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La noche del 8 de septiembre de 2025, la Luna casi llena se alineará con Saturno y Neptuno, un espectáculo astronómico visible en México y gran parte del hemisferio norte

El cielo de septiembre se prepara para uno de sus espectáculos más singulares: la conjunción de la Luna, Saturno y Neptuno, un evento astronómico que ocurrirá la noche del 8 de septiembre de 2025 y que podrá observarse desde México y gran parte del hemisferio norte.

El encuentro celeste

Esa noche, la Luna estará casi llena —iluminada entre un 97 % y 98 %—, situándose muy cerca de Saturno y Neptuno. La distancia aparente entre los tres cuerpos será de poco más de 3°30′, suficiente para que se perciban en un mismo sector del cielo.

Saturno brillará con fuerza, reconocible incluso a simple vista y deslumbrante en telescopios, ya que pocos días después alcanzará su oposición, el momento de mayor luminosidad del año.

Neptuno, en cambio, exigirá paciencia y equipo óptico. Su brillo es tenue y la luz de la Luna puede opacarlo, pero con binoculares o un telescopio pequeño será posible distinguirlo.

La Luna será el faro de referencia: su tamaño y brillo guiarán a los observadores hacia el área donde se alinean los planetas.

En México, el fenómeno podrá apreciarse al anochecer, mirando hacia el horizonte este-sureste. Para quienes disfrutan de la astrofotografía, será una oportunidad única: una Luna radiante acompañada por el brillo dorado de Saturno y la discreta presencia azulada de Neptuno en una misma composición.

Un mes cargado de fenómenos

La conjunción no llega sola. Un día antes, el 7 de septiembre, ocurrirá un eclipse lunar total, conocido también como la Luna de Maíz, teñida de tonos rojizos visibles en Europa, Asia, África y Oceanía. Más adelante, el 21 de septiembre, Saturno alcanzará su oposición, y el 23, será el turno de Neptuno. Todo septiembre se convierte, así, en un mes especialmente rico para los observadores del cielo.

El peso de las conjunciones en la antigüedad

Aunque Neptuno es un planeta descubierto apenas en 1846 y no formó parte del imaginario de las civilizaciones antiguas, las conjunciones de astros eran vistas desde tiempos remotos como señales cargadas de poder.
En Mesopotamia, cada planeta estaba asociado a una deidad: Saturno con Ninurta, la Luna con Sin. Sus acercamientos en el cielo eran interpretados como mensajes de los dioses, presagios de guerras, sequías o transformaciones en el reino.

  • En la China antigua, se registraron conjunciones de varios planetas como símbolos del inicio de nuevas dinastías. La armonía o el caos en los cielos se reflejaba en el orden terrenal.
  • En Persia, los astrólogos consultaban los movimientos de los planetas para legitimar coronaciones o preparar batallas. Un acercamiento inusual podía ser leído como augurio de prosperidad o advertencia.
  • En la Europa medieval y renacentista, las llamadas grandes conjunciones, en particular las de Júpiter y Saturno, eran consideradas marcadores de cambios históricos, desde revoluciones religiosas hasta el nacimiento de nuevas eras.
  • En Mesoamérica, aunque la atención estaba puesta sobre todo en el Sol, la Luna y Venus, la mirada al cielo también dictaba tiempos agrícolas y rituales. Un alineamiento de varios cuerpos celestes habría sido interpretado como señal de gran trascendencia para el ciclo vital.

Entre ciencia y mito

Hoy sabemos que se trata de un fenómeno de perspectiva: tres cuerpos alineados desde nuestra visión en la Tierra. Sin embargo, la fuerza de estas imágenes celestes trasciende lo científico. Así como los antiguos miraban al cielo en busca de respuestas, nosotros seguimos encontrando en estas conjunciones no solo un dato astronómico, sino una invitación a observar con otros ojos el orden y la belleza del universo.


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Imagen de portada: Star walk