«El Pepe, una vida suprema»: el retrato de Emir Kusturica a Jose Mujica
Política
Por: Yael Zárate Quezada - 05/13/2025
Por: Yael Zárate Quezada - 05/13/2025
Este siglo ha sido breve pero ha dejado figuras que, sin buscarlo, se han vuelto faros de conciencia para una sociedad que vive en busca de sentido. José “Pepe” Mujica, quien falleció este martes a los 89 años, fue una de ellas.
Su presidencia en Uruguay del año 2010 al 2015 fue solo una etapa en la vida de un hombre que jamás dejó de ser, en el fondo, un filósofo: alguien que habla desde la experiencia, que sufre y reflexiona, que practica lo que predica. Mujica en ocasiones citaba autores, aunque él mismo parecía dictar aforismos de forma muy lúcida, tales como: “Pobres no son los que tienen poco, sino los que quieren mucho”.
Esa coherencia entre palabra y acto es la que quiso capturar el cineasta originario de Sarajevo, Emir Kusturica en El Pepe, una vida suprema (2018), un documental que más que biografía es un retrato existencial. Estrenado fuera de competencia en el Festival de Venecia, el filme nos lleva a la casa humilde de Mujica en las afueras de Montevideo —donde vivió incluso durante su presidencia— y nos revela a un hombre que supo resistirse al poder sin renunciar a él. Es decir, lo supo ejercer.
Kusturica, reconocido por su estilo onírico en cintas como Underground, opta aquí por un lenguaje contenido, casi reverente, ante la figura de Mujica. Su cámara observa, sin artificios, a un hombre que riega las plantas mientras habla sobre la muerte, la cárcel, el amor o la política con una profundidad que rara vez se encuentra en líderes contemporáneos. La película se permite pausas, silencios, momentos donde Mujica mira el campo o acaricia a su perra Manuela –quien sólo tenía tres patas y que murió en 2018–.
Uno de los momentos más conmovedores del documental ocurre cuando Mujica visita Punta Carretas Shopping, un centro comercial que antes fue prisión, una de las varias donde pasó casi 14 años detenido durante la dictadura militar. Camina por los pasillos llenos de vitrinas brillantes, y dice con la serenidad de quien ha conocido los extremos de la condición humana:
Los presos políticos estábamos mezclados con los presos comunes. Los presos comunes aprendieron mucho de los presos políticos.
La película se construye no solo desde la figura de Mujica, sino también desde sus ausencias. Cuando Kusturica le pregunta si tiene algún arrepentimiento, el expresidente responde sin evasivas: “No haber tenido hijos”. Una respuesta que deja abierta una interpretación emocional, pero también ética, pues Mujica dio su vida al colectivo, a la historia, al intento de mejorar la realidad. Quizá no tuvo hijos, pero tuvo causas, y eso —parece decir— también es fecundar el mundo.
El Pepe, una vida suprema, es una meditación sobre la libertad, la austeridad como forma de resistencia, y la extraña paz que da vivir sin dobleces. Esta cinta, disponible en la plataforma de Netflix, lejos de mitificarlo, lo humaniza aún más y nos menciona que otra forma de vivir y de gobernar siempre es posible.