Aunque a simple vista puede parecer igual, no todas las lunas llenas son iguales. Algunas se sienten imponentes, cercanas, como si quisieran tocarnos el alma desde el cielo. Otras, en cambio, parecen más lejanas, discretas y modestas. A estas últimas se les conoce como microlunas.
Una microluna ocurre cuando la Luna llena (o nueva) coincide con el apogeo, el punto más lejano de su órbita alrededor de la Tierra. La órbita lunar no es perfectamente circular, sino elíptica, lo que significa que a veces está más cerca de nosotros (perigeo) y otras, más alejada (apogeo). La diferencia puede ser de unos 50 mil kilómetros, y aunque eso no suene dramático, sí tiene efectos visibles y medibles.
Cuando la Luna está en su punto más lejano, su tamaño aparente disminuye. Es decir, la vemos más pequeña desde la Tierra: entre un 12% y 14% más chica que una superluna (la Luna llena en perigeo), y hasta un 7% más pequeña que una luna llena promedio. ¿La diferencia? No salta a la vista de forma inmediata, pero si estás acostumbrado a observar el cielo con atención, lo notarás.
Variación del tamaño aparente entre una superluna y una microluna. pic.twitter.com/TvP8nY3Ps2
— El Planeta (@ElPlaneta_org) October 10, 2017
No existe una regla estricta sobre cuán lejos debe estar la Luna para que sea considerada una microluna. Algunos astrónomos consideran que si está a más de 405,000 km del centro de la Tierra, ya entra en esa categoría.
Mayo traerá lluvia de estrellas, microluna y posible cometa visible 🌠🌙
— Buzos de la Noticia (@BuzosNoticias) May 1, 2025
El mejor horario para poder observarlos será en la madrugada, poco antes del amanecer.
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Más allá del efecto visual, la microluna también impacta —aunque ligeramente— las mareas. Las llamadas “mareas vivas” (que ocurren durante la Luna llena y la nueva) son un poco menos intensas cuando coinciden con una microluna. La diferencia es de unos 5 cm, apenas perceptible, pero científicamente relevante. Se las conoce como mareas vivas apogeicas.
A nivel simbólico, las microlunas han sido objeto de todo tipo de interpretaciones folclóricas. Algunas culturas asociaron estos eventos con energías más introspectivas, o incluso con catástrofes naturales. Sin embargo, hasta ahora no existe evidencia científica que confirme que una microluna pueda detonar desastres como terremotos, ni que afecte el estado mental de las personas. Aun así, el mito persiste.
Este mayo de 2025, una microluna nos recuerda que no siempre lo más lejano es menos poderoso. Que incluso en su distancia, la Luna sigue ejerciendo influencia: sobre las mareas, sobre los ciclos del cuerpo, y sobre nuestra manera de mirar al cielo.