Hay algo profundamente honesto en el absurdo de 31 Minutos. Un noticiero de títeres que parodia la televisión, pero que terminó retratando con más lucidez que muchos noticieros reales la vida en Latinoamérica. Entre el humor, los jingles y la nostalgia, este programa chileno logró una de las hazañas más raras en el entretenimiento: educar sin moralizar, y hacer crítica social desde la ingenuidad.
Su reciente paso por el Tiny Desk Concert de NPR fue una muestra de eso. No fue solo un golpe de nostalgia: fue un recordatorio de por qué 31 Minutos sigue vigente después de dos décadas. En medio de las risas, las canciones que interpretaron (como Objeción Denegada,o Mi Equilibrio Espiritual) funcionaron como pequeñas piezas de sátira política: tiernas por fuera, filosas por dentro.
El universo de 31 Minutos siempre fue más político de lo que parecía. A través de melodías pegajosas y personajes exagerados, retrató temas que atraviesan a toda una región: la desigualdad, la corrupción, la desinformación, el machismo o el desencanto con las instituciones.
Las canciones más políticas
- Yo Opino: Expone la fiebre de la opinión pública en tiempos donde todos “piensan” pero pocos escuchan. Es una crítica sutil a los debates vacíos que dominan los medios y las redes sociales, un espejo de la sociedad digital y del ruido informativo.
- Objeción Denegada: Aborda la injusticia y el absurdo del sistema legal. En sus versiones más recientes, incluye alusiones a la migración y al trato desigual que enfrentan las personas en situación irregular. Detrás del humor hay una denuncia clara de la exclusión institucionalizada.
- Minilolas: Una de las más directas: denuncia el acoso callejero y la cosificación de las mujeres. Es una de las pocas canciones del programa que rompe con la inocencia infantil para hablar de una violencia cotidiana.
- Mi muñeca me habló: Resignificada por colectivos feministas, se convirtió en un himno de rebeldía y autonomía. La muñeca, en lugar de representar sumisión, se vuelve símbolo de conciencia y libertad.
- Mi Equilibrio Espiritual: Más introspectiva, pero no menos crítica. Plantea la búsqueda de sentido frente al caos, como una forma de resistencia ante un mundo saturado de exigencias y consumo.
- Yo Nunca Vi Televisión (Y Luego Sí, Pero Después No): Una parodia brillante del poder mediático. Detrás de su tono ligero, hay una crítica profunda al consumo irreflexivo de información y al papel de los medios en moldear la percepción colectiva.
Tal vez por eso 31 Minutos ha calado tan hondo en América Latina: porque detrás de su humor "infantil" hay una lectura aguda del mundo adulto. Nos enseña que la ironía puede ser más poderosa que el sermón, y que hasta un muñeco de calcetín puede decir verdades que muchos callan.
Imagen de portada: N+