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Un análisis encontró niveles de plomo en varias marcas de proteína en polvo; expertos alertan sobre los riesgos de exposición prolongada y la falta de regulación en la industria

Los suplementos que prometen fuerza, energía o una vida más saludable acaban de quedar bajo la lupa.

 De acuerdo con un informe publicado por The New York Times, varias marcas populares de proteína en polvo contienen niveles de plomo superiores a lo que se considera seguro para el consumo diario.

El estudio, realizado por Consumer Reports, analizó 23 productos diferentes —entre batidos y polvos proteicos de origen vegetal y animal— y descubrió que más de dos tercios superaban el límite de seguridad de plomo en una sola porción.

Aunque las cantidades encontradas no representan un riesgo inmediato, los expertos advirtieron que la exposición constante puede tener consecuencias con el tiempo: el cuerpo no olvida.

El plomo es un metal pesado extremadamente tóxico que, una vez dentro del organismo, puede almacenarse en los huesos, la sangre y los tejidos. Se elimina muy lentamente, por lo que incluso pequeñas dosis acumuladas pueden generar efectos neurológicos, hormonales o metabólicos. En los casos más graves, se ha asociado con daño cerebral, pérdida de memoria, fatiga crónica y alteraciones en el desarrollo infantil.

Lo inquietante es que no existe un nivel completamente seguro de exposición. Incluso los estándares oficiales funcionan más como un margen de tolerancia que como una verdadera garantía.

En otras palabras: cada microgramo cuenta.

El informe también encontró un patrón interesante. Las proteínas de origen vegetal —como las elaboradas con chícharo, arroz o soya— presentaron niveles más altos de plomo que las derivadas de la leche o la carne. Esto sugiere que la contaminación podría provenir del suelo o del agua utilizados en los cultivos. Sin embargo, algunos niveles detectados resultan tan altos que podrían deberse también a procesos industriales o a una falta de control en las cadenas de producción.

Pese a las advertencias, las empresas involucradas aseguran que sus productos son seguros y que cumplen con los “límites de seguridad internacionales”. Pero los especialistas señalan que esa confianza es relativa, ya que la industria de los suplementos alimenticios carece de la regulación estricta que sí se aplica a los alimentos o medicamentos.

En la práctica, muchas marcas pueden poner un producto en el mercado sin pasar por controles de calidad exhaustivos.

Y ahí está el verdadero riesgo: en esa zona gris entre lo saludable y lo que solo parece serlo.

 Lo que consumimos para “cuidar el cuerpo” podría estar afectándolo silenciosamente, sin síntomas inmediatos, pero con consecuencias acumulativas.
Este hallazgo no es un caso aislado. En los últimos años, distintas investigaciones han encontrado metales pesados en productos tan diversos como compotas de frutas, canela en polvo o fórmulas infantiles. Cada estudio suma una pieza al mismo rompecabezas: la contaminación invisible que atraviesa nuestra alimentación diaria.

Quizás este informe no busca infundir miedo, sino despertar una pregunta que a veces evitamos:

¿cuánto sabemos realmente sobre lo que comemos y bebemos en nombre de la salud?

Porque si algo deja claro este caso es que lo “saludable” también necesita vigilancia, y que no todo lo que promete bienestar lo cumple.


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Imagen de portada: Pexels