5 momentos en que Mujica sacudió la política de América Latina y del mundo
Sociedad
Por: Carolina De La Torre - 05/13/2025
Por: Carolina De La Torre - 05/13/2025
José “Pepe” Mujica no fue un presidente cualquiera. Su legado no se mide solo por las reformas que impulsó, sino por la forma en que reconfiguró la idea de lo que puede ser un líder político en América Latina: austero, coherente, profundamente humano. A continuación, cinco momentos en los que su mandato trascendió las fronteras de Uruguay y sacudió los cimientos del continente.
Uruguay se convirtió en el primer país del mundo en legalizar la producción, distribución y consumo de cannabis bajo control estatal. Mujica no lo hizo como una apuesta “progre”, sino como una estrategia pragmática: quitarle terreno al narcotráfico. En América Latina, región profundamente golpeada por la violencia relacionada con las drogas, su decisión fue vista como radical, innovadora, y para muchos, necesaria.
Mientras otros gobiernos se escudaban en argumentos conservadores, Mujica respaldó sin titubeos una ley que legalizó el matrimonio entre personas del mismo sexo. Uruguay fue el segundo país latinoamericano en hacerlo, posicionándose como referente de derechos civiles en la región. El mensaje era claro: en su mandato, la igualdad no era negociable.
En medio de fuertes presiones sociales y religiosas, el gobierno de Mujica aprobó la despenalización del aborto hasta las 12 semanas. Fue una jugada política arriesgada, pero coherente con su idea de justicia social. No se trataba de moral, sino de salud pública: de evitar muertes por abortos clandestinos. Y lo logró.
Mujica vivía en una granja, usaba un escarabajo viejo como auto oficial y donaba gran parte de su salario a causas sociales. No era marketing. Su estilo de vida austero fue un desafío directo al poder tradicional y a la clase política latinoamericana acostumbrada al privilegio. Fue ejemplo viviente de que la política puede –y debe– ser servicio, no acumulación.
Frente a líderes globales, Mujica no habló como jefe de Estado, sino como ciudadano del mundo. Criticó el consumismo, el modelo económico que prioriza el crecimiento por encima de la vida y llamó a repensar el rumbo de la humanidad. Su discurso, más cercano a la filosofía que a la política, dio la vuelta al mundo. Y no porque hablara bonito, sino porque dijo verdades incómodas.
Pepe Mujica fue más que un presidente uruguayo. Fue un símbolo de una izquierda que prioriza la ética sobre la ideología, la coherencia sobre el cálculo. No fue perfecto, pero sí profundamente honesto. Y en tiempos de cinismo político, eso no es poco. Su paso por la política latinoamericana no dejó manuales, pero sí preguntas. Y quizás eso sea lo más poderoso.