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Con cada película, el director mexicano alza un refugio para lo extraño: un cine que abraza lo marginal, lo gótico y lo emotivo, transformando el miedo en lenguaje poético.

Guillermo del Toro no dirige películas; convoca criaturas. Su cine es una invocación a lo oculto, un conjuro que transforma el miedo en belleza y la oscuridad en consuelo. Desde su natal Guadalajara, ha tejido una filmografía que no solo desafía géneros, sino que también redefine la sensibilidad cinematográfica contemporánea.

Una trayectoria forjada entre libros y criaturas

Del Toro nació en Guadalajara, Jalisco, en 1964. Desde temprana edad mostró una fascinación por los monstruos, el cine de horror y la literatura fantástica. Estudió en el Centro de Investigación y Estudios Cinematográficos de la Universidad de Guadalajara, y durante más de una década trabajó como maquillista y diseñador de efectos especiales, incluso fundando su propia compañía, Necropia. Esta experiencia técnica y visual fue fundamental para el desarrollo de su estilo. Antes de su debut como director, también se desempeñó como productor, guionista y crítico de cine, consolidando una mirada autoral que combina erudición con sensibilidad artística. Su paso por el cine no fue inmediato, sino una construcción paciente y obsesiva, donde cada criatura imaginada era también una afirmación de identidad.

Un estilo que abraza la otredad

Del Toro es un narrador de lo invisible. Su estética, profundamente influenciada por el gótico europeo, el simbolismo religioso y la imaginería de los cuentos de hadas, se manifiesta en mundos donde lo fantástico y lo real coexisten en una danza perpetua. Los insectos, los relojes y las criaturas híbridas no son meros adornos; son emblemas de una visión que celebra la imperfección y cuestiona la norma.
Sus personajes, a menudo marginados o incomprendidos, encuentran en lo monstruoso un reflejo de su propia humanidad. Así, el monstruo deja de ser amenaza para convertirse en espejo, en símbolo de resistencia y autenticidad.

Obsesiones que trascienden la pantalla

La obra de Del Toro está marcada por una serie de obsesiones temáticas: la infancia como territorio de revelación, la guerra como telón de fondo del horror cotidiano, y la muerte como presencia constante pero nunca definitiva. Estas constantes no solo enriquecen su narrativa, sino que también ofrecen una coherencia emocional que atraviesa toda su filmografía.

Principales películas

Cronos (1993): Su ópera prima, una reinterpretación del mito vampírico que combina horror y ternura.

 

El espinazo del diablo (2001): Un relato de fantasmas ambientado en un orfanato durante la Guerra Civil Española, donde el verdadero terror es la violencia humana.

 

El laberinto del fauno (2006): Una fábula oscura que entrelaza la brutalidad del franquismo con un mundo subterráneo de criaturas míticas.

 

La forma del agua (2017): Una historia de amor entre una mujer muda y una criatura anfibia, que le valió el Oscar a Mejor Película y Mejor Director.

 

Pinocho (2022): Una adaptación en stop-motion del clásico cuento, ambientada en la Italia fascista, que ganó el Oscar a Mejor Película Animada.

 

Legado y reconocimientos

Con tres premios Oscar, un Globo de Oro y múltiples BAFTA, Guillermo del Toro ha consolidado una carrera que trasciende fronteras y géneros. Su compromiso con la animación, la literatura y la preservación del cine de género lo posiciona no solo como un director, sino como un verdadero custodio de la imaginación.

En un mundo que a menudo teme a lo diferente, Del Toro nos invita a abrazar nuestras sombras, a encontrar belleza en lo grotesco y a reconocer que, a veces, los monstruos más temibles son los que habitan en la superficie.


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Imagen de portada: BBC