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Eddington & Thomas Pynchon los héroes pos apocalípticos que pasarán de moda

Eddington & Thomas Pynchon: los héroes post apocalípticos que pasarán de moda

Arte

Por: Rober Díaz - 10/25/2025

La nueva película del controvertido director Ari Aster parece una pesadilla post pandemia que nos recuerda qué ridículas pueden llegar a ser nuestras luchas y también que, a sus 88 años, Thomas Pynchon sigue impulsando la vanguardia literaria en Estados Unidos

Ari Aster

Si en Hereditary (2018) quisimos abandonar las salas de cine gracias a la formulación de un terror cáustico y envolvente, desprendido del manejo de un mito por medio del cual se pretendía hacer volver a la tierra a un antiguo demonio, Midsommar (2019) nos enseñó que el valor de las sectas estriba en su extravagancia, no así la perturbación que Aster abordó en Beau Is Afraid (2023), donde la paranoia nos hace el juego de un hombre postrado en su mente y miedos. Eddington es la suma de las obsesiones del director, pero abandona su sello oscuro para convencionalizarse y fijarse en los pequeños detalles que hacen una sociedad tierna sobre sus propios fragmentos y cuando no, nos hace testigos de su colapso demostrándonos el absurdo de los móviles en los que las personas pueden embarcarse con la única mira de salvo guardar su estultez. Además, la crítica considera Eddington un nuevo western en forma de comedia negra. Una película a la que para algunos fácilmente le sobra una hora y para otros es el largometraje más flojo que nos ha dado este controvertido e innovador director.

Eddington cuenta la historia del pueblo que le da nombre a la película, en donde el sheriff Joe Cross (Joaquin Phoenix) aparece como un digno representante del conservadurismo norteamericanosu némesis, Ted García (Pedro Pascal), un representante de los demócratas y en medio, un conflicto: Ted se quiere reelegir. Ted por su parte quiere traer el desarrollo al pueblo por medio de la tecnología, mientras que Joe siente un profundo rencor por él y lo que representa, ya que está casado con Louise (Emma Stone) expareja de Ted que sufre un desequilibrio mental y a quien su esposo abandonó porque era “rara”.

En sí este es el conflicto de la película. Aster solo comienza a adentrarse en un juego de buenos deseos y equivocaciones que se salen de control porque Joe vive dentro de múltiples miedos, asediado por la falta de reconocimiento que, en cambio, Ted sí tiene. Luego, la pandemia. Y es desde ese punto de arranque que de muchas maneras vemos en una forma micro las posiciones de cada uno sin que ambas posturas sean excluyentes o enemigas. Los enemigos son ellos. Este es el origen de las grandes diferencias que marcarán el destino de los personajes.

Eddington tuvo bajas calificaciones en la última edición del Festival de Venecia, entre otras, la de Alejandro G. Calvo. La cinta incluso causó cierta indignación entre los críticos y ya que en su penúltimo largometraje Beau is Afraid, tampoco fue muy bien acogida, la aseveración de que se le había dado “demasiado” a Aster con muy poco resonó tras bambalinas en el Festival. Sin embargo, los temas abordados en Eddington bien podría sacarnos una conversación que no solo redundaría en las profundidades en las que se adentra con respecto a la sociedad que emergió de la pandemia, sino que además bien valdría la pena preguntarnos cuál es el papel que juegan las redes sociales en una época en la que la posverdad influye en la toma mundial de decisiones.

Pynchon el etéreo

Thomas Pynchon ha sido reconocido por Harold Bloom como un imprescindible de las letras estadounidenses, y aunque nunca lo puso dentro de su canon, sí dijo de él que sería uno de los creadores más influyentes de su generación, a la altura de Don DeLillo o David Foster Wallace, quienes lo abrazaron como un padre putativo. Se le ha acusado de ser un autor intelectualizante, frío y especulativo, que crea una paranoia a su alrededor y fomenta un tipo de indiferencia espiritual. Para el crítico neoyorquino Edward Mendelson (1946), Pynchon representa la "narrativa enciclopédica" por excelencia del siglo XX.

Pynchon saltó a la fama por su La subasta del lote 49 (1965). Luego, con un adelanto de 500 dólares que recibió de una editorial, se fue a México y sobrevivió comiendo frijoles y arroz, según cuenta el cronista Franco Félix en su libro El ingeniero que huyó por la ventana: Pynchon en México (1962-1964), ganador del Premio Bellas Artes de Ensayo del 2024. Según Félix, Pynchon no trabó relación alguna con los escritores mexicanos del momento, ya que su fama de escapista diletante frente cualquier forma de publicidad, además de aumentar su ya salvaje mitología de escritor desconocido y anónimo, lo llevó a literalmente huir por una ventana del hotel donde se hospedaba ante el acoso de periodistas de la revista Life. Una vez en fuga, Pynchon fue a parar a Guanajuato, en donde escribiría pasajes de lo que sería su obra Contraluz (2006).

Su obra más significativa es El arcoíris de la gravedad (1973), con la que ganó el National Book Award al año siguiente, el cual mandó a un cómico a recoger. Pynchon no es solo un escritor raro por lo que escribe y porque su vida es prácticamente un misterio, sino porque su literatura está plagada de búsquedas desaforadas de verdad enmarañada y de mentiras a medias tintas que van dibujando una actitud paranoide y esquizofrénica que finalmente acierta en descubrirnos un mundo que, sin estos hilos conspiranoicos de fondo y al parecer absurdos, simple y sencillamente la verdad, o este mundo actual, no tendrían sentido.        

La moda de Aster & Pynchon

Considerada por la crítica como la mejor película de este año, Una batalla tras otra de Paul Thomas Anderson esta basada en la novela Vineland de 1990, lo peligroso de llevar a la pantalla a un escritor tan complicado es perderte en medio de su sobre intelectualismo, sin embargo, estos retos para el director de Petróleo sangriento (2007) son comunes, no así para un iniciado, Ari Aster, que sin admitir una influencia del creador de Maison and Dixon, la parte donde culmina su thriller es completamente a fin a lo que un escritor como Pynchon escribiría. La conclusión de Aster, si es que el desarrollo de la película parece lento, es brutal. No parece un parche al que se llega ahí porque ya no se sabe qué más poner. Es en sí una implosión donde todos los factores antes tensos se desatan y permiten una escena apocalíptica en donde la destrucción y la entropía logran su propio orden.

Pynchon está de moda, como una conclusión de una sociedad transida por las letras de un genio que lo regurgita continuamente a un sistema que está perdido por amoral, que sus días están contados o más bien que la ilustre paranoia, herencia o resultado de la posmodernidad, ha hecho agua en una tormenta de sinsentidos y absurdos con los que la vida moderna continuamente se conforma. Parece que aquel refrán que dice “piensa mal y acertarás” está más vivo que nunca, en tanto los sistemas de dominación echados a andar en distintas localidades del mundo a distintas horas y con distintos actores, finalmente arrojarán los resultados que tanto imaginamos.

Aster ha creado una pantomima de la realidad que está magistralmente coronada por una secuencia casi emocional donde podemos percibir las influencias pynchonescas, en donde todo puede pasar si hay ironía y sobre todo en un mundo absurdamente irónico donde lo que menos pensamos que pueda pasar, termina siendo nuestro día a día. 

Pynchon es quizá uno de esos clásicos que pocos han leído por lo árido que puede parecer, al más puro estilo de Joyce, que aunque pocos soportaron, nadie ha podido negar su maestría. Por su parte, ya desde Hereditary (2018), Aster podía vislumbrarse como un director incómodo, forjado al puro estilo pynchoniano. Son dos autores de la posmodernidad que a pesar de que hagan camino, serán rechazados por disolutos, por no haber seguido normas y a cambio haber creado las suyas propias. A lo mejor ya habíamos visto cosas parecidas, pero no contextualizadas a este nivel de intimidad por las que Eddington pasó una y otra vez.


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