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Haciendo justicia a la historia, el legado de Benito Juárez incluye episodios que perjudicaron gravemente a comunidades como los zapotecas y yaquis.

Cuando se habla de Benito Juárez, se suele invocar la imagen del indígena zapoteca que escaló hasta convertirse en presidente de México, símbolo de resistencia y transformación. Pero en el contexto actual —con la posible llegada de Hugo Aguilar Ortiz a la Suprema Corte como ministro de origen indígena— resulta inevitable preguntarse ¿cómo trató Juárez realmente a los pueblos originarios cuando fue Ministro de Justicia, Gobernador y Presidente? 

Lejos de los discursos oficialistas que han prevalecido durante sexenios, existen episodios históricos que revelan un Juárez más complejo. En este contexto, en Pijama Surf repasamos tres momentos clave en los que sus decisiones, motivadas por el ideal liberal y la construcción del Estado moderno, terminaron por afectar profundamente a comunidades indígenas. 

Juchitán, 1847

Durante el siglo XIX, Juchitán y otras comunidades del Istmo de Tehuantepec defendían su autonomía ancestral frente a los embates del naciente Estado mexicano. Con una organización comunal sólida y una larga tradición de resistencia, estos pueblos zapotecas rechazaban el control centralista que venía de una independencia del gobierno español.

En 1847, mientras México luchaba contra la invasión estadounidense, el gobierno oaxaqueño —donde Juárez era gobernador— decidió enviar tropas al Istmo. El objetivo era “restaurar el orden”, pero lo que ocurrió fue una violenta represión en Juchitán. Decenas de indígenas fueron asesinados por el ejército. 

Juárez no participó directamente en la operación, pero su respaldo a la intervención militar lo hace partícipe indirecto de esta tragedia. Su prioridad, como liberal, era la consolidación del Estado, incluso si eso implicaba aplastar formas alternativas de organización.

La Ley Lerdo y el despojo de tierras comunales

Años más tarde, ya como presidente, Juárez encabezó una serie de reformas. Entre ellas destaca la Ley Lerdo de 1856, que obligaba a corporaciones civiles y religiosas, incluidos pueblos indígenas, a vender sus tierras comunales.

Aunque la intención era romper con los privilegios del clero y fomentar la propiedad individual, el impacto fue devastador para los pueblos originarios. Sin recursos ni acceso al mercado de tierras, muchas comunidades perdieron su patrimonio ancestral. Irónicamente, los beneficiarios de estas reformas fueron, en su mayoría, cercanos a Juárez y especuladores extranjeros, lo que sentó las bases para los latifundios que dominarían el campo mexicano durante décadas.

 

La matanza de Bácum, 1868

Uno de los episodios más oscuros de la era juarista ocurrió en Bácum, Sonora. Allí, un grupo de 400 yaquis se había rendido pacíficamente tras apoyar al bando conservador en las guerras internas del país. Los yaquis, al igual que otras comunidades indígenas, se habían visto afectados por las reformas liberales, que también despojaban a los pueblos originarios de sus tierras comunales.

Lejos de ofrecer clemencia, el gobierno federal mandó ejecutar a todos los rendidos y quemar la iglesia del pueblo. 

Sin duda alguna, Benito Juárez fue un personaje monumental, pero también tomó decisiones que contradecían sus raíces. En su afán por construir una república moderna, su proyecto confrontó las formas de vida comunitaria de los pueblos originarios.

Hoy vale la pena revisar estos capítulos del pasado, no como un ejercicio de iconoclasia, sino para ampliar la conversación. ¿Puede haber justicia indígena en un sistema que, históricamente, los marginó en nombre del progreso?


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Imagen de portada: «Benito Juárez», Jorge González Camarena (1972)