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Conoce la historia de Mary Carleton, la mujer que sedujo, engañó y burló a la ley en el siglo XVII

En el Londres de 1660, una ciudad llena de oportunidades y codicia, surgió Mary Carleton, una mujer que entendió que la vida podía jugarse como un tablero y que ella podía mover todas las piezas. Hija de músicos en Canterbury, Mary tuvo un comienzo modesto, pero la rutina nunca fue suficiente para su ambición. Le gustaba leer y se sumergía en libros de múltiples idiomas y disciplinas, cultivando una curiosidad que la separaba de la mayoría.  En particular, sentía fascinación por los “libros de caballerías”, como Amadís de Gaula, que incluso se sabía de memoria, y se identificaba con la princesa Oriana, cuya astucia y determinación marcaron su imaginario. Esa pasión por la lectura se convirtió en su herramienta principal: le permitió entender a las personas, anticipar sus movimientos y tejer sus engaños con precisión.

Mary se casó primero con un zapatero, John Steadman, y luego con un cirujano en Dover, llamado Day. Fue en su primer matrimonio donde tuvo hijos, que lamentablemente no sobrevivieron, una tragedia que marcó su temprana vida y la empujó a buscar nuevas formas de control sobre su destino. En 1658, fue denunciada por bigamia, pero logró convencer al juez de que no había pruebas suficientes y salió absuelta; su primer esposo no compareció para testificar. Más tarde, dejó también a ese segundo marido y comenzó una década de estafas que la harían célebre. No esperaba a que sus esposos murieran; su estrategia era simple: seducir, casarse, quedarse con su dinero y huir. Algunos hombres ni siquiera la denunciaron, por miedo al ridículo, así que nadie sabe con certeza cuántas veces se casó.

Antes de su tercer matrimonio, Mary pasó un tiempo en Colonia, Alemania, moviéndose entre la alta sociedad local. Allí se casó con un caballero mayor que se enamoró perdidamente de ella; la boda se fijó a los tres días. Él le encargó todos los preparativos y le dio una gran cantidad de dinero para cubrir los gastos. Mary, con su ingenio habitual, escapó con el botín, engañando incluso a su propia cómplice, la casera que había pactado con ella. 

 Con una mezcla de ingenio, audacia y encanto, Mary creó la identidad de una princesa alemana, huérfana y rica, con la que cautivó a la sociedad y, sobre todo, a John Carleton, un joven abogado ansioso por estatus y fortuna.

Su cortejo fue un verdadero juego de apariencias. Mary llegó a la taberna Exchange de Londres acompañada de un párroco y, tras unas interacciones cuidadosamente calculadas con los dueños, fue presentada a John. Ahí empezó su teatro: exhibió joyas y cartas, insinuó linajes y propiedades, y manejó la percepción del joven y su familia con maestría. La boda se celebró apresuradamente, incluso dos veces por problemas administrativos, y al principio, su riqueza parecía real para todos. Pero cuando la familia Carleton descubrió que su fortuna era en gran medida imaginaria, los conflictos estallaron: la acusaron  nuevamente de bigamia con la ayuda de testigos pagados, la despojaron de sus pertenencias y la llevaron a juicio.

En el Old Bailey, Mary enfrentó cargos de bigamia por su matrimonio con Carleton mientras estaba casada con Steadman. Sin embargo, gracias a testigos ineficaces y a su habilidad para manipular la narrativa, fue absuelta: el tribunal no logró demostrar su culpabilidad. Mary había aprendido a aprovechar la codicia y la impaciencia de los demás, así como las lagunas legales, para moverse con libertad entre ciudades y círculos sociales. Incluso después de ser deportada a Jamaica por un pequeño robo en 1671, logró regresar ilegalmente a Inglaterra y continuar con sus fechorías, mostrando que su astucia no tenía límites geográficos ni sociales.

Mary no solo engañaba, también actuaba. Participó en obras teatrales basadas en su propia historia, como The German Princess y A Witty Combat: Or, the Female Victor, donde reclutaba la simpatía del público y mostraba su ingenio social como si fueran soliloquios teatrales. Su habilidad para leer las reglas del mundo, para observar y manipular el comportamiento ajeno, la convirtió en una maestra del engaño y del espectáculo personal.

Su vida fue un constante movimiento entre la realidad y la ficción, donde cada identidad y cada mentira eran calculadas con precisión. La historia de Mary Carleton nos recuerda que la identidad puede construirse, negociarse y venderse, y que la audacia, cuando se combina con inteligencia y observación, se vuelve irresistible. Hoy, leer sobre ella es adentrarse en un juego donde las reglas siempre las escribe quien se atreve a imaginarlo todo y a actuar con la seguridad de una actriz que conoce su escenario y a su audiencia.


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Imagen de portada: History and Women