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La ciencia descubrió que los abetos más viejos anticipan eclipses solares y envían señales bioeléctricas a los árboles jóvenes. Con ello se revela una forma de memoria vegetal y comunicación intergeneracional.

En lo profundo de los bosques europeos, un fenómeno apenas perceptible para nosotros los humanos ocurre con una precisión asombrosa. Un equipo internacional de científicos ha descubierto que los abetos (Picea abies) se comunican entre sí antes y durante un eclipse solar, en una especie de lenguaje bioeléctrico que podría cambiar la forma en que entendemos la vida vegetal.

Este hallazgo, publicado en la revista Royal Society Open Science bajo el título Sincronización bioeléctrica de Picea abies durante un eclipse solar, revela que los árboles más viejos son los primeros en responder, activando una especie de “alarma forestal” mucho antes de que la sombra del eclipse toque el suelo. Según los investigadores, estos árboles antiguos parecen retener información de eclipses pasados y utilizan esa memoria ambiental para advertir a los más jóvenes.

“Este estudio ilustra que las respuestas anticipatorias y sincronizadas que observamos son clave para comprender cómo se comunican y adaptan los bosques, revelando una nueva capa de complejidad en el comportamiento de las plantas”, explicó la profesora Monica Gagliano, de la Universidad Southern Cross en Australia.

El equipo interdisciplinario, integrado por especialistas de Italia, Reino Unido, España y Australia, desplegó sensores especialmente diseñados para captar las fluctuaciones bioeléctricas en un bosque de los Dolomitas. Lo que encontraron fue tan inesperado como revelador, pues los árboles sincronizan sus señales mucho antes de que ocurra el eclipse, como si ya supieran lo que viene.

Los árboles más viejos emitieron primero las señales, seguidos por los más jóvenes, en una secuencia que sugiere una forma de comunicación jerárquica y posiblemente educativa. En otras palabras, los árboles más antiguos no solo son testigos silenciosos del tiempo, también son transmisores activos de conocimiento ecológico.

"Básicamente, estamos viendo la famosa 'red de madera' en acción", comentó Gagliano, en referencia al término popularizado para describir las redes subterráneas de micelio que permiten la transferencia de nutrientes e información entre plantas. Pero en este caso, no se trata solo de raíces o hongos, sino de una sinfonía de pulsos eléctricos compartidos por todo el bosque.

Para Alessandro Chiolerio, coautor del estudio y profesor en el Instituto Italiano de Tecnología y la Universidad del Oeste de Inglaterra, este fenómeno amplía los límites de lo que creemos que las plantas pueden hacer. "Los árboles no solo están vivos, sino que están despiertos, atentos, y —de alguna manera— en conversación".

A su vez, Gagliano señala:

“El hecho de que los árboles más viejos respondan primero —guiando potencialmente la respuesta colectiva del bosque— dice mucho sobre su papel como bancos de memoria de eventos ambientales pasados”. Proteger estos árboles sabios no es solo un acto de conservación, sino una forma de preservar la inteligencia colectiva del bosque.

Los abetos, entonces, no solo nos ofrecen sombra y oxígeno; nos enseñan que la naturaleza tiene su propia forma de hablar, de recordar y de cuidar a las generaciones futuras. Solo hay que aprender a escucharlos. 


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Imagen de portada: Basil Dimitrov