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La IA que imita a personas fallecidas ya permite conversar con seres queridos muertos. Promete consuelo, pero podría volver el duelo una trampa emocional.

El duelo ya no termina en el cementerio ni en una caja de zapatos con fotos. Hoy puede continuar en una app, en una conversación por chat, en una nota de voz que suena igual a la que te mandaba tu mamá cada mañana.

Ya no es ficción: ahora puedes hablar con alguien que murió. Escuchar su voz, hacerle preguntas, pedirle consejo. Los duelobots o griefbots lo hacen posible: son inteligencias artificiales entrenadas con los mensajes, audios, publicaciones y fotos de personas fallecidas, diseñadas para imitar su forma de hablar, su humor, incluso sus silencios.

Y aunque parezca extraño, ya es un negocio global. Empresas en China y Estados Unidos venden “copias emocionales” de tus seres queridos, listas para conversar contigo a cualquier hora. Basta con tener conexión, datos suficientes y, claro, una tarjeta de crédito.

Esta idea ya había sido explorada en Black Mirror, en el episodio Be Right Back, donde una mujer contrata un servicio que reconstruye digitalmente a su pareja fallecida. Al principio, la ilusión consuela. Pero poco a poco, la presencia artificial se vuelve hueca, inquietante. Incompleta.

 Lo que en pantalla parecía una advertencia futurista, hoy es parte del presente.

Detrás de estas tecnologías hay historias reales. Como la de Eugenia Kuyda, que tras perder a su mejor amigo en un accidente, creó un bot con más de 10 mil mensajes intercambiados con él. Lo llamó Roman. Fue su forma de despedirse… o de no hacerlo. Ese experimento personal se convirtió en Replika, una app que hoy usan millones de personas para crear “compañeros” virtuales. Algunos los usan para chatear con versiones ficticias de celebridades, otros para mantener viva la voz de alguien que ya no está.

También está el caso de Muhammad Ahmad, que desarrolló un bot con la voz y personalidad de su padre, fallecido antes de conocer a sus nietos. Lo hizo para que sus hijos pudieran “hablar” con su abuelo algún día. Para algunos, estas herramientas son una cápsula de memoria familiar. Para otros, una forma de decir lo que nunca se dijo.

Pero no todo es consuelo. Psicólogos advierten que estas simulaciones pueden interferir con el proceso natural del duelo. La psicóloga Eva Rotenberg lo explica así: “Es una forma de negar la muerte, una conversación con alguien que ya no está. Y quien entra ahí, corre el riesgo de no poder salir”. Para ella, el uso de duelobots puede fomentar duelos patológicos: donde la tristeza se estanca, donde el vínculo nunca se corta del todo, donde el fantasma digital sustituye a la ausencia real.

Además, no hay regulación clara. ¿Quién decide si una persona puede ser replicada digitalmente? ¿Qué pasa si el bot empieza a decir cosas que el fallecido nunca habría dicho? ¿Y si se usa su voz para vender productos o influir en decisiones políticas? Ya hay empresas que exploran esa posibilidad: bots que recomiendan marcas, sugieren por quién votar o te recuerdan pagar tus deudas… con la voz de tu mamá.

Porque sí: en el fondo, estos bots también venden algo. Venden cercanía, alivio, nostalgia. Pero también manipulación. Y lo hacen con la voz exacta que más extrañas.

El dilema ya no es tecnológico. Es humano. ¿Hasta dónde estamos dispuestos a estirar el adiós? ¿Y qué parte de nosotros queda atrapada cuando le seguimos respondiendo a alguien que ya no está?

Quizá solo muere quien no ha dejado rastros en la web. O quizá, al final, no era una forma de honrar la memoria… sino de evitar el silencio.


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Imagen de portada: Be Right Back, Black Mirror, (2013)