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César Aira, su última novela «El arqueólogo» y el premio Nobel de literatura

Libros

Por: Felipe Ojalvo - 10/03/2025

Con 106 novelas en su trayectoria, César Aira se consolida como el escritor argentino por antonomasia, razón por la cual continúa entre los aspirantes serios al premio Nobel de literatura

Voy a resumir en una oración la idea de este texto: leer a César Aira es una experiencia con la literatura como un problema del lenguaje que evita intencionalmente resolverse. ¿Cómo? Primero, por una dimensión numérica: el reconocido escritor argentino tiene más de cien pequeñas novelas publicadas y traducidas a infinidad de idiomas. Pero también por lo vasto que es ese océano literario: quien lee más de una, dos o tres de esas novelitas acepta que la siguiente puede desembocar hacia cualquier otro lado o tratar sobre cualquier otra cosa. ¿Por qué? Bueno, en parte es responsabilidad del autor, aunque también decisión nuestra (sus lectores) a la hora de inscribirnos en esa experiencia de lectura que pone sobre la mesa semejante contrato comunicativo. Y, al mismo tiempo, este problema, que no puede resolverse, es lo que hace que sigamos leyendo a Aira: la sensación de infinito.

Hace pocos meses la editorial Blatt & Ríos publicó la nueva novela de César Aira, titulada El arqueólogo —novela número 106 de su repertorio—. Es otra novela corta, rasgo que, a esta altura, no responde a una particularidad aislada: Aira ha desarrollado un tratamiento literario de largo aliento sostenido en pequeñas novelas desde 1975. ¿Qué quiero decir con esto? Que debemos leer a estas piezas literarias como elementos que componen un conjunto —con las distintas derivas de contenido y forma que se desprenden en una trayectoria como autor durante 50 años—. Lo que quiero decir es: en la fuerza de la totalidad descansa la potencia de su programa literario. Así, el universo escrito de Aira funciona como una imitación del Universo: un Todo lleno de Partes pequeñas que no pueden entenderse sino en su pluralidad. Y sus personajes, protagonistas de esa inmensa cosmología, se ven envueltos en tramas de difícil predicción, deglutiendo la tragedia moderna de una existencia absurdamente consuetudinaria. En el absurdo también hay un consuelo: algunas cosas no se pueden resolver.

Por ejemplo: El arqueólogo se trata de un arqueólogo moldavo situado en el final de su carrera. Está jubilado y posee el reconocimiento de quien triunfó en el campo de las ciencias junto con todo el prestigio que ello implica. En esa insoportable pausa que conlleva la jubilación, al protagonista, ahora sin apremios laborales, solo le queda tiempo para reflexionar y sumergirse en sus recuerdos. Algo particular: un profesional que dedicó su vida a rastrear los trazos ocultos del pasado con el fin de materializar el relato de la historia, ahora solo tiene su pasado estoqueado un presente insoportablemente quieto. Pero, como la arqueología es la poesía del pasado y su labor estriba en ocuparse de desenterrar lo oculto… ¿Acaso ese “arqueólogo” no se parece bastante a César Aira? Un escritor de 76 años, que sigue publicando a pesar de su ya lograda consagración en el campo de las letras, como quien no acepta la posibilidad de que el mundo pueda estar totalmente desenterrado. En otras palabras: se hace difícil no encontrar a César Aira escondido detrás de un ‘arqueólogo moldavo’. Y esto es porque sus novelas representan un acto de arqueología literaria: Aira busca, en estos personajes y en el edificio de sus pequeñas tragedias cotidianas, pasar el pincel sobre la tierra que cubre un fósil de creatividad literaria.

Además y por último, el personaje de esta novela (al igual que el mismo Aira), en lo más alto del reconocimiento a su trayectoria, aguarda incesantemente la obtención de un “Gran Premio”. Hago esta salvedad porque en pocos días se define el Nobel de Literatura, en el que, otra vez, Aira está entre sus autores/as consagrados. Es indiscutible, en todas partes del mundo, el aporte que Argentina ha hecho al campo de las letras y quienes apreciamos la literatura nacional sabemos que ya es hora de que esto suceda. Pero también es cierto que Aira ha sido un poco esquivo a esta conversación y a ese galardón, casi como si no le importara. Más allá de la modestia o de lo que suceda en pocos días con el Nobel, leer a Aira es una celebración del trabajo literario en particular y de la literatura nacional en general. Y así, seguiremos a la espera de otras excavaciones que Aira se proponga realizar mediante la palabra escrita en los misterios del mundo. 


Felipe Ojalvo (1992) es sociólogo, ensayista y docente. En Instagram se encuentra como @felipe.ojalv.


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