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La nueva entrega de Karate Kid combina nostalgia, kung fu, karate y adolescentes en crisis. Una película veloz y efectiva que honra la esencia de la saga, aunque no logra superarla

La nueva película Karate Kid: Leyendas, protagonizada por Ben Wang, Jackie Chan, Ralph Macchio, la actriz Ming-Na Wen, Sadie Stanley y Joshua Jackson —a quien recordamos como Pacey en la serie Dawson’s Creek—, es la sexta entrega de la franquicia que arrasó en los cines durante la década de los ochenta y que actualmente ha tenido un gran impulso, acaparando la atención de nuevas generaciones con la serie Cobra Kai.

El estreno en México fue este 8 de mayo en varios cines y la trama no dista casi nada de lo que ya conocemos de las historias de la saga: un joven que es obligado a mudarse de casa y, mientras busca adaptarse al nuevo entorno y conocer a nuevas personas, se enamora de una chica que tiene un exnovio celoso. Ahí es donde surge el conflicto.

Al igual que Daniel LaRusso o Dre Parker —protagonizado por Jaden Smith en 2010—, esta es la historia de Li Fong (Ben Wang), un joven prodigio del kung fu que, al dejar su hogar en Beijing y mudarse a Nueva York, se enfrenta a un campeón local de karate. Con la ayuda de su tío, el Sr. Han (Jackie Chan), y de Daniel LaRusso (Ralph Macchio), además de Víctor (Joshua Jackson) y su hija Mia (Sadie Stanley), logra fortalecer su cuerpo y mente para dejar atrás su pasado doloroso y enfocarse en los retos que están por venir.

La película, dirigida por Jonathan Entwistle (The End of the F**ing World*) y producida por la familia Smith —Will y Jada Pinkett—, tuvo un presupuesto de 90 millones de dólares y tiene una duración de una hora y 34 minutos.

Si hay que criticar algo, es la velocidad con la que transcurren los acontecimientos. El tiempo cinematográfico y el tiempo real juegan de manera extraña. En un momento están comiendo pizza y, en otro, están peleando con mafiosos en un callejón. En otra escena, el tío Han le llama por teléfono a su sobrino —quien no le contesta— y al siguiente minuto ya viajó desde China hasta Estados Unidos. Lo mismo ocurre con Daniel LaRusso, a quien Han va a buscar a su dojo en el Valle solo para quedarse unos minutos y pedirle que vaya a Nueva York porque lo necesita. No le dice por qué, solo que conoció a su sensei, Miyagi, y que lo espera en la Gran Manzana. Aunque LaRusso se niega a ir, de un momento a otro aparece en Nueva York. Todo gracias al poder del guion.

También la relación que estaban forjando los dos adolescentes se ve interrumpida por un malentendido y, a partir de ahí, ya no hay un desarrollo claro de este idilio. Se queda en el limbo y pasan varias cosas hasta que, como si al final el guionista recordara que dejó algo inconcluso, dijera: “Ah, necesito cerrar ese círculo” y ¡pum!, deus ex machina, todo arreglado.

La película promete lo que se espera de ella: peleas, conflictos adolescentes, karate, redención, patadas y muy buenas coreografías. También, para los nostálgicos de los 80 y 90, la identidad gráfica recuerda un poco al popular videojuego Street Fighter, con cada golpe sumando puntos.

Personalmente, es una película que pudo haber dado un poco más, pues trae consigo el peso del gran éxito que fue Cobra Kai y la saga en sí. Karate Kid: Leyendas no reinventa la fórmula, pero la respeta. Con sus aciertos y tropiezos, se mantiene fiel al espíritu del Camino del héroe, que es la transformación del individuo a través de la disciplina, el dolor y la guía de un maestro. Más allá del guion acelerado, sigue siendo una historia sobre encontrar equilibrio en el caos. Una metáfora clásica que, por más veces que se repita, no deja de ser importante para cada generación en su tiempo y forma. 

 


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Imagen de portada: Cortesía