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El “Síndrome del hijo de enmedio” plantea que la posición en la familia influye en la personalidad. ¿Mito, ciencia o simple coincidencia?

¿Es posible que la posición que ocupamos en nuestra familia marque de forma silenciosa nuestra forma de ser? El psicólogo austriaco Alfred Adler, colaborador y discípulo de Sigmund Freud, pensaba que sí. 

Al tratar de identificar por qué existen distintas personalidades entre los hijos a pesar de haber sido criados dentro del mismo entorno familiar encontró que una de las posibles razones fue por el orden en que habían nacido. Según su propuesta, conocida como el “Síndrome del hijo de en medio”, el orden de nacimiento influye en la personalidad tanto como las experiencias compartidas, y no todos los hermanos viven la infancia de la misma manera.

En su planteamiento, el hijo mayor suele cargar con expectativas más altas y asume un rol de autoridad casi natural. El menor, en cambio, crece con mayor indulgencia, protegido y consentido por padres y hermanos. En medio de ambos, el hijo intermedio vive una situación distinta, pues puede sentir que su lugar queda eclipsado por las atenciones dirigidas a los demás, lo que impacta de forma notable en su carácter y habilidades sociales.

Características de las y los hijos del medio

La bióloga y psicóloga evolutiva Catherine Salmon, en su libro El poder secreto de los hermanos de enmedio, sostiene que esta posición en la familia otorga herramientas únicas para la vida adulta. Según su investigación, estas personas desarrollan un dominio emocional sobresaliente, capacidad que les ayuda a abrirse camino en entornos diversos y a establecer vínculos sólidos fuera del círculo familiar. También suelen ser mediadores natos, con facilidad para resolver conflictos, negociar y persuadir, así como para diseñar estrategias ante problemas complejos.

La flexibilidad es otra de sus herramientas también es otra de sus características. Pueden adaptarse a diferentes personalidades y escenarios, y no les asusta crear su propio espacio y buscar independencia. Además, su apertura mental y baja propensión a los prejuicios les facilita conectar con gente muy distinta a ellos. Todo esto, según Salmon, no surge por casualidad, sino como resultado de crecer en una posición que requiere equilibrio entre la visibilidad y la autonomía.

¿Y los hijos únicos? Alfred Adler señaló que las personas que crecen sin hermanos, tienden a ser egocéntricos, en busca constante de aprobación, mimados, pero también absorben mucha información y tienen a relacionarse con personas más grandes. 

¿Un hecho comprobable o Efecto Forer?

Sin embargo, no todos aceptan la idea como un hecho comprobado. Críticos de esta teoría apuntan a que podría tratarse de un caso del llamado “Efecto Forer”, es decir, el fenómeno psicológico que explica por qué las personas tienden a identificarse con descripciones amplias o ambiguas, como sucede con los horóscopos.

Lo cierto, es que la ciencia no ofrece todavía un veredicto definitivo. Sin embargo,  la experiencia cotidiana parece confirmar que el orden de nacimiento, en algunos casos, deja una huella que se refleja en la manera en la que nos movemos por el mundo. 


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Imagen de portada: Sanya SM