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Desde «Amores perros» hasta «Bardo», Iñárritu construye un cine fragmentado y visceral, donde la violencia emocional se convierte en arte y la memoria, en un espacio en perpetuo duelo.

Iñárritu filma con la herida. A veces como cicatriz abierta, a veces como eco. Su cine es el intento desesperado de entender lo irreparable. Y, sin embargo, también está el artificio, el pulso técnico, la precisión que transforma la fragilidad humana en un espectáculo coreografiado. Como si la tragedia tuviera un tempo propio, un montaje inevitable.

Una trayectoria marcada por la intensidad

Nacido en Ciudad de México en 1963, Iñárritu comenzó su carrera como locutor de radio y músico. Su voz, que alguna vez viajó por el espectro del FM, pronto se transformó en lenguaje audiovisual. Antes de ser director fue creativo publicitario, productor y escritor. Como si su aproximación al cine fuera una lenta acumulación de registros.

Su irrupción en el panorama internacional fue abrupta y brutal: Amores perros (2000) no solo fue la carta de presentación de un nuevo talento mexicano, sino la exposición sin anestesia de un universo narrativo crudo, visceral, entrelazado. Desde entonces, el nombre de Iñárritu se ha escrito con tinta fuerte, oscilando entre el drama existencial, el cine experimental y la introspección espiritual.

El estilo Iñárritu

Hablar de su estilo es hablar de fragmentación, de elipsis, de narrativas no lineales que se bifurcan, se cruzan, se destrozan. El tiempo en sus películas se comporta como la memoria: imperfecto, caprichoso, dócil y traicionero. Sus personajes habitan el duelo, el desarraigo, la culpa. No hay paz, pero hay belleza.

También es imposible no hablar del cuerpo. Los cuerpos en Iñárritu están golpeados, arrastrados, sangrantes. Son cuerpos que resisten, que caen y se levantan, que atraviesan paisajes físicos y emocionales con la tensión de quien carga un secreto o una lágrima contenida.

Para muchos, Iñárritu es un virtuoso, un prestidigitador formal que combina la crudeza emocional con un dominio técnico impecable. Otros lo consideran excesivo, incluso pretencioso. Pero esa división también es parte de su fuerza: no deja indiferente. Su cine invita a lo extremo, al borde, a la reflexión silenciosa o a la discusión encendida. Cada película suya es un sismo.

Principales películas

Amores Perros (2000, México)

Un mosaico urbano que entrelaza tres historias unidas por un accidente automovilístico. Cruda, emocionalmente devastadora. Ganó el Premio de la Semana de la Crítica en Cannes, pero más allá del premio, abrio una coyuntura en el cine mexicano.

 

21 Gramos (2003, Estados Unidos)

Su debut en inglés. Un drama existencial sobre la pérdida y la redención, con un montaje desordenado que desafía la lógica y enfatiza el trauma.

 

Babel (2006, Estados Unidos/México/Francia)

Una narración global sobre la incomunicación humana, rodada en Marruecos, Japón, México y Estados Unidos. Obtuvo el Globo de Oro a Mejor Película y el Premio a la Mejor Dirección en Cannes.

 

Biutiful (2010, México/España)

Su película más oscura e introspectiva. Protagonizada por Javier Bardem, es un retrato del submundo de Barcelona y una meditación sobre la muerte y la paternidad.

 

Birdman o (La inesperada virtud de la ignorancia) (2014, Estados Unidos)

Una sátira del mundo del teatro y el ego artístico, filmada como si fuera una sola secuencia. Ganadora del Oscar a Mejor Película, Dirección, Guion y Fotografía.

 

The Revenant (2015, Estados Unidos)

Una odisea de supervivencia en la naturaleza, protagonizada por Leonardo DiCaprio. Intensa, brutal, rodada solo con luz natural. Le valió a Iñárritu su segundo Oscar consecutivo como director.

 

Bardo, falsa crónica de unas cuantas verdades (2022, México)

Una obra autobiográfica y onírica, rodada en México. Desconcertante y ambiciosa, explora la identidad, el exilio y la memoria con un lenguaje visual fragmentado.

Iñárritu no hace cine para gustar. Hace cine para remover. Para incomodar, para hundir la aguja en la memoria colectiva. Lo suyo no es el relato simple ni la belleza fácil. Lo suyo es la verdad filmada desde la herida. Quizá por eso, incluso cuando exagera, sigue conectando.


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Imagen de portada: MARCA