«La dama del armiño»: la mujer real detrás del nuevo guiño de Rosalía a Leonardo da Vinci
Arte
Por: Carolina De La Torre - 10/28/2025
Por: Carolina De La Torre - 10/28/2025
En el nuevo video de Rosalía, "Berghain", hay un detalle que los ojos curiosos no pasaron por alto: en el cuarto del joyero aparece uno de los cuadros más famosos del mundo, La dama del armiño, de Leonardo da Vinci.

Una pintura renacentista cargada de misterio, belleza y simbolismo, y cuya protagonista no fue una figura inventada, sino una mujer extraordinaria llamada Cecilia Gallerani, una de las musas más inteligentes y enigmáticas del siglo XV.

Pintado entre 1489 y 1491, La dama del armiño es uno de los cuatro retratos femeninos que Leonardo da Vinci realizó en toda su vida. El lienzo muestra a una joven de mirada serena y gesto contenido que sostiene entre sus brazos un pequeño armiño blanco. Su elegancia, su gesto de atención —como si algo o alguien acabara de pronunciar su nombre— y la luz que parece emanar de su rostro, convierten a la obra en una pieza maestra del Renacimiento.
Pero ¿quién fue la mujer que inspiró a Da Vinci?
Cecilia Gallerani nació en Siena en 1473, en una familia culta pero sin títulos nobiliarios. Desde joven destacó por su inteligencia: hablaba latín, escribía poesía, tocaba música y participaba en tertulias filosóficas, algo poco común para una mujer de su época. En una Italia dominada por los hombres y la política de las alianzas matrimoniales, Cecilia se ganó un lugar propio gracias a su talento y agudeza.
Su destino cambió a los 15 años, cuando fue invitada a la corte de Ludovico Sforza, “il Moro”, duque de Milán y uno de los grandes mecenas del Renacimiento. Allí conoció a Leonardo da Vinci, quien por entonces ya era considerado un genio entre artistas y pensadores. Ludovico se enamoró de ella y Cecilia se convirtió en su amante, pero también en su compañera intelectual: una mujer que podía debatir de filosofía con el mismo brillo con que inspiraba un retrato inmortal.
que rosalía en berghain haya puesto el cuadro de la dama del armiño (ambas mirando en la misma dirección) en la escena donde ella empeña el corazón… el cuadro podría aludir a que rosalía vende su pureza, que tendría sentido con la letra final pic.twitter.com/qr0IR4fWwE
— manolo clase (@manolovg_) October 27, 2025
El retrato que Leonardo le dedicó está lleno de códigos y símbolos. El armiño, animal blanco que sostiene entre sus brazos, ha sido interpretado de múltiples maneras. Por un lado, era el emblema de Ludovico Sforza, quien había sido condecorado con la Orden del Armiño por el rey de Nápoles, y cuyo lema era “antes la muerte que la deshonra”. Por otro, el animal alude a la pureza y a la inteligencia de Cecilia, cuyo apellido, Gallerani, incluso suena similar al término griego galée, que significa “armiño”.
Más allá de las lecturas simbólicas, Leonardo supo capturar algo más profundo: la quietud de una mente brillante y la dignidad de una mujer que, aunque fue amante, no se redujo a ese papel. En su rostro hay una conciencia de sí misma que anticipa a la Mona Lisa, pintada algunos años después.
Cecilia tuvo un hijo con Ludovico, Cesare, en 1491, poco antes de que el duque se casara con Beatriz d’Este, una mujer igualmente poderosa e influyente. Forzada a abandonar la corte, Cecilia se retiró con elegancia y fue casada con Ludovico Carminati de Brambilla, con quien llevó una vida tranquila. A diferencia de otras mujeres de su tiempo, no fue olvidada del todo: escribió poesía, mantuvo correspondencia con figuras ilustres —como Isabella d’Este, quien le pidió prestado su retrato para admirarlo— y siguió siendo reconocida como una “donna docta”, una mujer sabia.
Murió alrededor de 1536, pero el retrato que la inmortalizó tuvo un destino igual de accidentado que su historia. Durante siglos desapareció, fue confundido con otros, saqueado por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial y finalmente recuperado por Polonia, donde hoy se exhibe en el Museo Czartoryski de Cracovia como uno de sus mayores tesoros nacionales.
Aunque no se ha encontrado ningún poema escrito por Cecilia Gallerani, su figura sí inspiró versos ajenos. El más célebre fue el del poeta cortesano Bernardo Bellincioni, quien trabajó al servicio de Ludovico Sforza en la corte de Milán, el mismo entorno donde Leonardo da Vinci pintó La dama del armiño.
Bellincioni (1452-1492) fue una voz destacada del Renacimiento italiano, conocido por sus composiciones dirigidas a los poderosos y artistas de su tiempo. En su soneto Sopra il ritratto di Madonna Cecilia, qual fece Leonardo, escribió un elogio tanto a la pintura como a la mujer retratada, colocando a Leonardo como un rival de la Naturaleza, capaz de darle vida a una estrella terrenal.
A través de esos versos, sabemos cómo se veía Cecilia en su tiempo: una mujer inteligente, luminosa y enigmática, cuya presencia parecía desafiar los límites del pincel y de la palabra. Este poema, además, fue clave para los historiadores al confirmar que ella era la modelo del cuadro. Una mujer que, siglos después, sigue proyectando su misterio en la cultura visual contemporánea.
(Bernardo Bellincioni, 1492)
Di che ti adiri? A chi invidia hai, Natura?
Al Vinci che ha ritratto una tua stella:
Cecilia! sì bellissima oggi è quella
Che a’ suoi begli occhi il sol par ombra oscura.
L’onore è tuo, sebben con sua pittura
La fa che par che ascolti e non favella:
Pensa quanto sarà più viva et bella,
Più a te fia gloria in ogni età futura.
Ringraziar dunque Ludovico or puoi
E l’ingegno e la man di Leonardo,
Che a’ posteri di te voglia far parte.
Chi lei vedrà così, benché sia tardo,
Vederla viva, dirà: “Basti a noi
Comprender or quel ch’è Natura et Arte.
¿De qué te enfadas? ¿A quién envidias, Naturaleza?
¿A Vinci, que ha retratado una de tus estrellas?
¡Cecilia! Tan bella es hoy,
Que ante sus ojos hermosos el sol parece sombra oscura.
El honor es tuyo, aunque con su pintura
La hace parecer que escucha y no habla;
Piensa cuánto más viva y bella será,
Cuánta más gloria tendrás en toda edad futura.
Agradece, pues, ahora a Ludovico,
Y al ingenio y la mano de Leonardo,
Que quiso dejarte a los siglos venideros.
Quien la vea así, aunque sea tarde,
Al verla viva dirá: “Nos basta
Comprender lo que es Naturaleza y Arte.
Cinco siglos después, su rostro reaparece en el universo visual de Rosalía. Que La dama del armiño aparezca en Berghain no es casualidad: la cantante suele rescatar símbolos clásicos para replantear el poder femenino desde la mirada contemporánea. Cecilia Gallerani, al igual que muchas de las mujeres que la artista ha reinterpretado, fue admirada, deseada y, a la vez, silenciada por la historia.
La Dama del Armiño sigue ahí, mirando de reojo, escuchando su nombre como hace siglos. Solo que ahora, su eco suena también entre las luces de un club berlinés y la voz de una artista que, como ella, sabe que el arte puede ser su forma de permanecer.