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¿Qué perdemos cuando renunciamos a una parte de nuestra oscuridad? Una reflexión inspirada en el cuento de Peter Schlemihl, que nos recuerda que incluso la sombra tiene un valor irrenunciable para la identidad humana.

Imagina por un momento que caminas bajo el sol y tu silueta no se proyecta en el suelo. Nada te sigue, nada te refleja. Serías como un cuerpo sin ancla, un ser flotando en la luz absoluta. Sin sombra, ¿aún serías tú? A veces olvidamos que no solo lo visible nos define, sino también lo que ocultamos, lo que cargamos detrás sin darnos cuenta.

En La maravillosa historia de Peter Schlemihl (1814), el escritor, zoólogo y botánico alemán Adelbert von Chamisso explora esta idea con la siguiente premisa: Peter vende su sombra a cambio de riqueza infinita. Y aunque el trato parece beneficioso, pronto descubre que el mundo no perdona a quien ha renunciado a su lado oscuro.

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Rechazado por la sociedad, incapaz de amar y vivir en plenitud, Peter se convierte en un prisionero de su decisión. No porque haya elegido el oro, sino porque entregó algo más profundo, su identidad proyectada, su presencia en el mundo tangible. 

Cuando el misterioso Hombre de Gris —una especie de diablo elegante— le ofrece su sombra de vuelta a cambio de su alma, Peter elige el camino más difícil, el de vivir sin sombra pero con alma. 

Curiosamente, es en ese estado de pérdida donde Peter encuentra otra forma de plenitud, pues decide alejarse de la sociedad para explorar la naturaleza, a entender el mundo desde la ciencia, a reconciliarse con lo que es. Y cuando la enfermedad lo debilita, la gente que antes lo rechazó por su falta de sombra, deja de temerle. Como si al ver su fragilidad, olvidaran su rareza. Como si, por fin, el amor y la compasión pudieran filtrarse por la rendija que deja una sombra ausente.

No le vendas tu sombra al diablo, nos dice von Chamisso, porque aunque sea una parte oscura de nuestro ser, hay que abrazarla y no renunciar a ella, por más luz que nos prometa el mundo. 


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Imagen de portada: Peeterve