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Entre pasillos inundados, cielos sin gravedad y calles de la infancia, Cuarón filma lo invisible: el temblor de lo que fue, el susurro de lo que aún duele, y la ternura de mirar sin juzgar.

En algún momento, Cuarón dejó de filmar películas y empezó a filmar tiempo. No como una nostalgia, sino como una vibración que persiste incluso cuando se apagan los créditos. Su cine, más que contarnos historias, nos invita a habitarlas. A caminar de puntitas por los pasillos de la memoria, por las ciudades que arden y las casas que se inundan.

Orígenes y trayectoria

 Alfonso Cuarón es, quizás, el más íntimo de los cineastas mexicanos universales. Nació en la Ciudad de México en 1961. Tras abandonar sus estudios en el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (CUEC) de la UNAM, trabajó como conserje en el Museo Nacional de Arte y más tarde como asistente de dirección en filmes como Nocaut de José Luis García Agraz. También dirigió algunos episodios de la serie de suspenso La hora marcada, semillero donde coincidieron otros futuros gigantes del cine nacional. Su primera película la hizo como un reflejo honesto: Sólo con tu pareja (1991), una comedia que ya contenía la irreverencia, la ternura y el caos que más tarde perfilarían su obra. Desde entonces, ha cruzado océanos y géneros, pero siempre regresa a esa mirada: la de quien observa el mundo desde una esquina, con la cámara sostenida como un corazón abierto.

 A Little Princess (1995) le abrió las puertas de Hollywood: una adaptación sensible, visualmente poética, donde la infancia y la imaginación encuentran refugio incluso en la adversidad. Pero fue Y tu mamá también (2001) la que lo catapultó como autor: no sólo por retratar el deseo y el desencanto juvenil en un país quebrado, sino por narrarlo desde una voz fuera del encuadre, un narrador que interrumpe para recordarnos que la historia nunca es sólo la que se ve, además de crear una fotografía honesta, cruda pero dulce de mexico.

El estilo Cuarón: planos secuencia y humanidad

 A partir de ahí, el mundo se le abrió. Dirigió Harry Potter y el prisionero of Azkaban (2004), donde impuso su estilo visual: tonos apagados, cámaras flotantes, y una atmósfera que oscila entre el misterio y la ternura. Pero sería con Hijos del hombre (2006), una distopía feroz y luminosa, que muchos lo vieron como uno de los grandes visionarios del cine contemporáneo. Planos secuencia imposibles, mundos al borde del colapso, personajes que caminan entre el dolor y la esperanza: Cuarón no busca épica, busca humanidad.

 En Gravedad (2013), fue más allá: una experiencia sensorial, un ballet cósmico entre la vida y la muerte. Ganó el Oscar a Mejor Dirección, pero más allá del premio, impuso una manera de pensar el cine como un organismo que respira.  Y entonces vino Roma (2018). Una película en blanco y negro que lo contiene todo: infancia, clase, racismo, amor, pérdida, terremotos y cuerpos que se entregan sin promesas. Filmada en su México natal, con una devoción casi religiosa al detalle, Roma es un acto de amor silencioso. Aquí, Cuarón ya no filma tiempo: filma memoria. No como archivo, sino como herida abierta.

Principales películas de Cuarón

Sólo con tu pareja (1991, México): Comedia negra sobre deseo, engaños y VIH. Su ópera prima.


A Little Princess (1995, Estados Unidos): Una joya delicada, donde ya asoma su interés por la infancia y la pérdida.


 

Y tu mamá también (2001, México): Un road trip entre la adolescencia, la política y el deseo. Marcó una generación.


Harry Potter and the Prisoner of Azkaban (2004, Reino Unido/Estados Unidos): Le dio oscuridad y estilo a la saga mágica.


Children of Men (2006, Reino Unido/Estados Unidos): Ciencia ficción distópica. Uno de los mejores filmes del siglo XXI.


Gravity (2013, Estados Unidos/Reino Unido): Thriller espacial con Sandra Bullock. Pura tensión y poesía visual.


Roma (2018, México): Su obra más personal. Ganadora del León de Oro en Venecia y tres premios Oscar.

Cuarón filma el temblor, no el derrumbe. Filma lo que queda, no lo que se va. En un mundo saturado de ruido, sus películas se sienten como un susurro que no se olvida. Como el eco  que sigue buscando consuelo en una sala oscura.


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Imagen de portada: El Horizonte