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Con lluvias récord, reforestación y el regreso de más de 230 mil aves, el Lago de Texcoco se transforma en un símbolo de resiliencia ambiental y memoria viva del Valle de México

Durante décadas, el Lago de Texcoco fue el símbolo de un país que drenó su propia memoria. De ser el corazón acuático del Valle de México pasó a convertirse en un páramo polvoriento, con suelos salinos, canales cegados y un paisaje casi marciano. En 2015 ya había perdido más del 95 % de su superficie original. Luego vino el megaproyecto del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, una obra de concreto y promesas que terminó cancelada, dejando tras de sí un terreno herido.

Hoy, casi una década después, el lago vuelve a respirar. No por azar ni por milagro, sino por la suma de esfuerzos que durante años buscaron devolverle vida a ese ecosistema. El Parque Ecológico Lago de Texcoco, diseñado por el arquitecto Iñaki Echeverría e impulsado por la Comisión Nacional del Agua (Conagua) y la Secretaría del Medio Ambiente, ha reforestado miles de hectáreas con vegetación nativa y rehabilitado los antiguos vasos reguladores para que vuelvan a cumplir su función natural: captar y almacenar agua.

El proyecto, declarado Área Natural Protegida en 2022, se apoya en una visión de ingeniería viva: dejar que el terreno, el clima y el agua marquen el ritmo de la restauración. Se han reconectado los nueve ríos que confluyen en la zona, y se han sembrado especies resistentes al tequesquite que ayudan a regenerar el suelo y atraer fauna. En ese proceso han participado biólogos, ingenieros, comunidades locales y universidades como la UNAM y la UAM, que han documentado el regreso de aves migratorias y especies endémicas como el mexclapique y la rana de árbol plegada.

Las lluvias de 2025 —las más intensas en ocho décadas— no iniciaron esta recuperación, pero sí la aceleraron. Según reportes de la UNAM y la Conagua, las precipitaciones llenaron los vasos de regulación y elevaron los niveles de humedad, activando procesos biológicos que habían estado latentes. Las imágenes satelitales muestran cuerpos de agua reapareciendo en zonas donde hace apenas unos años solo había polvo y maquinaria abandonada.

Sin embargo, este renacer también es un recordatorio incómodo. Porque mientras el lago se llena, otras zonas del Valle de México se inundan. Las lluvias, que benefician al ecosistema, también ponen en evidencia la precariedad de la infraestructura urbana: drenajes saturados, planeación deficiente y una ciudad que sigue creciendo de espaldas a su geografía natural.

Texcoco no solo se está recuperando; está corrigiendo una historia. Cada charca que regresa, cada pastizal que vuelve verde, es una forma de resistencia frente al olvido. Hoy, en los límites entre el agua y el concreto, ciclistas y aves comparten espacio sobre lo que alguna vez fue el sueño frustrado de un aeropuerto internacional.

El agua, paciente, está escribiendo una nueva versión de los hechos. Y con ella, una lección: el futuro del Valle de México no está en construir sobre lo que fue un lago, sino en aprender a convivir con él.


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Imagen de portada: Mario Jasso, Cuartoscuro