En la mitología celta existe un dios llamado Dagda que con un mazo podía derribar a siete personas, con el mango de esa misma arma podía devolverle la vida a los muertos y con un caldero mágico podía darle de comer a todos los habitantes de la tierra. Dagda poseía también un arpa llamada Uaithne, con la que podía controlar las estaciones del año y hacer acordes que hacían a las personas y las cosas actuaran conforme a su voluntad.
El arpa también ha sido un instrumento que se relacionó con la alabanza. En la Biblia aparece un sin número de ocasiones, algunas veces anunciando el Apocalipsis, otras a los ángeles y en otras más contrarrestando a los espíritus malignos:
"He aquí ahora, un espíritu malo de parte de Dios te atormenta. Diga, pues, nuestro señor a tus siervos que están delante de ti, que busquen a alguno que sepa tocar el arpa, para que cuando esté sobre ti el espíritu malo de parte de Dios, él toque con su mano, y tengas alivio." (Samuel 1,16; VV. 14 y 17)
Así, el arpa ha sido un vínculo entre los mortales y Dios, y esto es presisamente lo que queremos rescatar del virtuoisismo que demostró la compositora, pianista, organista, arpista y cantante Alice McLeod (1937-2007), mejor conocida por el nombre de Alice Coltrane, que adoptó al casarse con el legendario jazzista John Coltrane (1926-1967), una facilitadora del trance de los sentidps que llevó al jazz convencional a otros niveles.
Nacida en cuna de músicos en Detroit el 27 de agosto de 1937, influenciada por la música góspel que se interpretaba en las iglesias donde creció, ya que su mamá era corista, la también pianista dijo en una entrevista con Brandford Marsalis que cuando llegó a Nueva York, al momento de conocer a John Coltrane en los sesenta, la ciudad vivía un “momento vibrante de energía cinética”, aludiendo a que ella estaba más acostumbrada al viento y las flores de Detroit, donde también se encontraban algunos de los mejores músicos que en ese momento había en el mundo –como los Jackson Brothers, Terry Pollard, Frank Foster o Kenny Burrell, entre otros–. Alice llegó a una ciudad cuyo espíritu es el movimiento y que a los músicos les hacía bien, en tanto todo ese bullicio de arte y cultura los estimulaba y motivaba su ánimo creativo.
Alice aprendió a tocar el órgano por el impulso de su padre en la Iglesia Bautista Mount Olive. Después se presentó en bares de Detroit y su siguiente parada fue en el París de finales de los años cincuenta, donde estudió con el famoso pianista Bud Powell (deidad del bebop), que la introdujo al jazz profesional. En esa época Alicia terminaría tocando en el Blue Note Jazz Club de la capital francesa.
A principios de los sesenta formó un dúo con la infravalorada pero excepcional vibrafonista Terry Poland. Ese mismo año se casó con Kenny “Pancho” Hagood, con quien tuvo una hija y de quien se separó debido a su adicción a la heroína. En 1963 comenzó a tocar en el cuarteto de Terry Gibbs y conforme su fama incipiente aumentó, su música llegó a ese parnaso de los jazzistas donde conoció a John Coltrane. Se casó con él en 1965 en Nuevo México. Alice definiría su matrimonio como tranquilo, ya que a John no le gustaba sociabilizar mucho y más bien estaba dedicado a su hijo, le gustaba caminar con él y se ponía a practicar hasta las dos y tres de la mañana en el garage de su casa.
Alice no solo redefiniría su propia música luego del sensible fallecimiento de John, ocurrido en 1967 debido a un agresivo cáncer de hígado que no fue diagnosticado a tiempo. A su paso había dejado una breve pero a la vez monumental obra, llegando a su cúspide con A Love Supreme.
De aquel momento Patti Smith recuerda que su llegada a Nueva York coincidió con la muerte del saxofonista y que el ambiente se sentía como si hubiera muerto un santo que había mejorado con su música a la gente.
Alice padeció una profunda depresión. Su esposo murió a los 40 años y ella con tan solo 29 se quedaba con 3 hijos. Perdió 15 kilos y hasta llegó a ser hospitalizada debido a un estado de ánimo que la dejó postrada en una cama.
Sin embargo, como lo dice el poeta Odysséas Elýtis, cuando más oscuro se ve es porque la llegada de la luz está próxima. Precisamente después de esta crisis, Alice redefinió su estilo e hizo de su manera de tocar el arpa con el glissando una aportación jamás antes vista al piano, el cual tocó imitando el sonido de la caída de una cascada.
Hacerse de un nombre no fue nada fácil, sobre todo pensando que la escena musical de la época estaba dominada por hombres. Además, muchos critícos de entonces la desdeñaron por ser la esposa de John Coltrane, e incluso una disquera se le acercó para producir su disco pero con la intención secreta de más bien publicar los discos del compositor que se quedaron hechos sin salir al mercado, los cuales Alice tenía en su poder.
Hay gente rídicula que bajo el auspicio de New Age asegura que una decisión no solo es un cambio de camino, sino que realmente significa entrar a otra dimensión, y si esto es cierto, la ironía de la vida hizo que Alice se cruzara con un chamán: Swami Satchidananda (1914-2002), un maestro espiritual y monje hindú que se hizo famoso después de ser uno de los principales oradores en el Festival Woodstock de 1969 y también por fundar su propia escuela en New York, llamada Instituto Integral de Yoga. Tampoco pasaron desapercibidos los escándalos en los que el gurú se metió. Fue acusado entre otros, de hacerse multimillonario rápidamente, como fue el caso de gurús también controvertidos como Osho, cuyos abusos son el tema de la serie documental Wild Wild Country (Maclain y Chapman Way, 2016), o Prakashanand Sáraswati, acusado de abuso sexual de menores y quien huyó en el 2001 de Estados Unidos a México, donde se perdió su rastro.
El segundo chamán con el que Alice acudió para completar sus enseñanzas fue Sai Baba (1926-2011), otro funesto líder espiritual de la época, posiblemente el más famoso en Occidente y cuya carrera no solo estuvo manchada por un enriquecimiento inexplicable y demandas de abuso sexual, sino que incluso se advirtió en investigaciones que había estado relacionado con la muerte de uno de sus colaboradores más cercanos, cuyo "pecado" habría sido ser grabado por una cámara cuando le entregaba al gurú una cadenita durante una supuesta “materialización” que posteriormente sería entregada a un alto funcionario de la India. Una pifia que le costó la vida, no solo a él, sino a 5 colaboradores más.
Obviamente emparentar los lastimosos errores de vendedores de humo con la trascendente carrera de Alice es pernicioso, pero lo que queremos destacar es que mientras la "salvación" planteada por esos hombres solo sostenía una ruina espiritual que ellos aprovechaba para beneficiarse de sus adeptos, Alice utilizó el arpa para expandir su música “devocional y enigmática con trazas de blues”, y esto sin proponérselo, o tal vez haciéndolo por encima de un simple deseo salido del ego de una artista que además de experimentar necesitaba aferrarse a algo tras la pérdida de John.
Alice fue terriblemente ignorada en su época, pero en la última década las circunstancias han cambiado. Debido a la vigencia que el afrofuturismo le ha dado al jazz espiritual, se volteó a ver hacia los mismo años en los que Alice lanzó Journey in Satchidananda (1971), resultado de su estancia en la India, en donde se presume nadó en el Ganges y visitó multitud de templos en búsqueda de su ser espiritual.
Su retiro de la vida secular culminó con la fundación, en 1972, de su propio Centro Vedántico. Dicho sitio sería transformado en un centro ashram ya en Malibú, California, el Sai Anantam Ashram, un lugar destinado a que las personas de todas las religiones pudieran desarrollar sus experiencias espirituales. En el centro grabó más música: Turiya Sings (1982), Divine Songs (1987), Infinite Chants (1990) y Glorious Chants (1995).
Alice Coltrane buscó su evolución espiritual a tráves de su música. A diferencia de ciertos "gurús", a quienes tarde o temprano sus adeptos terminan denunciando por algún tipo de abuso, la música de Alice ha ganado cada vez más seguidores, a través de un despertar espiritual potencialiazdo por la calidad y la creatividad de la composición. Las materializaciones de las que los falsos profetas se habían servido para ganar fama fueron actos milagrosos de concreción en las composiciones de Alice. Un acto de fe y también de sobrevivencia.
Si en la antigüedad el arpa fue un instrumento usado para comunicarse con los dioses, en el caso de Alice el arpa, el piano y el órgano sirvieron para establecer una comunión con su oyente. No los agarra por el estómago o los conmueve por medio de la mente; los estabiliza en un reposo sideral que no depende de voz alguna, sino que hace entrar al cuerpo en una vigilia arrevesada, pues no es por falta de un alimento por el que se alcance el trance, sino que es una superabundancia de bhajans, esos himnos del hinduismo dedicados a los dioses. Journey in Satchidananda, su obra maestra, que ha demostrado con el tiempo vencer a la misma muerte. Su música logra ser una meditación musical cuyo propósito general parece ser la contemplación del miedo para vararlo en un estado de contrición.
P. D. Materialización de un falso gurú: dícese del acto de materializar un deseo a la realidad. A menudo es un truco que genera muchos seguidores, la mayoría de las veces, fama y fortuna. También una maldición. Mueren inmensamente ricos, pero solos por haber intentado fornicar con sus feligreses, o tremendamente olvidables, protagonistas de un almanaque de mafiosos que se prometen a sí mismos superar la muerte, contándose mentiras…