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Callar ante el genocidio en Gaza es aceptar la impunidad. Un silencio que perpetúa el horror y entierra los valores que sostienen la vida en comunidad.

 
“Los lugares más oscuros del infierno están reservados para aquellos que mantienen su neutralidad en tiempos de crisis moral”

Dante Alighieri


 
Como si no fuera suficiente saber que sobre la Franja de Gaza se cierne una masacre de magnitudes colosales, hay que destacar por qué es importante el pronunciamiento por el pueblo palestino. Recientemente el medio de noticias Orain.es informó que en dicho territorio se registran al día de hoy más de 60 mil muertos, además de que una gran parte de la población padece hambruna, y las infancias menores de 5 años están en condiciones de desnutrición severa.

Esto no se debe a un fenómeno natural, no es un desastre propinado por la naturaleza o condiciones ajenas al ser humano: se trata de un genocidio perpetrado por la clase política del estado de Israel, con la dirección de su primer Ministro, Benjamín Netanyahu; quien fuera acusado por parte de la Corte Penal Internacional en noviembre de 2024 por ser el responsable de orquestar los crímenes de guerra hacia la población palestina, utilizando la hambruna como método de guerra y exterminando a la población civil.

Este conflicto tiene sus antecedentes históricos en 1917, cuando el gobierno británico apoyara el establecimiento de “su hogar” por parte del pueblo judío en la región de Palestina. La consecuente migración de judíos, más el desplazamiento, inconformidades y crecientes conflictos entre aquellos y el pueblo árabe continuaron por décadas entre álgidos acontecimientos. Como cuando en 1947, a través de la Resolución 181, la Asamblea General de las Naciones Unidas propusiera la creación de un Estado Palestino y uno judío; que más bien condujo a una guerra inmediata. La consecuencia fue la declaración de independencia del Estado de Israel en 1948, dejando de reconocer a los palestinos.

Pero estos sucesos no se han dado de manera aislada del mundo. Por ello es preciso destacar por qué es casi una obligación pronunciarse en contra de esta masacre que involucra los siguientes aspectos (desde luego, estamos pensando en aquellas figuras políticas, mandatarias/os, figuras del espectáculo; es decir, todo aquel que tiene poder de enunciación ante grandes audiencias):

  • Primero, como ya se ha dicho, porque este conflicto se ha mantenido en el tiempo y ha cobrado miles de vidas debido a los afanes imperialistas, económicos, colonialistas primero de Inglaterra por su intervención en la legitimación de la invasión; segundo y ahora con la mano de Estados Unidos, por sus acciones abiertas en contra del pueblo palestino, como apoyo a Israel y en función de sus propios intereses. Pronunciarse contra esta guerra es hacerlo contra los esquemas de invasión, intervencionismo y saqueo que las potencias mundiales occidentales están acostumbradas a ejercer contra todo pueblo al que deseen someter.
  • A diferencia de otros tiempos, en que la comunicación era dominada por los mass media o medios masivos de comunicación, si bien era posible enterarnos por los periódicos o televisión de guerras en territorios que nos son “ajenos” por su lejanía, hoy es imposible no enterarse de lo que ocurre en la Franja de Gaza. La comunicación global facilitada por internet y redes sociales está haciendo de la información de este conflicto un espectáculo cruel, donde solo importan las ganancias económicas y militares.
  • Derivado de lo anterior, y dado que hoy la comunicación tiene un papel preponderante en las relaciones sociales y, en consecuencia, en la organización social, un mensaje o pronunciamiento tiene el poder de mover masas. Y, por lo tanto, de crear una mirada más amplia y una mayor toma de consciencia hacia lo que a todas vistas es uno de los episodios más penosos en lo poco que va de este siglo. Y que anuncia la posibilidad catastrófica de una aniquilación masiva con armas nucleares; es un preludio a la destrucción.
  • Porque de hacer caso omiso, de sostener pretendidas posturas neutrales se pierde la propia credibilidad de quienes las mantienen. Llámense presidentas, diplomáticos, comunicadores de izquierda, etc., y todo aquel que se precie de poseer una orientación socialista o a favor de comunidades y pueblos.
  • Porque esa neutralidad envía el mensaje a gran escala de la indiferencia hacia la vida humana, y con ello se lleva al matadero conceptos y valores que posibilitan que esto que llamamos humanidad exista: dignidad, fraternidad, derechos humanos, que han costado ya de por sí ríos de sangre de individuos y comunidades.
  • Porque se debilita toda idea de justicia social. La neutralidad en este sentido envía un mensaje que conduce a la acción: de que se puede ser impune; de que, si uno directamente no es el afectado, no importa lo que le ocurra a los demás, incluida la muerte.

 Como se ve, la indiferencia tiene un peso muy importante en este contexto. Haciendo una analogía de lo que dijera el siglo pasado el filósofo John Austin en su representativa obra “Cómo hacer cosas con palabras”, las palabras tienen el peso de conducir a acciones concretas, específicas. Para el caso del genocidio perpetrado en la Franja de Gaza, el silencio o la neutralidad conducen a la impunidad y a la carencia de credibilidad; también a la pérdida de legitimidad.


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Imagen de portada: Mustafa Hassouna / Agencia Anadolu, Turquía, octubre de 2018