El equilibrio perdido: Apolo y Dionisio según Nietzsche
Filosofía
Por: Yael Zárate Quezada - 08/31/2025
Por: Yael Zárate Quezada - 08/31/2025
En su obra, El origen de la tragedia (1872), el filósofo, Friedrich Nietzsche –quien por entonces tenía 28 años– distinguió que la existencia y la tragedia como género dramático tienen dos polos o principios que son opuestos y que explican el arte, la naturaleza del ser humano y su desarrollo dentro de una sociedad: lo apolíneo y lo dionisiaco.
Nietzsche llegó a afirmar que para él no existían seres tan elevados como lo fueron alguna vez los filósofos griegos, y su cultura –considerada hoy como pagana, junto con la romana– tiene un origen teológico donde los dioses regían cada fragmento de la vida de las personas.
El orgen de la tragedia, Fredrich Nietzsche
Entre las muchas deidades que habitaban el Olimpo, estaba Apolo, hijo de Zeus y de la titánide Leto, quien junto con su hermana gemela Artemisa, representaban al Sol y a la Luna. Nietzsche tomará de Apolo la veneración que le tienen varios pueblos griegos, como los troyanos, debido a su claridad, equilibrio e iluminación.
La arquitectura renacentista, que prioriza la simetría y la racionalidad en sus formas o la organización empresarial o política, que se basan principalmente en basada en métricas y planeación estratégica, son algunos ejemplos sobre el valor apolíneo en la sociedad actual y el arte, pues reflejan el predominio del orden, la lógica y la racionalidad en la toma de decisiones, la eficiencia y la estabilidad.
Apolo, Tiepolo (1757)
Por otro lado, está Dionisio –encarnado en la mitología romana como Baco–, hijo también de Zeus y de Sémele, es el dios del vino, el teatro, la locura y el éxtasis. El filósofo alemán verá en Dionisio la representación misma de la pasión desmesurada, los instintos y la embriaguez.
En el arte, la música de Richard Wagner –a quien Nietzsche admiraba y detestaba a la vez– cargada de intensidad emocional y dramatismo, o el surrealismo, son un par de ejemplos dionisiacos. La bohemia, los festivales musicales, o los deportes extremos como el surf, o el paracaidismo, suelen convenir más con la expresión dionisiaca de la existencia.
Al final, la tragedia griega, según Nietzsche, es el ejemplo más logrado de la fusión entre lo apolíneo y lo dionisiaco. En ella conviven la forma y el orden con el caos y la pasión, creando una experiencia estética total.