«El esquema fenicio»: el rumbo incierto de una estética reconocible
Arte
Por: Carlos Martínez - 06/03/2025
Por: Carlos Martínez - 06/03/2025
El cineasta instagrameable por excelencia está de regreso. Después del The Wonderful Story of Henry Sugar (2023), ganadora del Óscar a Mejor Cortometraje, Wes Anderson regresa a la pantalla grande con The Phoenician Scheme, distribuida en español como El esquema fenicio (América Latina) y La trama fenicia (España; un título más cercano al sentido original de "scheme" en inglés).
Estrenada en el Festival de Cannes de 2025, la película abre con un intento de asesinato contra Anatole “Zsa-Zsa” Korda (Benicio del Toro), un empresario corrupto que sobrevive a un ataque aéreo. Tras el atentado, obliga a su hija Liesl (Mia Threapleton), aspirante a monja, a abandonar el convento para heredar su emporio.
Luego de que un consorcio comercial liderado por Excalibur (Rupert Friend) conspira contra Korda para alterar los precios de los materiales clave para su ambicioso proyecto de infraestructura en Fenicia, Zsa-Zsa se reúne con sus socios para renegociar los costos imprevistos, conocidos como “The Gap”.
Aunque Wes Anderson es admirado por su estilo inconfundible, también tiene detractores que lo acusan de hacer siempre la misma película bajo una estética atractiva que hasta hace unos años fue tendencia en redes sociales. Yo no considero que eso sea cierto, pues Asteroid City (2023) y su colección de cuentos de Roald Dahl adaptados para Netflix son muestra de ello, pero definitivamente algo raro pasa con el cineasta texano.
Isle of Dogs (2018) fue la última película de Anderson como lo conocimos. Su siguiente filme, The French Dispatch (2021), una obra con estructura epistolar que simula una edición de una revista ficticia, más bien fungió como un corte de caja, una gala de sus técnicas visuales, razón por la que generó división entre la crítica. Sin embargo, a partir de ahí, algo ha cambiado con el cineasta.
Su siguiente película, Asteroid City, adopta una estructura meta-narrativa: una adaptación televisiva de una obra teatral ambientada en un pueblo de los años cincuentero, pero en el fondo dialoga con el propósito del arte y lo utiliza como metáfora para explicar la existencia.
Las historias dentro de la historia de la cinta, así como las escenas cuasi experimentales, dentro de los límites de la popularidad de Anderson, hicieron fruncir el ceño a más de uno, pero demostró que probablemente el sendero del director de El Gran Hotel Budapest (2014) iba hacia otro camino. Tal vez, el filtro de Instagram estaba mutando a otra cosa más.
Esa transformación continuó en los cortometrajes “The Wonderful Story of Henry Sugar”, “The Ratcatcher”, “Poison” y “The Swan”, donde la artificialidad de Anderson alcanzó su punto máximo. Aquí, los personajes narran directamente a cámara mientras interactúan en escenarios visiblemente construidos, que se transforman constantemente y refuerzan una estética teatral. Más que adaptaciones tradicionales, parecen ejercicios formales sobre cómo contar un cuento.
Estas obras apuntaban hacia una evolución en el cine de Anderson: un estilo más teatral, abiertamente artificial y con un control visual extremo, acompañado de narrativas más introspectivas como en Asteroid City. Sin embargo, con El esquema fenicio hay un retroceso en ese aparente camino.
Aunque la película resulta entretenida por momentos, hay indicios de que Anderson aún busca evolucionar, como aquellas escenas donde Zsa-Zsa está en el Cielo y es juzgado por su pasado e incluso, conoce a Dios, interpretado por Bill Murray con un atuendo digno de pastorela.
Sin embargo, ese andar queda a medias. Anderson repite sus fallas recientes como la conformidad en vender la película a los entusiastas de su estética y embelesar al público con un elenco coral, cuyas aportaciones realmente valiosas son Threapleton y Michael Cera.
La historia remite a su célebre The Royal Tenenbaums (2001), sobre todo con la exploración del intento de reconciliación de la figura paternal ausente con su familia, pero es un trabajo deslavado que da como resultado en un completo desinterés por los personajes.
El esquema fenicio avanza porque tiene que hacerlo, y a pesar de los hilarantes momentos con los revolucionarios comunistas, el carismático bucanero interpretado por Jeffrey Wright y la dupla empresarial resentida de Tom Hanks y Bryan Cranston, la trama carece de emoción o intención narrativa.
¿Hay una vendetta entre Zsa-Zsa y su medio hermano Nubar (Benedict Cumberbatch caracterizado como Rasputín)? Sí, pero no genera tensión. ¿Los empresarios conspiradores contra Korda están frente a él después de todo el desorden generado? También queda en la indiferencia.
Wes Anderson no necesita una película diferente, sino enderezarse más que sus encuadres.