La belleza empaña sus muros con posturas indecentes:
Yo solo deseo sexo con una doncella que lleve vestido al estilo clásico. Que jamás se termine de desnudar, pues ansío el sexo únicamente con su hermoso vestido puesto sobre su cuerpo. Que su calzado sea elegante y sobrio, y que tampoco se lo quite durante aquel momento. Deseo que, sino, en su lugar lleve una capa larga y negra, altas botas, sombrero y antifaz, así como bigotes pintados en su rostro, siendo yo la mujer del vestido. Apetezco realizar aquello en un lugar clandestino y peligroso, en el cual se nos pueda descubrir, en el cual aquello nos sea prohibido. Que ella se me resista o yo resistirme. Anhelo una situación turbulenta que se prolongue en una suerte de suspensos y juegos riesgosos. Correr a través de un bosque mientras se me persigue y simula mi violación. Pero que antes se me tiente, se me provoque, se me seduzca mediante la inteligencia, durante un debate argumentativo de filosofía, política, arte, o cualquier otro tema interesante, en el cual se me refute. Se me antoja que luego la víctima se percate de mi deseo y huya de mí a toda prisa, para yo perseguirla, o viceversa. Que me postre ante ella, en el suelo, y rasgue mis vestiduras salvajemente, sin hacer caso de mis ruegos por que cese. Aplicar azotes en sus muslos y enjaularla, que ella sea mi esclava y yo su dueña, o viceversa. Que un malhechor la rapte para yo rescatarla. Ejecutar el amor cubiertos nuestros rostros por mascaras venecianas. El cabello largo y suelto. Los corsés me excitan particularmente… tirar de sus cuerdas para estrujar su cintura con él. Los guantes, observar como sustrae a medias de uno de ellos una de sus manos, dejándola semidesnuda. Música clásica de ambientación, una sórdida melodía de Beethoven, una intrépida de Liszt, una sombría de Dvorak, o una inspirante y escalofriante de Debussy. Simular, actuar, jugar durante el sexo en una obra teatral, en una escena artística, en un ritual simbólico, en una pintura, en un poema vivificado, encarnado y animado, en el cual figuren multitud de actos y objetos fetiches, es decir, elementos simbólicos y connotativos que le otorguen una significación cultural, espiritual, sublime, superior al mero acto animal carente de fantasía, carente de mi sofisticada, compleja y retorcida imaginación. Erotizar la vida, erotizar el drama, la penuria, así como el triunfo, y en catarsis disolver toda tensión natural de la existencia… ya no en catarsis, en éxtasis. Eso es arte, es el drama inscrito en medio de las obras de Shakespeare, en medio de las truculentas películas de Kubrick, en medio de la poesía de Baudelaire. Todo arte se sostiene gracias al drama, a la tensión entre las partes, a la violencia, que por ultimo se resuelve finalizando, desembocando en la síntesis, en la unidad armónica, en el amor profundo y creativo, en la dadiva, en la pura caridad. Mi voluntad es todo eso en medio del sexo; que el sexo no permanezca exento de honor, de dignidad, en aquel prosaísmo estéril y monótono en el que, desgraciadamente, lo suele sumir la mayoría. Si mi voluntad se manifiesta, el final resulta en más y más amor, en un reforzamiento casi esquizofrénico del amor, como lo es el drama de la síntesis. El amor dócil no existe. El amor es una fuerza brutal, terrible en su hermosura, espeluznante en su magnificencia. El amor es de todos los terrores el más excitante, descuadrante en sus misterios, una esencia sublime.
El sadomasoquismo en su valor artístico y en lo respectivo al ámbito erótico es una proyección del mundo, a pequeña escala, en la cual desfilen todos los fantasmas que en la literatura y en el cine, así como en las demás formas de arte, las personas pagan por admirar sin ser calificadas de enfermas. ¿No pueden ser ciertas expresiones eróticas –excluyo a la pornografía, la cual es antiestética, grotesca y desvirtuada- una forma de arte tambien? ¿Por qué, entonces, sus fantasmas sustraerles? En todo arte hay tragedia: preguntémoselo a Shakespeare, a Rimbaud, a Wilde, a Pizarnik, a Beethoven, a Dalí… ¿Y no es la digna expresión de la libido arte? Yo digo: ¡el sadomasoquismo reinará en las mentes brillantes…!