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Los «Retratos del jazz» de Haruki Murakami: entre el naif y la crítica

Libros

Por: Rober Díaz - 07/30/2025

Haruki Murakami, uno de los escritores más famosos del planeta, presenta un nuevo libro: «Retratos del jazz»

Haruki Murakami

Se ha criticado a Haruki Murakami por ser un escritor que repite sus personajes, entre otras "carencias" literarias, pero lo cierto es que cada vez que publica un nuevo libro miles de fans alrededor del mundo lo buscan desesperadamente, haciendo que emprendan nuevas aventuras.

También se ha dicho lo mismo de sus temas, los cuales fue desarrollando a partir de su primera novela Escucha la canción del viento (1979), donde él mismo confesó que solo tenía una actitud de confrontación contra el establishment. Para su segunda novela –Pinball, 1980–, se dio cuenta de que de continuar con su leitmotiv para escribir —que esencialmente se reducía a escribir para "sentirse bien"— acabaría por aburrirse y aburrir a sus lectores. Entonces emprendió la elaboración de novelas más largas y complejas –El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas (1985), Crónica del pájaro que da cuerda al mundo (1994)– con la finalidad de lograr mayor profundidad y mejorar la estructura de su narrativa.

En su natal Japón, Murakami está considerado como un escritor pop, pero sería mejor no olvidar que su carrera literaria comienza en los setenta y que, por ejemplo, la publicación de su libro La caza del carnero salvaje (1982) coincidió con la entrega del premio Nobel de Literatura a Gabriel García Márquez, en una época dominada editorialmente por el "realismo mágico". En ese entonces, nadie se acercaba a lo que el japonés hacía con la literatura. 

En ese ahora lejano pasado Murakami ya tejía una obra en la que sus obsesiones empezaban a aparecer y que a la postre han sido las protagonistas que le han dado una identidad a su corpus novelístico: la soledad, el abandono, la búsqueda en la que los protagonistas (en su mayoría hombres, otro motivo de crítica) comienzan a traspasar la realidad para acudir a otra dimensión, los pozos, los gatos y los actores en sí de sus obsesiones que viajan a un mundo melancólico y lleno de un minimalismo sentimental, así como sus espacios que parecen atrapados en una narrativa envolvente y directa, donde la música toma papeles aleatorios y significativos en la psicología quebrada imperante en la mente de los personajes de sus historias. 

Por encima de esto, el eterno candidato al Nobel ha creado en su derredor —o lo ha hecho muy bien la editorial que lo publica— un aura de misterio, de rareza, atribuible también a sus personajes. Casi no da entrevistas, aunque sabemos sobre sus hábitos deportivos y escriturales por libros como De qué hablo cuando hablo de correr (2010) y De qué hablo cuando hablo de escribir (2017), o por el acercamiento que hizo al ataque con gas sarín en el metro de Tokio en marzo de 1995, para el cual entrevistó a víctimas y miembros de la secta apocalíptica Aum Shinrikyō, perpetradores del acto terrorista. 

Murakami es un escritor de rutinas, ama la literatura estadounidense de la posguerra, se levanta a las 4 de la mañana y escribe de 5 a 6 horas, corre por la tarde 10 km o nada 1500 metros. El ejercicio y la escritura son parte de la misma fórmula.

 

El naif

Para algunos, Murakami es la representación de una especie embajador occidental en el reino del sol naciente. Su literatura también ha sido catalogada adversamente como naif, es decir, con tramas marcadas por la ingenuidad, lo espontáneo e incluso la falta de formalidad entregada a la facilidad de una historia dirigida por efectos que mantienen al lector en una atención facilitada por giros inesperados, pero no significativos. Curiosamente la obra de Karl Ove Knausgård, el escritor de Mi lucha, ha recibido señalamientos parecidos.

Sin embargo Murakami tiene una obra, no la ha abandonado e incluso la alimenta con nuevos prodigios. Con nuevos personajes solitarios o incomprendidos que, aunque, parecen emanados de una misma raíz, los frutos que brotan siguen arrojando nuevos sabores.

 

El jazz

Haruki publicó una colección de viñetas en torno a uno de sus tropos preferidos, el jazz, con el título de Retratos de jazz (2025) e ilustraciones de Makoto Wada. Si ya en Tokio Blues (1987), la novela que lo lanzó a la fama, nos encontramos con una variada paleta de músicos que se dejaban “escuchar” dentro de la trama, en este tomo podremos apreciar unos aguafuertes sobre los principales personajes de la historia de dicho género musical, de todas las latitudes.

Recordemos que antes de solo dedicarse a escribir, Murakami tuvo un bar de jazz en Tokio, el Peter Cat, que vendió como parte de su apuesta de dedicarse por completo a escribir, una anécdota que los lectores de Murakami suelen conocer. En contraste, en Retratos de jazz el escritor se limita a sólo hacer observaciones sobre sus autores favoritos, como si fuesen caprichos que se han cocinado al arbitrio de uno los autores más aclamados del mundo, que vende millones de ejemplares en prácticamente todo el mundo. Si no, ¿cómo podríamos entender que en el libro, por ejemplo, cuando se hace referencia a Charlie Parker, Murakami se aboca a la rebatinga que había en el grupo que acompañaba a Charlie y que fraguó una corriente que le ayudó a la banda en cuestión a sonar como lo hizo, admitiendo al final que su intención era escribir sobre Parker en ese apartado pero terminó hablando sobre el percusionista Buddy Rich? Y eso nos es que cause demasiado asombro, sin embargo, estaba hablando sobre el mismísimo Charlie Parker, ese al que Cortázar le dedicó uno de sus cuentos más famosos y delirantes, "El Perseguidor".

Tampoco le ayudan demasiado las ilustraciones de Makoto Wada, que resultan excesivamente naifs —tal vez de acuerdo a la propia literatura de Murakami— en el entendido que hablamos de uno de los géneros y artistas que más caminos han abierto a la música contemporánea y que la mayoría de los mencionados tuvieron vidas difíciles cuando no, desastrosas, marcadas por los abusos de drogas, violencia y la falta de reconocimiento convencional. 

«Duke Ellington», Makoto Wada (1992)

Los retratos que presenta son pues, en su mayoría pensamientos sueltos, convenientes porque es él —y su enorme fama mundial— la que los escribe, pero fuera de eso pareciera que estos trazos no buscan develarnos su maestría o insinuarla, sino que los simplifica hasta el exceso de volverlos irrelevantes.

 

La crítica

Es obvio que a Murakami la crítica nos es algo que precisamente le importe. En De qué hablamos cuando hablamos de escribir, donde además afirma que su relación con los lectores solo existió cuando él quiso modificar su propia literatura, expuso su postura al respecto:

Un famoso crítico literario ya fallecido publicó una dura crítica de mi primera novela. En ella decía que nadie se tomara aquello como literatura o algo parecido. Al enfrentarme a semejante opinión me limité a aceptarla dócilmente. No me sentí ofendido u atacado por su dureza. Ya desde la base misma, el concepto de literatura de aquel crítico y el mío eran completamente divergentes. Yo no me había planteado en absoluto cuestiones como el social de la novela, lo que es la vanguardia o lo que deja de serlo, si algo se puede juzgar como literatura pura o no. Mi actitud desde el principio fue mucho más simple que todo eso: escribir está bien si resulta divertido.

La originalidad de Murakami por tanto no es una reducción de complejidad a favor del mercado sinomuna apuesta total por una literatura que es una obra y que no quiere enredarse en complicaciones que a su literatura nunca le han hecho falta para aceptar que es profunda, reflexiva y completamente suya. No podemos dejar a un lado que la claridad y la simpleza, la concreción y la mira hacia donde va un texto muchas veces pasa desapercibido por su naturaleza misma, que no busca por medio de artilugios y palabras rimbombantes deslumbrar a los lectores, quienes, por otro lado, sí quedarán por lo menos satisfechos con los planos de certidumbre que logra con maestría el oriundo de Kioto, quien en enero de este 2025 cumplió 76 años. 


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Imagen de portada: Richard Dumas / Agence VU / Redux