masa coronal más frecuentes. Estamos entrando en ese punto álgido, y los expertos esperan que más fenómenos de este tipo ocurran en los próximos meses.
Pero más allá de los números y las mediciones, hay algo poético en el hecho de que el mismo Sol que nos alimenta también pueda sacudirnos. La aurora boreal sobre Nuevo León no fue sólo un fenómeno físico, sino una recordación de nuestra conexión cósmica. En un mundo lleno de ruido, la naturaleza sigue encontrando formas de hablarnos —a veces, en silencio, desde el cielo encendido.