*

¿El Caribe es disfraz o identidad compartida? Karol G y el debate sobre la apropiación cultural

Sociedad

Por: Carolina De La Torre - 06/11/2025

Usuarios en X critican a Karol G por usar una estética caribeña que consideran una apropiación superficial. El debate revive heridas históricas sobre cómo ciertas culturas son mercantilizadas sin contexto

Las redes arden una vez más. Esta vez, el fuego está dirigido a Karol G, quien ha sido criticada por algunos usuarios en X (antes Twitter) tras Lanzar  su quinto álbum llamado Tropicoqueta con una estética que, según señalan, intenta apropiarse de lo caribeño como si fuera un disfraz, La acusación no es menor: va más allá del estilismo y se adentra en un debate tan vigente como incómodo sobre la apropiación cultural y la forma en la que ciertas identidades son tomadas, transformadas y vendidas como mercancía.

“El Caribe no es un disfraz”, escriben algunos usuarios. “Ese es el challenge para los artistas de España, Colombia y Argentina. Que se burlaron, menospreciaron, e inferiorizaron por décadas, y ahora el Caribe es solo simbología que se captura para extraer capital. Dan vergüenza”. Otro comentario va aún más allá: “Pero qué cojones tienen esta gente que ahora quieren copiarnos y llamarse caribeños. Tienen una crisis de identidad terrible”.

Desde hace años, el Caribe ha sido tratado por la industria del entretenimiento como un colorido escaparate de símbolos que se usan según convenga. El sabor, el acento, los ritmos, la piel, la alegría. Todo eso que durante décadas fue ignorado, ridiculizado o tachado de "poco sofisticado", hoy es oro en plataformas de streaming y campañas publicitarias. Lo que antes era “muy negro”, “muy pobre” o “muy tropical”, ahora se vuelve una fórmula rentable.

Pero como suele pasar, la conversación no es unánime. Otras voces responden con fuerza al señalamiento: “El Caribe ha formado parte de la cultura de la mayoría de latinoamericanos, ¿de qué estás hablando? Somos literalmente hermanos. Solo admite que tu machismo está persiguiéndote, porque cuando es Bad Bunny lo aplauden, lo hace una mujer, la hacen menos”.

Y ahí entra otro ángulo: el género. ¿Estaríamos teniendo esta discusión si el mismo gesto viniera de un hombre? ¿Hasta qué punto criticamos a mujeres por apropiarse de símbolos que a los hombres les celebramos?

Más allá de los bandos, este debate deja al descubierto una herida abierta: la forma en que las culturas, especialmente las racializadas, son tomadas prestadas sin reconocimiento, sin contexto, y sin la conciencia de lo que implican. Cuando la estética se separa de la historia, la identidad se convierte en vestuario.

Esta discusión, aunque no es nueva, ha cobrado cada vez más fuerza en los últimos años. Y es que la línea entre usar y disfrazar, entre homenajear y explotar, es extremadamente delgada. Duele porque no viene de la nada. Viene de siglos en los que ciertas culturas fueron pisoteadas, caricaturizadas, tratadas como inferiores. Duele porque, incluso hoy, siguen siendo vistas así… hasta que el colonizador —o su versión moderna: el mercado global— decide que, quizás, no están tan mal. Entonces toma tu forma de hablar, de vestir, de bailar, de vivir… y la convierte en producto. Le pone precio, lo lanza en campaña, y lo vende como “tendencia”.

Tal vez por eso incomoda tanto. Porque no es solo una peluca o un ritmo, es una memoria colectiva, una historia atravesada por el dolor, la resistencia y la dignidad. Y cuando eso se vuelve mercancía sin contexto, lo simbólico se convierte en despojo.


También en Pijama Surf: ¿Cuál es el uso más popular de la Inteligencia Artificial en 2025? La respuesta es muy preocupante


Imagen de portada: Channel 12