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Sus ecuaciones sobre el electromagnetismo sentaron las bases del Wi-Fi, la radio, la televisión y hasta la teoría de la relatividad, aunque su nombre sigue siendo poco conocido

James Clerk Maxwell cambió para siempre la forma en que entendemos el mundo. Físico y matemático escocés, nacido en 1831, sus descubrimientos hicieron posible la radio, la televisión, el Wi-Fi, los celulares y gran parte de la tecnología que usamos a diario.

Albert Einstein diría más tarde que con Maxwell terminó una época científica y comenzó otra. Heinrich Hertz lo llamaba “maestro”. Dos reconocimientos que reflejan la magnitud de su legado, aunque su nombre siga siendo menos conocido que el de otros gigantes de la ciencia.

Su historia comenzó en Edimburgo, donde desde pequeño mostró una curiosidad insaciable. Preguntaba tanto que su tía decía que era humillante no poder responderle. Esa mezcla de preguntas incesantes y talento para resolver problemas lo llevó a sorprender a sus contemporáneos muy temprano. A los 14 años presentó ante la Sociedad Real de Edimburgo un trabajo sobre patrones geométricos que había descubierto jugando con hilos, alfileres y lápices.

Su padre quería que estudiara Derecho, porque en esa época la ciencia no era considerada una profesión. Pero Maxwell siguió el camino de las matemáticas y pronto dio de qué hablar con un problema que parecía imposible de resolver: los anillos de Saturno.

En el siglo XIX se sabía que Saturno tenía anillos, pero nadie entendía de qué estaban hechos. Maxwell se propuso resolverlo matemáticamente. Si fueran sólidos, la gravedad los destruiría. Su conclusión fue que estaban compuestos por millones de partículas que orbitaban en conjunto, aparentando solidez desde la distancia. Su hallazgo fue tan extraordinario que el astrónomo George Biddell Airy lo describió como “una de las aplicaciones más notables de las matemáticas a la física que jamás había visto”. Más de un siglo después, la nave Voyager confirmó que estaba en lo cierto.

Pero este sería apenas un anticipo de su mayor legado.

En Londres, Michael Faraday experimentaba con electricidad y magnetismo. Fue él quien introdujo la noción de “campo”, una idea radical para la época: lo que parecía vacío estaba lleno de fuerzas invisibles. Había comprendido que electricidad y magnetismo estaban relacionados, pero no pudo traducirlo en fórmulas. Maxwell sí.

Con apenas unas cuantas ecuaciones, mostró que electricidad y magnetismo eran parte de un mismo fenómeno: el electromagnetismo. Predijo además que podían generar ondas que se movían a la velocidad de la luz. Fue un salto monumental: la luz visible era solo una parte del espectro. Existían también ondas de radio, microondas, rayos X y más.

La comunidad científica tardó en aceptar sus ideas. Pasaron 15 años antes de que Heinrich Hertz confirmara en el laboratorio la existencia de las ondas de radio. Sin embargo, ese momento abrió el camino para toda la tecnología moderna de comunicación y también para la física que vendría después. Einstein, inspirado en Maxwell, desarrolló la teoría de la relatividad. Y en tiempos recientes, conceptos como el “campo de Higgs” siguen expandiendo las fronteras que él abrió.

Más allá de sus teorías, Maxwell también dejó otra huella: su pasión por el color lo llevó a crear la primera fotografía a color de la historia, un logro que refleja su curiosidad inagotable y su capacidad de ver el mundo desde ángulos insospechados.

Aunque su nombre no suena con la misma fuerza que Newton o Einstein, James Clerk Maxwell transformó nuestra manera de comprender la realidad. Sus ecuaciones, consideradas por muchos una obra de arte matemática, son la base de un mundo donde lo invisible sostiene cada una de nuestras conexiones.


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Imagen de portada: BBC