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En estos puntos del planeta alcanzar los cien años de edad se ha vuelto común

En medio de toda la vorágine que representa la vida moderna, existen comunidades que parecen desafiar las estadísticas. Mientras en gran parte del mundo la esperanza de vida apenas supera los 70 años, hay lugares donde alcanzar o incluso sobrepasar el siglo de edad no es extraño. A estas regiones se les conoce como Zonas Azules, territorios donde la longevidad se convierte en una experiencia colectiva y cotidiana.

El término nació a partir de estudios demográficos que buscaban entender por qué en ciertos enclaves las personas alcanzan edades avanzadas manteniendo una salud notable. 

¿Dónde se encuentran las "zonas azules"?

Hasta ahora se han identificado cinco puntos en el mundo que cumplen con estas características. Se trata de Cerdeña en Italia, Okinawa en Japón, Loma Linda en California (Estados Unidos), Icaria en Grecia y la península de Nicoya en Costa Rica. Lo interesante es que estos lugares, aunque geográficamente distantes, comparten patrones de vida que parecen contribuir a la longevidad de sus habitantes.

¿Qué explica la longevidad en estas regiones?

Para que una Zona Azul sea posible, hay una combinación de elementos. La genética juega un papel importante, pero los hábitos cotidianos resultan determinantes. La dieta, generalmente basada en plantas y con un consumo moderado de proteínas animales, es un rasgo común. También lo es el movimiento constante: caminar, trabajar la tierra o realizar actividades físicas sin que se perciban como ejercicio formal.

Asimismo, otro aspecto que resalta es el tejido social. Las personas en estas comunidades suelen estar profundamente integradas en su entorno, mantienen lazos familiares sólidos y una vida comunitaria activa. Esta red de apoyo, sumada a un sentido de propósito en la vejez, parece ser tan vital como la alimentación o la actividad física.

Lecciones que aprender de las Zonas Azules

Reducir el estrés, priorizar los vínculos humanos, mantener una alimentación equilibrada y darle sentido al día a día son prácticas que podrían ayudar a extender no solo los años de vida, sino también la calidad de los mismos.

Para reflexionar; mientras la prisa y la desconexión parecen apañar todo, estos territorios ponen de ejemplo que la longevidad quizá no dependa tanto de la tecnología o la medicina avanzada, sino de prácticas ancestrales y comunitarias que hemos dejado de lado.


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