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Estos son cinco casos en los que Chespirito mostró el lado oscuro de su humor "blanco"

Roberto Gómez Bolaños, mejor conocido como Chespirito, supo construir una imagen popular que no solo se mantuvo ajena a la crítica por muchos años, sino que fue promovida como símbolo de unidad e identidad nacional con personajes como El Chavo del 8, El Chapulín Colorado o el Doctor Chapatín. Sin embargo, detrás de los disfraces coloridos, y toda la parafernalia, había un hombre con posturas claras: conservador, defensor de la derecha, católico militante y enemigo declarado de ciertos movimientos sociales.

¿Qué sucede cuando ese humor que se presenta como “inofensivo” convive estrechamente con los intereses de los sectores más conservadores del poder político?

Separar la obra del autor ha sido un recurso común en la cultura popular; sin embargo, también entendemos que lo personal es político y cuando la obra sirve como canal de legitimación para dictaduras o como cortina de humo en momentos de tensión política, es muy importante y hasta responsable, mirar con lupa a quién está detrás de los personajes.

La siguiente es una cronología sobre “el comediante número uno de la televisión mexicana” y cómo fue su relación con la política y los grupos de poder hasta el final de sus días.

El Chavo y las dictaduras

En 1977, el elenco del Chavo del 8 llegó a Chile, un país que entonces vivía bajo la bota de Augusto Pinochet. El show fue presentado en el Estadio Nacional de Santiago, un lugar que tan solo unos años antes se había convertido en un campo de concentración donde fueron torturados y asesinados miles de opositores al régimen.

Aunque Chespirito escribió en su autobiografía Sin querer queriendo que desconocían el uso represivo del estadio, sostuvo que, de haberlo sabido, se habrían presentado igual. 

Para justificarlo, señaló que en todo caso “ningún actor debería presentarse en el Zócalo de México, donde se enlodó la memoria de todos los que fueron asesinados durante la Decena Trágica”.

La frase resulta cuando menos inquietante, pues plantea una lógica de equivalencias morales que omite por completo las dimensiones del horror vivido bajo los regímenes militares en América Latina y la época. 

En Argentina, la situación no fue muy distinta. Aunque no mantuvo relación directa con el dictador Rafael Videla, su presencia en escenarios del Cono Sur durante momentos de represión evidencia, cuando menos, una insensibilidad política o una decisión estratégica.

 

El sobrino de Díaz Ordaz

Hasta hace no mucho tiempo, pocos lo sabían, pero Gómez Bolaños tenía un vínculo familiar directo con uno de los presidentes más cuestionados del siglo XX mexicano. Se trataba de Gustavo Díaz Ordaz, el presidente en turno cuando ocurrió la Masacre de Tlatelolco y donde fueron asesinados miles de estudiantes a manos del Ejército.  

Su madre era prima hermana del exmandatario y más allá de esconder esa relación, Chespirito llegó a defenderlo abiertamente:

“Gustavo Díaz Ordaz en algunas cosas y no porque haya sido mi tío, a quien nadie quería, antes del 68 fue el mejor presidente”, dijo en una entrevista en 2012. Las cifras económicas fueron su argumento, no así la masacre del 2 de octubre de 1968.

Un voto azul

Chespirito no fue ajeno a los procesos electorales. En el año 2000 se sumó con entusiasmo a la campaña de Vicente Fox por la presidencia de México, considerado entonces como la esperanza de cambio tras décadas de hegemonía priista y candidato del Partido Acción Nacional (PAN), conocido por su corte conservador y alineado a la derecha del espectro político. 

En las elecciones posteriores de 2006, Gómez Bolaños respaldó públicamente a Felipe Calderón, igualmente candidato a la presidencia del país por el PAN. En un spot de campaña, el comediante afirmó que su “voto personal” sería para el panista y quien protagonizó uno de los procesos más polémicos en la historia reciente de México.

Lejos de una posición neutral o apartidista, Chespirito se consolidó como una figura útil para el conservadurismo mexicano, sobre todo por su impacto emocional en millones de personas que lo veían como un símbolo de honestidad y bondad.

 

Contra el aborto

En 2007, en medio del debate sobre la despenalización del aborto en la Ciudad de México, Chespirito apareció nuevamente en un anuncio televisivo financiado por grupos conservadores. “Soy su amigo Chespirito. Cuando estaba yo en el vientre de mi madre, ella sufrió un accidente que la puso al borde de la muerte. El médico le dijo ‘tendrás que abortar’ y ella respondió ‘¿Abortar, yo? Jamás’”, relató ahí.

Su historia personal servía como prueba de que toda vida debía ser preservada desde la concepción. “Abortemos la ley, no la vida”, concluyó en aquel video, que fue ampliamente difundido en televisión y redes religiosas.

 

Contra los estudiantes

En 2012, cuando el movimiento #YoSoy132 tomó fuerza en México con críticas a la candidatura de Enrique Peña Nieto y al control mediático de la empresa Televisa, Chespirito no tardó en mostrar su desacuerdo. Lo hizo justo el día en que estudiantes bloquearon por 24 horas las instalaciones de Televisa Chapultepec.

Como figura clave de esa televisora durante décadas, defendió el papel de la empresa y minimizó las críticas de los jóvenes. No simpatizó con sus demandas de democratización mediática ni con sus cuestionamientos. Prefirió alinearse, una vez más, con el poder hegemónico y sus representantes.

 

Por supuesto que la televisión no es neutra, y los personajes estrella que aparecen en ella tampoco y si bien, Chespirito fue considerado por muchos como un “genio del entretenimiento”, muchas veces sus posturas políticas fueron contradictorias con el espíritu de justicia y solidaridad que pretendía emanar de sus personajes. 


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